La capital cubana acaba de ser considerada entre las 50 ciudades más bellas del orbe según la compañía Flight Network. Anteriormente su centro histórico había sido incluido por la revista británica Time Out entre los 50 barrios más “cool”; y un poco antes La Habana fue considerada una de las siete ciudades maravillas del mundo moderno por la Fundación New7Wonders.
Parecen noticias optimistas, pero los lectores reaccionan a ellas con incredulidad. “¿Cómo es posible si se está cayendo?” es uno de los comentarios más comunes.
Estas selecciones se sustentan en historias de postales turísticas, imágenes tomadas a unas calles del circuito marcado en una guía. Pocos visitantes se adentran en el corazón de la ciudad porque caminar La Habana no es un ejercicio fácil para quien no la conoce.
Es necesario tener siempre un referente en el paisaje para no perdernos en ella, lo que se conoce en urbanismo como “hito”. Entre los hitos de La Habana podemos citar el Capitolio, el Castillo del Morro, el Coppelia, el Cementerio de Colón, el Hotel Nacional, etc.
Los hitos de la capital acaban de ser restaurados en saludo al 500 aniversario de la ciudad y ofrecen excelentes postales para los turistas. Al intentar conectar un punto y otro en sus guías pasan inevitablemente por zonas reales que muestran el rostro de una ciudad bombardeada.
¿Por qué son evocadoras las imágenes de una Habana hecha pedazos? Porque son el reducto de un tiempo pasado que bajo la luz cobriza de una puesta de sol puede poetizarse con facilidad, sobre todo quien no la habita.
Sin embargo, cuando eliminas los filtros afloran los rostros cansados tras un día sin agua en el hogar. Haces un zoom a la postal y descubres los humildes trajes que flotan en los cordeles. Miras las caras y ves gente que cavila sobre sus problemas.
La Habana es una ciudad madura que debe interpretarse con ojo crítico y esa no es tarea de un turista. Es cuestión de la prensa, de los comunicadores, de los científicos mostrarle a la gente que el verdadero desarrollo del turismo se acompaña de una regeneración real del tejido urbano, cosa que no se aprecia en La Habana.
Lo que hemos visto hasta el momento en La Habana no es más que una puesta en escena, la preparación de la ciudad para la sesión de fotos tras sus 500 años. Los cubanos lo saben y aquí radica la sorpresa ante cada nuevo galardón de belleza.
No hay dudas del potencial de la ciudad, sino de que su estado real merezca loas, porque cuando te alejas de sus hitos, cuando te decides a perderte en La Habana sin miedos en busca de la verdad, adviertes que sobrevive bombardeada por la desidia.
Las grandes ciudades se descubren caminándolas, perdiéndote en un barrio y encontrando atajos a tu destino. Los turistas lo saben y quizás por eso les gusta simular que se pierden en La Habana. Buscan un buen recuerdo, no una verdad. La Habana les cabe en una postal.
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