Rychard Z. Ayarick anduvo años deambulando, con un título homologado de máster en farmacia clínica por la Universidad de Camagüey, hasta lograr establecerse medianamente en Roquetas, España. Ahí le advertían: 'búscate la vida porque no creo que aquí puedas ser farmacéutico'.
"Trabajé en la construcción hasta que vino la crisis y me puse en marcha, batí todas las farmacias desde Almería hasta el Ejido, cada mes currículo, me daba igual que lo tirasen. Finalmente me llamó una farmacia de Vícar sobre el año 2005/2006, a partir de entonces me di a conocer y ya todo el mundo me quería", dijo a la prensa local.
Ayarick llegó a Barcelona en el año 2001 un mes después de los atentados del 11S. “En aquellos tiempos te deportaban y, a pesar de tener mi visado, me asusté”, comenta. Un muchacho en la calle le dijo: ‘Almería es el único sitio donde puedes conseguir trabajo sin papeles y la policía no te molesta’.
El farmacéutico cuenta que se fue a vivir a Roquetas porque ahí una gente lo iba a recibir, pero al final lo dejaron abandonado, por lo que él y su mujer tuvieron que arreglárselas por sí solos.
La tarjeta de crédito de la mujer sirvió para comprar una vespa a un gitano y poder así trasladarse a un almacén a trabajar. El dinero no les alcanzaba para comprar guantes y soportar el frío, en lugar de esto, cubrían sus manos con calcetines.
En sus inicios como farmacéutico en Almería, estuvo una semana en el mostrador y ningún cliente quería que lo atendiera. "El negro que no me atienda" decían algunos. Un colega salió molesto en su defensa y le dijo a la gente: ‘Rychard es farmacéutico igual que yo, si no quiere que le atienda no venga más aquí.’
En la actualidad "su consulta de nutrición y dietética se llena de clientes que llegan de cualquier parte de la provincia".
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