Fantasma de Obama sobrevuela cena de los Reyes de España en La Habana

El gobierno cubano modificó programa oficial de la visita de los Reyes de España para posibilitar que Díaz-Canel respondiera el discurso del monarca sobre democracia y derechos humanos.

Los reyes de España junto a Díaz-Canel y su esposa © Casa Real
Los reyes de España junto a Díaz-Canel y su esposa Foto © Casa Real

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Este artículo es de hace 5 años

España pifió ante la matrería política del gobierno cubano, que modificó a última hora el programa oficial de la visita de los Reyes para que el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez respondiera a la exhortación española de asumir la democracia y el respeto a los derechos humanos como motores de los cambios en Cuba.

La Habana comunicó, minutos antes del inicio de la cena oficial ofrecida por los monarcas, que el mandatario cubano hablaría en la cena, a continuación del Rey Felipe VI, discurso que no estaba previsto en el programa oficial de la visita, pactado durante meses por ambas partes.


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El Ministro en funciones de Asuntos Exteriores, José Borrell anunció ayer que, al término de la visita real, hará balance de la estancia en una rueda de prensa y que con las autoridades cubanas se habría "hablado de todo"; pero la promesa ministerial no consigue ocultar la habilidad del gobierno cubano para manejar la presencia de los monarcas en la isla en correspondencia con sus intereses.

Felipe de Borbón es un Rey moderno, comprometido con los valores de la democracia, los derechos humanos y la ecología; pero anoche habló a los cubanos desde el antiguo Palacio de los Capitanes Generales de La Habana, símbolo del poder colonial español contra el que lucharon los independentistas cubanos. Madrid tendrá difícil explicar esta circunstancia que desaprovechó la majestuosidad del antiguo Centro Gallego, símbolo de la pujanza de la emigración española, que sí usó el entonces presidente norteamericano Barack Obama en su principal discurso en la capital cubana, desatando la réplica coral de cadetes bullangueros y la alegría y sorpresa en la mayoría de la población.

Como Cuba necesita a España y a la Unión Europea (UE) como el comer, Díaz-Canel midió su respuesta, en la que usó el atrincheramiento habitual del castrismo ante discursos de mandatarios extranjeros que incomodan y reconoció el papel "constructivo" de la antigua metrópoli y de Europa en sus relaciones con la isla. Como era de esperar, Díaz-Canel usó el voluntómetro, asegurando que su discurso obedecía a la voluntad mayoritaria de los cubanos, pese a que rara vez tienen la oportunidad de expresar sus verdaderos puntos de vista sobre lo que pasa en su país.

Recientemente, la UE dejó traslucir su sorpresa por la apuesta de la diplomacia cubana por Canadá como interlocutor con Estados Unidos; cuando Bruselas se ha desmarcado claramente de la política de Donald Trump hacia el tardocastrismo con un endurecimiento del embargo económico y sanciones a la cúpula, incluidos Raúl Castro y sus hijos.

La pifia española no es la única en torno a la visita de los Reyes, que ayer tuvieron que desautorizar -sin nombrarlo- al Embajador de España en Cuba, que días antes había asegurado que Felipe VI y Letizia harían una visita "cultural"; calificativo que anoche quedó superado con el posicionamiento claro del monarca a favor de la democracia, los derechos humanos y la pluralidad política, elementos que causan reacciones alérgicas en los gobernantes cubanos.

Habrá que esperar a la medición que haga el Equipo de Opinión del Pueblo, adscrito al partido comunista, sobre el impacto de la primera visita real española entre los cubanos, para comprobar si los medios oficiales se poblarán de machetes mambises, como hizo el fallecido Fidel Castro durante las negociaciones de la asistencia cubana a la Cumbre Iberoamericana de Guadalajara (México), en 1991.

A priori, La Habana parece satisfecha con la medida e imprevista respuesta de Díaz-Canel a Felipe VI, que está hilando fino en una visita complicada por la dictadura cubana que sigue sin pagar las deudas a empresarios españoles y por la inestabilidad política en España, que celebró elecciones generales justo un día antes del viaje real a La Habana, con un resultado que reforzó el bloqueo institucional y provocó un anunciado matrimonio de conveniencia entre el PSOE y Unidas Podemos, una coalición de izquierdas liderada por Pablo Iglesias, que sigue sin gustar al gobierno cubano, aunque no lo exprese de manera diáfana.

A estas alturas de la partida, Madrid tendrá que esforzarse por intentar, al menos, igualar el toma y daca bilateral, pues a España ni a sus monarcas conviene aparecer ante los ojos de los empobrecidos y silenciados cubanos, como aliados tácticos del tardocastrismo, enfrascado en la dolarización de su economía y en cuidar sus vínculos europeos como antidoto frente a Donald Trump; aunque sigue postergando al empresariado español en la isla y a que Cuba no ha pagado las expropiaciones forzosas a miles de españoles.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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