El penúltimo polizón cubano

La generosidad entre cubanos que compartan valores éticos, aunque no ideológicos, es el mejor antídoto contra el comunismo trasnochado de la casta habanera.

Yunier García Duarte © Captura de video
Yunier García Duarte Foto © Captura de video

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Este artículo es de hace 5 años

Yunier García Duarte es el penúltimo polizón de la Isla en la triste historia del éxodo cubano que –desde 1959- es un goteo incesante y doloroso por tierra, mar y aire, donde muchos cubanos se han arriesgado a morir despedazados por una mina en el entorno de la Base Naval de Guantánamo, ahogados en el Caribe o congelados en el tren de aterrizaje de un avión.

Ya se escuchan los primeros cantos interesados en escamotear la verdadera tragedia que implica padecer una dictadura sexagenaria eficaz en la producción de emigrantes pobres y tampoco faltarán los atribulados comentaristas de un lado y del otro, intentando justificar el drama cubano en las cifras de emigrantes de otros países.


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Estimados opinionados, gracias por confirmarnos que los dirigentes cubanos son tan mediocres como el resto del mundo pobre y tan malos como el imperialismo yanqui en sus políticas contra la gente. Muchas gracias.

Aquí no se trata de ponernos a discutir ahora sobre fallos de seguridad del aeropuerto de La Habana, que existen y existirán o si Yunier contó con la tolerancia de algunos compañeros de brigada o personal de seguridad; sino de cuestionarnos porque sesenta años después de la llegada del castrismo al poder los cubanos siguen emigrando en busca de libertad y pan.

Para el polizón debe haber sido una decisión dura, además de arriesgada, porque deja atrás a su familia y a una niña recién nacida, que puede haber sido el catalizador de su escapada porque quizá contemplando a su bebé en la cuna, decidió que no quería que su hija viviera su vida.

Al escaparse, Yunier asumió el destierro, el precio a pagar con ensañamiento oficial con su familia y el riesgo que asume de ser devuelto desde Estados Unidos por la combinación de haber cometido una ilegalidad, la ola trumpista antinmigrantes y por las presiones del gobierno cubano que, en caso de que la justicia independiente norteamericana decida admitirlo, usará su caso para criticar a Washington y justificar el abrigo que presta a prófugos estadounidenses en la isla.

Tampoco faltarán los CVPs del exilio duro y los que fingen un discurso oportunista de plastilina recordando que el polizón trabajaba en un sitio que exige confiabilidad política; circunstancia a la que se añade su supuesta condición de miembro de la Unión de Jóvenes Comunista (UJC), que ya los muñequitos de La Habana están encargándose de propalar para complicarle la vida a Yunier.

Todos aquellos milicianos del terror, que se erigen en guardianes de la pureza a ambos lados del Estrecho de la Florida y que exigen ADNs libre de todo rastro castrista, debían mirarse su ombligo y reconocer que las condiciones que aconsejaron que Estados Unidos diera un trato preferente a los cubanos, apenas han cambiado: Cuba sigue padeciendo una dictadura totalitaria.

Claro que ha habido mentiras por parte de algunos cubanos a la hora de entrar en Estados Unidos, donde han abusado de la bondad del sistema norteamericano de ayudas y han cometido la torpeza, inducida por la educación castrista, de declarar que no son políticos, sino emigrantes económicos.

Es el emigrante preferido por la dictadura cubana: sinflictivo, apolítico, pacotillero y deshonesto. Casi como el hombre nuevo que decía querer ser como el Che.

Pero esos casos son excepciones y no la regla de la mayoría del exilio cubano que es honrado, trabajador y solidario; como viene demostrando desde que las primeras oleadas llegaron al entonces balneario de Miami. Las lecturas de tabula rasa son las favoritas del pensamiento totalitario porque son muy cómodas y no dejan espacio a la duda, al cuestionamiento y mucho menos al reconocimiento del otro.

El estado norteamericano tiene los recursos financieros, técnicos y humanos suficientes para detectar casos flagrantes de abuso y castigarlos con contundencia; sin necesidad de endurecer los discursos xenófobos tan contradictorios con el origen y engrandecimiento de la democracia más sólida y antigua de las Américas.

Toda sociedad que asume el despedazamiento del contrario o discrepante está condenada al fracaso, como lo demuestra el caso de la empobrecida Cuba, que dilapidó las ayudas soviéticas y chavista, y que padece una alta dependencia de las remesas de exiliados como sostén de sus familias, a las que esquilman con precios de atraco.

La mayoría de los cubanos debía arrinconar a los que se la dan de duros en redes sociales y otros escenarios públicos, reclamando dureza contra los recién llegados, una vez que ellos se sienten a salvo. El cumplimiento de la ley es el mejor antídoto contra cualquier exceso emocional y la generosidad entre cubanos que compartan valores éticos, aunque no ideológicos, es el mejor antídoto contra el comunismo trasnochado de la casta habanera.

De energúmenos ideológicos estamos saturados; lo que necesitamos son personas ecuánimes y éticas; nada más.

Para Yunier García Duarte y su familia toda la suerte de mundo; él solo ha escapado, como hemos hecho exiliados e inxiliados, que el formato elegido para su huida sea singular violando normas de seguridad del principal aeropuerto cubano, no lo hace mejor ni peor; solo diferente y con capacidad para aprovechar el espacio de una bodega de avión que –en cincuenta minutos- lo puso a salvo de la perversión del delirio que implica vivir en Cuba.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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