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Donald Trump le acaba de meter un cohete a Cubana de Aviación que –lamentablemente- hace mucho tiempo dejó de ser cubana y de tener aviones y tripulantes por la perniciosa estrategia operacional y comercial con que el tardocastrismo agredió a la aerolínea de bandera.
La Habana culpa al embargo norteamericano de sus crisis aeronáutica, circunstancia amplificada por sus exégetas en las redes sociales, pero los conocedores del tema y, en particular, los especialistas, pilotos y demás tripulantes, personal de tierra, etcétera, han sufrido en sus carnes el deterioro creciente de una empresa que también fue su casa.
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Cubana de Aviación comenzó a morirse el día que el comunismo rampante la expropió, junto a otros aerolíneas de pasajeros y cargas y creó una ruinosa empresa consolidada, que nunca fue empresa ni se consolidó porque se dedicó a repetir el erróneo modelo soviético de explotación aérea, que ha sido más dañino para los cielos de Cuba que el injusto embargo norteamericano.
Al sobrevenir el derrumbe del comunismo un grupo de empresarios, pilotos y especialistas creó Aerocaribbean, que fue un alarde de creatividad de cubanos que aman la aviación: pero también el canto del cisne de la aeronáutica cubana porque los burócratas al servicio del poder le cortaron las alas.
Sería oportuno que los cubanos que participaron en aquella experiencia dejen testimonio de su ilusión y frustración, sobre todo ahora, cuando la rusificación de los restos de Cubana será casi forzosa, aunque quizá lo más práctico y sano para Cuba sería liquidar la aerolínea y alejarse de cualquier insensatez emocional que implique nuevos errores en un sector que es estratégico por la condición insular de Cuba.
Los postcomunistas rusos, que suelen actuar con Cuba como chatarreros avispados, deben estarse afilando sus dientes de oro para abrir sus almacenes de obsolencias y tragones volantes para ayudar al tardocastrismo a resistir las embestidas del malo de Trump.
Como es habitual, los perdedores en esta historia serán los trabajadores de Cubana de Aviación, entre los que hay gente capaz de diseñar y gestionar un modelo de explotación aérea racional, vinculado al flujo real de viajeros nacionales e internacionales y el disminuido turismo extranjero, que huyó en estampida ante la inflación que provocó el embullo Obama.
Los aviones vuelan con gasolina y se llenan ofreciendo confort, seguridad y buen trato; el resto son cuentos de aerovías para justificar el deterioro y el maltrato regular de Cubana de Aviación a sus clientes, que no promueven embargo alguno ni participan de la política norteamericana hacia la isla.
El propio hecho de que ahora se rompan contratos de vuelos compartidos y arrendamiento de aviones confirman la decadencia de Cubana y –como es habitual en el territorio libre– su dependencia de socios capitalistas coyunturales que han hecho caja con la desventura de la aerolínea nacional.
El exitoso Israel, incluida su autosuficiencia alimentaria pese a ser desértico, y no la URSS era el modelo a seguir por Cuba si realmente quería apostar por la independencia, y no verse ahora, 60 años después de la revolución que destruyó a la nación y su estructura económica, suplicando migajas aéreas en cuanto radiofaro se ponga a tiro, aunque se trate de un socio escaso de flota y confiabilidad.
La casta verde oliva lleva demasiados años posponiendo el sosiego y la felicidad de los cubanos en todos los ámbitos de la vida para conservar el poder absoluto, incluido el viajar en modernos aviones Falcon regalados por el fallecido Hugo Chávez, aunque justifican su acción política en solidaridad con causas perdidas como Venezuela.
La oligarquía habanera debía evitar seguir posponiendo las reformas indispensables que demanda Cuba con urgencia, incluida la revisión a fondo de su modelo aéreo como parte de una realista política económica y abandonar esa política exterior que sacrifica a la mayoría de los cubanos y privilegia a una minoría.
Ya no hay tiempo para andar abriendo tiendas para recaudar dólares con el Estado arruinado haciendo de mula, o anunciando que se estudiarán las tarifas de atracos por servicios consulares y otros trámites a la maltratada emigración, que sostiene económicamente al causante de su exilio, pero sin voz ni influencia política reales.
Trump será el catalizador de la desaparición de facto de Cubana de Aviación, pero los cimientos y la estructura de la autoliquidación aérea descansan en la anticubana política económica de Fidel Castro y sus continuadores.
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