En Santa Clara aumenta la tensión popular en la misma medida en que se vuelven más inestables los suministros de gas licuado. De la noche a la mañana la capital villaclareña —único territorio de la provincia con servicio de venta liberada—, vio cómo se escurría el número de “balitas” en los puntos de venta, aumentaban las colas, y se dilataban los ciclos de comercialización de un servicio que supuestamente se había desregulado, y que ahora, contradictoriamente, no puede estar más restringido.
“Nada de liberado, que le cambien el nombre, si tengo que esperar dos meses para que me cambien la balita entonces es un servicio normado,” se queja uno de los tantos clientes que se aglomeran en el punto de venta del Reparto Escambray, a solo unos metros de la principal institución hospitalaria de la provincia.
“Mira, allí también recortaron los suministros, —asegura mientras señala en dirección al hospital Arnaldo Milián Castro. Fíjate si la escasez es gorda, que hasta a los hospitales, los asilos, los círculos infantiles, escuelas… a todos les recortaron las asignaciones. En la empresa de mi mujer dijeron que se olvidaran del gas para cocinar el almuerzo de los trabajadores, que había que caerle a la leña”, comenta.
En efecto, el director de Cupet en Villa Clara, Gustavo Rodríguez Cordero, reconoció hace solo unos días mediante la emisora santaclareña CMHW que se habían limitado las entregas al sector estatal y presupuestado a fin de atenuar la crisis en el sector residencial.
“La idea es que las empresas solo reciban el 40% del volumen que antes se les asignaba. Si usted es el director de una empresa y recibía 10 botellones de gas al mes, ahora solo recibirá 4 botellones, o sea solamente el 40%, de modo que se pueda estirar un poco más con destino a la población y tratar de repartir lo poco que tenemos entre la mayor cantidad de puntos de venta”, ilustró el directivo.
De igual manera reconoció públicamente que se han duplicado las colas en los diferentes puntos de venta de la provincia: “Para que se tenga una idea, nosotros diariamente distribuíamos unos 2 500 cilindros diarios en la ciudad de Santa Clara, y ahora cuando lo hacemos son unos 1 300 o 1 400. Eso ha contribuido a que las colas se dupliquen y evidentemente crezca la insatisfacción del pueblo”, explicó Rodríguez Cordero.
Que se dejen de distribuir más de mil cilindros diarios equivale a que mil familias dejen diariamente de adquirir el combustible.
“El que está aquí es porque lo necesita, porque ni el precio del gas es tan bajo, ni puedes acaparar gas, ni resulta un juego pasarse horas bajo el sol esperando a ver si alcanzas, los que estamos aquí estamos porque lo necesitamos”, explicó una enfermera.
Si bien se dice fácil, la ausencia de gas en las cocinas santaclareñas constituye un problema de grandes proporciones, teniendo en cuenta que el 66% de los núcleos de la ciudad usan este como el principal medio para la cocción de sus alimentos, según estimados de los propios directivos de CUPET en el territorio. Ya los equipos eléctricos comercializados como parte de la Revolución energética no tienen el mismo protagonismo de hace unos años atrás, debido a la natural obsolescencia de los mismos y el desabastecimiento de partes y piezas en los talleres de reparación.
Ahora, cuando persiste y se profundiza la crisis venezolana, sus efectos se dejan sentir en Cuba, sobre todo en lo que respecta a la escasez de carburantes. Además de la inexistencia de gas licuado para la cocción, tampoco se dispone de suficiente combustible para garantizar la movilidad de pasajeros, y cargas. Incluso, a pesar de las limitaciones reconocidas en el caso puntual del gas, en ocasiones se ha dejado de expender este último debido a la falta petróleo, lo cual impide la transportación de los cilindros desde las plantas de llenado hasta los puntos de venta.
“Se nos dijo que no entraría el carrito del gas porque no hay petróleo, y entonces nos anotamos en la lista esa. Ya va por 400 personas anotadas, y son dos días sin que entre el carrito”, reconoce un cliente del punto de venta de la base aérea, uno de los más pequeños de la ciudad.
Las listas se prestan a su vez para todo tipo de fraudes y embustes, en los que muchas veces se ven implicados los propios trabajadores del punto de venta. Son comunes los colados, las broncas y las ofensas, siendo los coleros y mensajeros el blanco de la ira popular.
Los “mensajeros”, esas personas que se encargan de realizar las encomiendas de diferentes hogares, han encarecido el precio de sus servicios, o bien han decidido cobrar individualmente la gestión del gas.
“Si antes cobraban 20 pesos por cada libreta de abastecimiento, ahora solo por comprar el gas de una libreta pueden cobrarte cómodamente hasta 100 y 150 pesos, una cantidad de dinero que supera el costo del propio combustible, pero siempre habrá quien lo pague. Entonces esa gente duerme aquí si es preciso con tal de buscarse 300 pesos al día, mientras los trabajadores seguimos en las mismas”, asegura la enfermera.
“Hemos dado orientaciones para que en los puntos de venta no se les venda a los mensajeros más de tres cilindros”, explicó en su momento Rodríguez Cordero, y al igual que en el resto del país dijo que se habían adoptado nuevos ciclos para la comercialización.
“Aquellos clientes que podían comprar un botellón cada 21 días ahora tiene que esperar dos meses para que se les cambie. Lo cual quiere decir que al año recibirán solamente seis botellones. Es una medida clara”, explicó el directivo, desterrando la idea de que esta crisis pudiera ser solo coyuntural.
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