* Antiquísimo refrán que ya aparece en el siglo XVI, en LA CELESTINA. La comedia de Calixto y Melibea (acto VI entre Parmenio y Sempronio), escrita durante el Siglo de Oro de la literatura española.
Somos de generaciones diferentes.
Él es mucho más joven.
Nos movimos en la misma barriada, pero nunca tropezamos.
Los detalles exactos de cómo nos encontramos la primera vez, la verdad, es que no los recuerdo.
Seguro estoy que fue en la escuela de cine. En la cafetería que, para los más viejos estudiantes, los de mis años allí, resulta un poco ajena. Por nueva, pues no existía en nuestro tiempo, aunque hoy sea, casi, el centro de toda su movida.
Me comentó que era vecino del genial director Juan Carlos Tabío. *
* Atesoro con inmensa dicha y honor, el que haya sido un maestro que, después, devino amigo.
Estudiaba guion, creo. Yo, hacía años me había graduado y ya era un director reconocido.
Gracioso, de buen ver - no es mi tipo, pero, igual, le eché un looking - y de fresco que es, porque le gusta la guasa con todo el mundo - se metió ipso facto conmigo.
Me dio risa y le seguí la corriente. Le di cuerda. Saber que era cubano y que estudiaba en la misma escuela, en la que me sentí nacer por segunda vez y de la que, ya hacía más de una década, me había graduado, me hicieron sentirlo, sin proponérmelo, como si fuese un hermano más pequeño, al que debo siempre atender. *
* ¡Cosas de viejo! Siento la misma familiaridad con todos los “eicetevianos” de cualquier año de formación.
Y hasta me cagué de la risa cuando, al final de nuestra primera conversación, me amenazó vaticinando:
- ¡Ya me caerás atrás como un perro para que trabajemos juntos!
Me di vuelta para saborear el ocurrente atrevimiento que, remató con un bullicioso ladrido, seguido por su desmedida sonrisa. *
* Esa que sabe muy bien ofrecer y acompañar con una sonora corta carcajada.
- ¡Jauuuuuuuuuu! - aulló.
Así, quedó entre nosotros ese extraño saludo que aplicamos cada vez que nos vemos, o hablamos. Yo le ladro, o el a mí. Aunque nadie nos entienda.
Después, vi un corto suyo. LOS BAÑISTAS. En una Muestra de Cine Joven. Me partí de la risa, de nuevo.
Me pasó un guion escrito para Humberto Solás. * Me dio ganas de dirigirlo.
* Creo, se llamaba ARTEMISA. ¿O sería GUANAJAY? Un pueblo de cuyo nombre no me logro recordar.
No llegó a concretarse nada, mas, en cuanto apareció la primera oportunidad de vincularlo a mi obra, no dudé, un segundo, en hacerlo.
El primer CREMATORIO. EN FIN… EL MAL fue escrito, a la carrera, como parte final de un largometraje compuesto por cinco historias, dirigidas por cinco directores diferentes, que nunca se llegó a realizar.
Y, cuando apareció la posibilidad de filmarlo, inmediatamente le propuse que lo leyera y me diera su parecer.
Me lo devolvió diciéndome que ahí estaba todo. Y que era muy poco o, mejor dicho, nada, lo que podía aportar.
De todas maneras, le insistí, le rogué, casi que lo obligué, a que me dejara colocarlo, a mi lado, en esa obra y asumiera la coautoría de una historia que ya estaba escrita. * Una especie de alter ego, consultor, mano derecha, o asesor.
* Pues buscaba, además, colaboraciones con otros artistas jóvenes, tales como Eduardo Eimil y Carlos Gutiérrez, con quienes compartimos, respectivamente, el segundo y tercer cortometrajes de la serie.
No sé si me respondió que hiciera lo que me diera la gana. Y eso fue, en definitiva, lo que terminé haciendo.
Sin embargo, me insistió en que mantuviera el título. Por supuesto, por la lógica o consiguiente asociación con mi primer apellido.
Ni siquiera recuerdo haberlo visto por la filmación. Aunque no soy de fiar en eso, pues, en medio de tantas obligaciones, es posible que, si pasó por allí, lo haya pasado por alto mi memoria.
Ya él andaba tejiendo lo que se convirtió en su primer largometraje.
Me invitó y estuve en su boda. A dos cuadras de lo que fue mi última casa en la Habana.
Hablamos por teléfono alguna vez. Quizás no tanto como, ahora, chateamos. Yo andaba a la carrera, en mi rumbo y él, en lo suyo, también.
