Después del acto de inicio de curso la maestra pidió a los padres que entraran al aula con sus hijos. Les dio la bienvenida, se presentó, les habló de los horarios, de lo importante que era aprobar ese año, de la merienda, de lo que se puede y lo que no se puede hacer, de las reuniones de padres que supuestamente se harán durante el curso… y también del calor, del intenso calor que esos niños sufren debido a la escasa ventilación de un recinto adaptado para ser aula.
“Nos dijo que se iban a recoger 4 CUC por alumno para comprar ventiladores cuando sacaran en las TRD”, asegura Yanara, una joven madre cuya hija cursa el tercer grado en esa escuela santaclareña cuyo nombre prefiere no mencionar.
“Es la maestra de la niña y lo menos que quiero es buscarle problemas allí en la escuela —explicó—, pero sí hay que decirlo para que se sepa que desde el mismo primer día de clases ya le están sacando dinero a una. Y yo sé que es verdad, estos días son muy fuertes y los niños pasan calor, pero debiera ser la misma escuela, creo yo, la que garantice todas esas condiciones si saben que no hay casi ventanas en las aulas”.
Según cuenta, tras la reunión otra madre se atrevió a preguntarle a la educadora ¿por qué pedían tanto dinero por cada alumno? “Y esta le respondió que los ventiladores estaban muy caros, y que, como hay padres que se hacen los zorros, tenían que asegurar el dinero suficiente. Que no se preocupara, pues a los hijos de quienes dieran el dinero los pondría en la parte más ventilada del aula, y los que no, bueno, pasarían calor”.
Y reflexionó Yanara: “¿Puede decirse que eso sea justo y equitativo? ¿Qué culpa tiene un niño? Eso mismo es lo que hacen algunos maestros con aquellos alumnos cuyos padres le hacen regalos: los tratan mejor”.
“Yo tengo el dinero, pero hay padres que no lo tienen donde caerse muertos, estoy convencida. No es que sean descarados o zorros, es que no tienen. Solo comprarle una mochila para iniciar el curso, los zapatos, medias ropita para educación física…. Todo eso cuesta mucho”, argumentó la mujer de 38 años, quien recordó además que el año pasado también recolectaron dinero para un ventilador, cestos de basura, y materiales de limpieza, “porque la escuela no los garantizaba”.
Si bien para muchos lectores pudieran resultar desconcertantes estas situaciones para otros se trata de algo normal y corriente. Desde hace mucho tiempo y de manera creciente los padres han sacado de sus bolsillos el dinero con que se mejora buena parte de las condiciones de vida y estudio de sus pequeños en las aulas cubanas. Sin embargo, la enseñanza primaria está lejos de ser hoy aquella que mayor desembolso supone para los educandos y específicamente para los padres de estos.
Tener un estudiante becado constituye a veces un verdadero tormento, cuando además de la ropa, el calzado y otros accesorios, debe conseguirse una taquilla para guardar las pertenencias y en algunos casos hasta pequeñas neveras o frigoríficos para conservar sus alimentos de la semana.
“Antes sí se ponían pesados, pero ya los profes se hacen los de la vista gorda y no nos dicen nada, porque saben que a golpe de comedor no hay quien pueda. El cierre del curso anterior fue la más viva muestra, la propia facultad ajustaba las clases de la semana para que nos fuéramos los jueves y hasta los miércoles, porque la alimentación estaba crítica y también había que ahorrar electricidad”, recuerda una estudiante de tercer año de La Universidad Central Martha Abreu de Las Villas, quien asegura que su familia “no es pudiente, pero se hizo el esfuerzo y una neverita criolla”.
“La educación en Cuba cada vez está más lejos de ser gratuita, y quizás donde mejor se percibe ese cambio es en las universidades. Hoy, muchas veces el estudiante que no tiene una laptop en el aula se siente mal, y en buena medida algunos profesores indican las actividades docentes asumiendo que todos tienen idénticas posibilidades, cuando en realidad no es así”, explica una profesora de la propia institución docente.
“En Cuba aumentaron el salario, es verdad… pero, ¿cuánto cuesta una laptop, donde la venden? ¿Qué sucedió con las GDM que en su momento tanto celebraron los dirigentes del gobierno y hasta el presidente cubano?”, se pregunta.
Estos son solo algunos de esos costos que suponen mejorar las condiciones de vida de los estudiantes, pero otros fenómenos más complejos e igual de lamentables se aprecian hoy en las aulas del país.
“El mismo proceso de gentrificación que se ha venido observando en algunos barrios de la capital y otras ciudades cubanas, incide igualmente en la esfera educativa”, explica la profesora entrevistada por CiberCuba.
Según dice, es tan creciente y profunda la corrupción que hoy se parecía en las escuelas del país que no solo se compra un examen o los favores de un profesor, sino que se resuelve la matricula en determinas centros:
“Los individuos que por determinadas circunstancias han logrado hacerse de grandes capitales, dirigen una empresa o tienen cierta influencia en el gobierno, no solo logran hacerse de aquellas casas que un día fueron de la clase más adinerada, sino que ubican a su hijo en el preuniversitario que desean, y pueden hasta comprar profesores y moverlos de una escuela a otra, pagar repasadores exclusivos, y etc.”, ilustra la profesora.
Son varias las maneras en que se consiguen los favores de un profesor o director. Estas van desde el simple tráfico de influencias, hasta el pago directo o indirecto. El curso pasado varios padres denunciaron que algunos profesores del Preuniversitario Osvaldo Herrera de la ciudad de Santa Clara, aceptaban recargas telefónicas y en consecuencia favorecían a ciertos alumnos en los exámenes.
Al encontrarse ubicado en el mismo centro de la ciudad, justo en el perímetro del parque Vidal de Santa Clara, una matrícula en este preuniversitario es altamente cotizada. Más de una vez se han vertido cuestionamientos y críticas debido al tortuoso sistema de matrícula. No pocos padres argumentan que allí se compran las ubicaciones.
“Es una competencia desigual, pues el listón le queda más alto a aquellas familias que sin disponer de suficientes recursos se ven obligadas a desembolsar su dinero para pagar un repasador, comprar una computadora, o asegurarse de que su hijo tenga iguales oportunidades formativas.
“Poco a poco se va profundizando una realidad: ¿quiénes viven en los mejores barrios y las mejores casas? ¿quiénes van a las mejores o más céntricas escuelas? Lo mismo pasa en la salud, ¿quiénes consiguen ese medicamento que escasea o disfrutan de la mejor atención médica?”, argumenta la profesora entrevistada, quien se declara defensora de una educación pública.
“Yo no quiero que se privatice la educación en Cuba, no quiero una educación religiosa tampoco, nada más alejado de mis deseos… Yo quiero que la educación sea laica, sea universal y gratuita, y que tenga los mismos niveles de calidad que un día tuvo. Porque reconozcámoslo, ya esto no se parece a nada de lo que un día tuvimos”, concluyó.
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