El gobierno cubano confirmó su enojo con el Rey de España, por su apelación a la democracia y los derechos humanos, designando a la presidenta de Santiago de Cuba, Beatriz Jhonson Urrutia, para despedir a los monarcas en el aeropuerto de esa oriental provincia.
España, que había anunciado una rueda de prensa de su Ministro de Asuntos Exteriores en funciones, José Borrell, como balance de la visita real, permanece callada desde que filtró a la prensa un imprevisto encuentro de Felipe VI con Raúl Castro, del que solo han trascendido imágenes y ninguna información sobre el contenido de la improvisada reunión, celebrada la mañana de este jueves en la capital cubana.
Borrell se pasó de frenada asumiendo como propio el término bloqueo, en vez de embargo económico, porque -aclaró- "hay que llamar a las cosas por su nombre". Pero al gobierno cubano pareció no bastarle el importante matiz de la diplomacia española y actuó, como si no hubiera oído nada.
Granma, periódico oficial del castrismo, podó el discurso del Rey para quitarle sus menciones a la democracia, los derechos humanos y la pluralidad y, no contento con su censura habitual, insertó su versión dentro de su nota con el discurso de Díaz-Canel; pese a que las palabras del presidente cubano fueron una improvisación de última hora y fue comunicada a la parte española minutos antes de comenzar la cena ofrecida por los visitantes.
La edición digital del periódico Sierra Maestra no informa sobre la despedida oficial en el aeropuerto internacional Antonio Maceo, y dedica su portada a un apicultor de la provincia; el resto de medios digitales cubanos reflejan la entrevista de Felipe VI con Raúl Castro y fotos de la estancia de los Reyes de España en Santiago de Cuba. Tampoco han trascendido detalles de la reunión de Felipe VI con miembros de la sociedad cubana, de la que solo hay fotos de Leonardo Padura, premio Princesa de Asturias y Jorge Peregurría, entre otros, junto a los monarcas.
Jhonson Urrutia es miembro del Consejo de Estado, pero la ausencia de Bruno Rodríguez, incluso de Díaz-Canel, que se fue a recorrer Caimanera en medio de la visita de los Reyes de España, revelan el enojo con el discurso real en la cena de los Capitanes Generales en La Habana y que no habría podido reconducirse en la charla entre Felipe VI y Raúl Castro.
El desplante de La Habana, que llevaba años reclamando una visita de los Reyes de España, refuerza el criterio de buena parte del arco político español y de la oposición cubana de que el viaje real era inoportuno e innecesario; circunstancia agravada por el nerviosismo del gobierno cubano con la huida de Evo Morales a México y el apresamiento de cuatro funcionarios de la isla con dinero en efectivo en El Alto, cercano a La Paz.
El canciller cubano, o al menos un viceministro encargado de las relaciones con Europa habría podido desplazarse a Santiago de Cuba y despedir a los Reyes a pie de avión, como hizo Raúl Castro con Barack Obama; pero el gobierno castrista ha preferido explicitar su enojo, pues Caimanera, donde estaba el presidente Díaz-Canel, dista minutos en vuelo de helicóptero a Santiago de Cuba; en caso de que Bruno Rodríguez estuviera negociando con el gobierno interino de Bolivia la salida de más de 700 cubanos del país andino.
El próximo gobierno español y la Unión Europea deberán reexaminar sus vínculos con La Habana, equilibrando sus intereses anti Trump y la defensa de los empresarios europeos en la isla, con respuestas sensatas a las maniobras y desplantes de La Habana, que sigue alternando la diplomacia con la trinchera y desplantes como el que acaban de sufrir los Reyes de España en Cuba.
Curiosamente, los Reyes españoles han volado de Santiago de Cuba a Washington para asistir a la celebración del centenario de la Escuela Edmund Walsh del Servicio Exterior de la Universidad de Georgetown, donde el entonces Príncipe de Asturias cursó un Máster, entre 1993 y 1995.
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