La pesadilla de la escasez sigue abrazando la realidad cubana. El nuevo racionamiento de la venta de cilindros de gas licuado, una de las principales alternativas con las que cuentan las familias cubanas para cocinar, ha puesto de cabeza a la mayoría de los hogares de la isla.
A tenor con lo que afirma el electricista Roberto, “era lo que faltaba, que en un país donde no hay qué cocinar no hubiera con qué cocinar. Si llegas a tener la materia prima, ahora te faltarán los instrumentos para hacerla. Es una locura. Las amas de casa, que son mayormente las grandes estresadas en la cocina, tendrán que romperse la cabeza y vivir tensas por inventar la comida y también por ahorrar el gas.
Era lo que faltaba, que en un país donde no hay qué cocinar no hubiera con qué cocinar. Si llegas a tener la materia prima, ahora te faltarán los instrumentos para hacerla
“Estoy seguro de que habrá que retornar al uso de las cocinas eléctricas, lo que afectará mucho más el bolsillo de la población porque adquirirlas no cuesta dos pesos y disparan el consumo de corriente. Además, las cocinas que dieron hace casi una década, durante una impuesta ‘Revolución Energética’, no se han vuelto a fabricar y no es fácil encontrarles piezas de repuesto y cuando aparecen están por las nubes.
“Con la nueva medida que dilata aún más el ciclo, en mi casa, que hay cinco personas, nos tocará el gas cada 30 días. Ni haciendo maravillas eso alcanzará. No sé qué se harán los pobres infelices que tienen un bebé o un enfermo en casa y tienen que estar hirviendo sábanas, pañales y culeros constantemente”, agrega el residente en el municipio habanero de La Lisa.
No sin un tono de ironía en la voz, el ingeniero Carlos Alberto, de 47 años, expresa que “el sistema cubano nos impone acertijos complicados y el del gas es uno de los mayores de los últimos tiempos. Cuando consumamos mucha más electricidad, los problemas energéticos van a ser más frecuentes y con apagones y sin gas, ¿cómo cocinaremos?
“La mayoría de los núcleos familiares se programaban para ‘X’ días de gas por lo que ya sabían aproximadamente cuánto gastaban, y ahora son diez, doce, trece días más lo que tiene que durarles. Es la austeridad forzada: un verdadero quebradero de cabeza para la población de la isla.
“No nos quedará otra que volver al tiempo en que colocábamos dos ladrillos, poníamos entre ellos leña y encima una bandeja para cocinar. A recoger cuanto palo seco podamos para que no nos coja desprevenidos que se acabe el gas”, indica.
Según lo informado por la Empresa Estatal de Gas Licuado y la Unión Cuba-Petróleo, el paquete de medidas restrictivas con el que el gobierno ha regulado la venta de los cilindros de gas licuado al sector privado afectará “por tiempo indeterminado” a todas las provincias del país.
Ahora, los clientes que adquieren el producto de forma racionada, además de tener que usar un cilindro por más tiempo, no podrán comprarlos libremente y los que lo hacen de manera liberada, solo podrán comprar una balita cada dos meses.
La camagüeyana Deisy, quien vive en los altos de la casa de su hermana en La Habana desde hace 12 años, explica que su vivienda no tiene desglose y que, por tanto, no tiene gas asignado, sino que resolvía con el que compraba liberado. “Estoy desesperada. Ya no sé qué inventar porque hay cosas que no puedo hacer en la reina (olla multipropósito).
“Cuando se me acabe el balón que estoy usando ahora, no me quedará más que comprarme una hornilla eléctrica, que están entre los 15 y 50 CUC en las tiendas minoristas. La suerte es que tengo arrocera y cafetera eléctrica y eso me permitirá tener que usar menos la cocina, pero no sé cómo pagaré la corriente todos los meses.
“Tendré que ver cómo habilito un fogón de luz brillante que usé mucho sobre todo en los noventa”, acota la costurera y también vendedora de ropa.
De la misma forma, Dulce, quien tiene un negocio particular de elaboración de alimentos, no sabe cómo hará la comida para vender. “‘Ni si me das 20CUC por la balita te la puedo resolver porque las cosas están malísimas y nos están controlando mañana, tarde y noche’, fue lo que me dijo el tipo que trabaja en el punto de venta del gas y que siempre me ha resuelto las balitas para poder mantenerme cocinando.
“Es increíble que todavía no se sepa quién cocina con hornillas eléctricas y quién con gas licuado para que no se lo quiten a todo el mundo por igual. Ya en los últimos meses hubo mucha inestabilidad en la venta de gas liberado y eran más las veces que no había gas que las que sí.
“Creo seriamente que esta será la muerte definitiva del cuentapropismo, al menos del que tiene que ver con la gastronomía. ¿Quién podrá mantener un restaurante o una cafetería si no hay gas para cocinar y las ganancias se irán nada más que en la renta de la corriente? Además, por muy buenos que sean los equipos eléctricos que uno pueda conseguir, con gas siempre se cocinará más rápido”, dice la pequeña empresaria.
Asimismo, el trabajador por cuenta propia Yasmani, quien se dedica a hacer yogurt blanco para vender, tendrá que reducir a la mitad la producción. “Con el lío del gas no puedo hacer la misma cantidad de yogurt que antes. Lo que hago es priorizar a mis clientes más viejos y distribuir entre todos el yogurt que hago diariamente para que puedan coger”.
Si bien en 2013 comenzó a extenderse la venta liberada de gas licuado ya que los clientes solo tenían que hacer un contrato y adquirir el producto cada vez que quisieran, desde el último 1 de agosto los clientes del servicio liberado solo pueden comprar 1 balón cada dos meses. Igualmente, no se están haciendo nuevos contratos de ese tipo debido a un “aumento de la capacidad”.
Marta, residente en Mayabeque, asegura que “ya en mi casa tuvimos que volver a la leña porque con la hornilla eléctrica no podemos cocinar todo. Nunca me ha alcanzado la balita que me dan para dos meses. Solo en la cocción de alimentos lo que se irá de consumo energético será mucho. Me compadezco de los que se confiaron de que siempre habría gas licuado por la libre y ahora no tienen ni cómo freír un huevo”.
La prensa oficial ha reconocido que las medidas responden a “dificultades presentadas en el arribo de gas licuado al país” y que el bloqueo estadounidense impacta “negativamente en la posibilidad de contar con el financiamiento para la sostenibilidad de algunos servicios fundamentales”.
Con esas regulaciones, los núcleos de una persona tendrán derecho a comprar una balita de gas licuado de 10 kilogramos a través del mercado racionado cada 44 días; los de dos, cada 35; y los de tres y cuatro, cada 32.
Por otro lado, una familia compuesta por cinco personas deberá esperar 30 días; una de seis, 28; una de siete, 24; una de ocho, 20; y una de nueve, 18. Mientras que en los hogares con diez habitantes o más el ciclo alcanza los 16 días.
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