Una mujer cubana vive junto a su hijo discapacitado en deplorables condiciones, en la provincia de Santiago de Cuba: una casa hecha con tallos de bambú, desprovista de lo más elemental para subsistir.
Algunas de sus escasas pertenencias son una cama remendada, un par de cazuelas destartaladas y un televisor con piezas improvisadas, según imágenes que comparte el medio Cubanet en la plataforma de Youtube.
María Caridad Rodríguez Vera reside en la localidad de Songo La Maya, con su hijo de 36 años, que nació con una malformación congénita en el riñón derecho, por lo cual tuvieron que extirparle el órgano con solo tres días de nacido.
Desde entonces quedó sordo y mudo, ya que la intervención quirúrgica le afectó el nervio auditivo y la cervical. El joven, además, padece de un retraso mental severo, de acuerdo con su madre.
La mujer relata que los trabajadores sociales se han presentado pocas veces a su precaria vivienda.
“Yo no veo que nadie se preocupa”, lamenta.
Su historia es verdaderamente conmovedora, pues Rodríguez perdió a su otra hija hace 27 años. Ahora cuida sola de su hijo, quien necesita atenciones especiales por los problemas de salud que enfrenta. El padre del muchacho nunca se ha preocupado por él.
Según recomendaciones médicas, atendiendo a la falta de uno de sus riñones, el joven debe beber agua fresca.
Sin embargo, esto no siempre es posible, ya que la casa no posee ningún equipo para regular la temperatura del agua, de manera que, cuando las altas temperaturas arrecian, la madre solo puede suministrarle líquidos calientes.
Además, la mujer tiene que cargar agua en cubos desde un pozo, ubicado a varios metros de la vivienda.
Rodríguez dice sufrir de artritis, lo cual impide que a veces pueda cargar toda el agua que necesita porque las rodillas comienzan súbitamente a dolerle.
Ella explica que el Estado le entrega una pensión mensual por su hijo de 236 pesos cubanos (menos de 10 dólares), aunque no esté en condiciones de salud ni de otro tipo para trabajar por su cuenta.
Hace algunos años —recuerda—, acudió en busca de ayuda a la sede provincial del Partido Comunista. Su casa había sido devastada por el huracán Sandy, pero el Estado solo le proporcionó unas planchas de zinc para instalarse un techo.
Cuando el viento sopla y llueve afuera, el aire introduce el agua por las hendiduras del bambú de las paredes. Rodríguez trata de remediarlo con trozos de nailon.
Hoy asegura que se siente totalmente desamparada por el gobierno cubano.
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