Ya nos sabíamos amigos y la amistad no necesariamente precisa de cercanías físicas.
Casi, por ese tiempo, estrenó MELAZA, su primer largometraje*. Por supuesto, que lo aupé e integré el, cada vez más amplio, club de sus fanes.
* Del que me sentí, en parte, parte motriz. Pues yo le presenté a un amigo francés que devino, luego, en uno de sus productores.
Por eso en el Festival de cine latino de Vancouver, en Canadá - donde ofrecieron la primera y única retrospectiva de mi obra, hasta ahora - como miembro del jurado, me puse duro y le llevé a casa su primer premio internacional. *
* Todo jurado negocia y yo no me iba a quedar sin premiar a quien quiero y en quien creo.
Coincidimos, luego, en un festival en los viñedos del sur de California. *
* Tampoco recuerdo el nombre, pero era rico con cojó…y a nosotros, de naturaleza optimista, aquello nos vino de perilla. Sobre todo, vino. De ahí es la foto que acompaña a esta crónica y que explica su look subido de tragos.
Allí estuvimos con Claudia Calviño - en ese entonces, su esposa y productora - Pichi Perrugorria y ese, más que maravilloso, ser que a menudo le acompaña y que responde al sonoro y justo nombre de Elsa María Lafuente de la Paz.
* Nunca estuvieron mejor colocados dos apellidos. ¡Qué clase de mujer!
Más tarde, nos invitaron, juntos, a defender nuestros proyectos en un evento de CINERGIA en Costa Rica.
Yo llevaba mi guion FE DE RATAS* y ellos, SANTA Y ANDRÉS. *
* Aún por filmar.
Cuando salimos del primer encuentro, me vaticinaron, un poco decepcionados, el triunfo ante el carácter “alegre” de algún que otro jurado masculino y mi abierta y despreocupada condición gay.
- Ja, ja - me reí - eso no siempre funciona así. Y les tranquilicé.
Ganaron ellos. No me equivoqué.
Por suerte. Porque contribuyó a que se hiciera realidad esa hermosa película que removió los cimientos de la cinematografía cubana en su momento.
Fue la censura subsiguiente, al siguiente año de la mía. *
* En Cuba la censura cinematográfica es cíclica. Desde PM no han dejado de ejercerla.
No pude estar en su estreno, pues ya vivía en el exilio.
Por eso, cuando la pasaron en el festival de Miami, corrí a verla. Él gestionó, desde Cuba, que me dejaran entrar gratis.
Y la adoré. Por supuesto. Desde el patio de un efficency en Westchester, le aullé a las estrellas para que le avisaran de lo mucho que me había gustado. *
* Y también se lo hice saber en un mail, que no soy tan comemierda.
Un tiempo más tarde, en mi cumpleaños, escribió algo muy lindo sobre mí.
Y después sacó un artículo todavía más hermoso.
Porque resulta que, además, el cabrón, es muy bueno escribiendo.
¿Cómo ripostarle, entonces?
Ahora se unió con uno de LOS CARPINTEROS* - Marcos A Castillo - y han hecho, entre los dos, un pequeño corto,
* Unos genios que andan escapados, desde hace años, por todo el mundo, haciendo buen, original e irrepetible arte cubano y son referencia obligada en nuestra excelente plástica contemporánea.
Cinco minutos, que conmueven, se siembran en el alma y desatan un maremágnum de introspecciones.
Sobre todo, para los espectadores cubanos.
GENERACIÓN no es sólo un retrato del concepto mismo y del paso del tiempo. En nuestro contexto, el pequeño filme - inmenso, sin embargo, en su significado - se alza como alegato a los días perdidos, a las vidas sacrificadas a lo largo de estos años.
Ya nunca más podré escuchar, de la misma manera, a la musicalísima, Beatriz Márquez, cantar:
“Hoy tú me estás pidiendo amor
y yo no puedo darte nada,
perdón, no sigas, por favor,
porque la llama del amor,
no enciende pólvora mojada”
Me pasa, con su obra, lo que con otro Carlos: Quíntela.
Cada vez que veo algo de lo que han hecho, he pensado que me hubiera gustado haberlo hecho yo
¡Cuánto aliento, compromiso, orgullo e inspiración en cada uno de sus planos, cada sonido, cada color, cada letra!
¿Hasta cuándo Carlitos Lechuga seguirás sorprendiendo?
Dime hasta cuándo.
Y ojalá tu respuesta sea: ¡hasta siempre! *
* O hasta después que me muera. Que es lo más lejos que me parece.
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