El tardocastrismo ha heredado de la revolución cubana la indulgencia que disfruta en la mayoría de los medios de comunicación internacionales, dominados por los hijos de mayo del 68, que primero silenciaron los crímenes de la dictadura y luego encumbraron a Ernesto Guevara, como mito del fracaso heroico.
Cuando ya siquiera muchos cubanos se creen las mentiras del gobierno; la prensa extranjera sigue suavizando las lecturas sobre Cuba, bajo presión de empresas con intereses en la isla, como Meliá e Iberostar e ilusionados con el milagro cubano que siempre parece estar a la vuelta de la esquina de Tejas.
La penúltima mentira en torno al turismo en Cuba es que las cifras del primer semestre de 2019 son tan malas como en México y Jamaica debido a una superpoblación de algas producida por el calentamiento de los mares y al efecto Trump.
Claro que cualquier fenómeno natural que deteriore la calidad de la oferta turística de una región o país, provoca un descenso en las cifras de visitantes, que en el caso de Cuba, se sitúa en torno al 8%, al que habría que sumar el descenso que provocó la prohibición de los cruceros y restricciones de viajes impuestas por la Administración Trump, que ya se hicieron sentir en 2018.
Pero lo que no cuentan los responsables cubanos ni las empresas asociadas con la dictadura para la explotación de los recursos turísticos es que el Obama´s deal provocó en los responsables cubanos la irresponsabilidad de subir los precios a cifras disparatadas y fuera de mercado.
Turoperadores con larga experiencia en el mercado cubano intentaron avisar al gobierno cubano que ese no era el camino y que, en materia de turismo, la isla padecía de déficit habitacional, bajo índice de repetición por la insatisfacción de los malos servicios e instalaciones y que algo tan sencillo en otros países como alquilar un vehículo es casi imposible en Cuba porque un día los chinos incumplieron el plan de entrega y otro porque al fregador le duele la cabeza.
Pero nadie escuchaba; otra vez el ombliguismo cubano unido a la actitud de pobres hartos de pan que comparten gobierno y algunos empresarios privados inflaron los precios a niveles estratosféricos e irreales, haciendo que el turista que elegía Cuba asumiendo que pagaba por algo que no les satisfacía del todo, pero que podía asumir con sus ingresos, se alejara y eligiera otros destinos.
¿Alguien sabe si el ministro de Turismo, Manuel Marrero Cruz, piensa dimitir? Sería deseable por el bien de Cuba y por su propio bien; aunque ahora mismo se crea intocable por la bendición de la guara verde oliva.
Como respuesta al problema, las autoridades cubanas han decidido la construcción de hoteles a ritmo de contingente, desviando el grueso de los recursos estatales hacia GAESA y sus planes de crecer en número de habitaciones, justo cuando sobran cuartos por todas partes porque no llegan turistas y provocando que Cuba comience a acumular retrasos notables en el pago de deudas y a proveedores, resignados a aguantar desplantes de todo tipo mientras rezan porque llegue un yuma y le compre su cartera de comercio.
Mientras parte de la prensa occidenta,l al servicio de empresas con intereses en Cuba, y el tardocastrismo sigan empeñados en competir con Olga Guillot: Miénteme más, que me hace tu maldad feliz; los mediocres responsables del turismo cubano seguirán jugando a las algas calientes y al cruel Trump; casi una telenovela, sino fuera porque su mala gestión crónica sigue empobreciendo a once millones de cubanos.
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