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Cuba arrecia la represión para encarar jubilación de Raúl Castro y reformas limitadas

La estrategia represiva pasa por la casi aniquilación de la oposición para encarar una reforma política y económica limitadas, de cara a la jubilación de Raúl Castro Ruz.

Policía en Cuba (Imagen de Archivo) © CiberCuba
Policía en Cuba (Imagen de Archivo) Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 4 años

El gobierno cubano pretende organizar la jubilación de Raúl Castro Ruz (2021) con la aniquilación de la oposición y luego encarar reformas política y económica limitadas y parciales, que faciliten el entendimiento con Europa y Canadá, como fórmula defensiva frente a una probable reelección de Donald Trump, con quien tampoco descarta entenderse usando a Venezuela como clave de una negociación bilateral.

La actual ola represiva contra opositores, artistas y periodistas independientes -que marcará un hito con el enjuiciamiento de José Daniel Ferrer- persigue aniquilar a la disidencia interna, amedrentando -de paso- al resto de descontentos, que en Cuba es la mayoría de la población porque el tardocastrismo sigue fracasando económicamente por su miedo crónico a reformas estructurales que impliquen luego cambios políticos.

Los dos bloques de poder, la casta tecnócrata verde oliva y los comunistas burócratas de guayabera difieren sobre el alcance y ritmo de la transformación económica, pero se mantienen unidos por el miedo común a compartir el poder y los más audaces de ambos bandos que -hasta hace poco propugnaban por meter a un sector de la oposición en la Asamblea Nacional- han congelado su entusiasmo por el efecto Guaidó y la hostilidad de Donald Trump.

Las detenciones y enjuiciamiento de Ferrer, Jesús Quiñones y las retenciones preventivas y temporales de otros opositores como el médico Oscar Elías Biscet, Guillermo Fariñas, Luis Manuel Otero Alcántara, la periodista Iliana Hernández y la prohibición de viajar al extranjero a Reynaldo Escobar y otros cubanos forman parte del clima de represión desatado en las últimas semanas.

Amedrentando a la oposición, las autoridades buscan también lanzar un mensaje de miedo al resto de la ciudadanía que -aún cuando no comparta la plataforma política de los opositores- está agotada por la escasez y la tristeza que genera la pobreza impuesta y tampoco se cree que la culpa sea toda de Donald Trump, como pretender hacer ver el régimen.

Díaz-Canel y Marrero Cruz no quieren sobresaltos de cara a la jubilación de Raúl Castro Ruz, en la primavera de 2021, cuando la batuta del Partido Comunista de Cuba pase a manos del actual presidente, que compartirá ambos cargos, en una reedición parcial del viejo esquema político.

Pero contra sus afanes conspira la crisis económica estructural que padece la isla por la reedición con Venezuela del fallido modelo de dependencia de la URSS, que rescató Fidel Castro Ruz para congelar cualquier atisbo de reforma económica, que entonces propugnaban militares y empresarios.

En este ambiente y aún sin tener pactado los extremos de una probable alianza táctica con la Unión Europea para que apoye una reforma política y económica limitada, los tardocastristas pretenden dibujar la oposición a su imagen y semejanza, concediendo un trato menos represivo a corrientes socialdemócratas, movimientos culturales y ciudadanos que no caigan en la tentación política y algunos defensores de negros y mestizos a los que intentarán profesionalizar en círculos de debate académicos.

El peso de la negritud en la táctica cubana obedece a la necesidad del régimen de afianzar sus lazos con el Caucos negro y los demócratas moderados de Estados Unidos, como aquella vez, cuando recién electo Barack Obama, el comandante en jefe recibió a un grupo de congresistas norteamericanos en su retiro próximo a Punto Cero, con una pregunta: ¿Cómo podemos ayudar al hermano Obama?

La Democracia Cristiana y el gobierno cubano mantienen discreto silencio sobre un posible diálogo bilateral, como el explorado por Gabriel García Márquez, a pedido de Fidel Castro Ruz, cuando se sintió abandonado por los soviéticos en los años 90 del siglo pasado.

Los democristanos siempre asumen un "low profile" en la agenda bilateral, sin dejar de decir y hacer lo que piensan, pero evitando la algarabía típica cubiche y con la contundencia y eficacia de Consenso Cubano, por ejemplo.

En el caso de los Liberales cubanos, siguen moviéndose con discreción pero con voluntad de diálogo; que aún no ha sido respondida por La Habana, que observa y escucha los gestos de cada grupo, evalúa y calla, de momento.

Con la emigración, el gobierno seguirá usando, con matices, la vieja y controvertida táctica de la entonces Dirección General de Inteligencia (DGI) que dividió a los emigrados en dos grupos: Malos y gusañeros, mitad gusano, mitad compañero.

Esta política ha tenido indudables réditos económicos, como lo demuestran las solidarias remesas y recargas; pero ha sido fallida políticamente como demostró la estampida del Mariel, de la que se cumplen 40 años en abril próximo, cuando habrá cumbre en La Habana para anunciar una probable rebaja en las tarifas consulares; margen hay de sobra, y condenar el bloqueo a Cuba. El de afuera, no el de adentro. Que quede claro.

Europa, incluidos socialdemócratas y comunistas conocen la realidad de Cuba, a la que critican en privado; aunque luego se escudan en las llamadas conquistas sociales de la revolución y el papel desempeñado por La Habana en el proceso de paz de Colombia para justificar su paciencia con la dictadura castrista.

Los estrategas del Palacio de la Revolución conocen las antipatías que despiertan en el mundo democrático, pero se aprovechan de la bronca entre el Viejo Continente y la Casa Blanca a causa de diferendos comerciales como son el ancho de banda 5G de la china Huawei, la tasa Google, el cambio climático y otras piruetas, que también aprovechan Moscú y Beijing, dos aliados políticos de La Habana.

España, que habría podido desempeñar un papel más positivo en favor de la reforma cubana, ha cerrado filas con el tardocastrismo y el chavismo hasta el extremo de enfadar a Washington y sus aliados europeos con la rocambolesca escala de Delcy Rodríguez en Madrid, camino de Turquía.

En paralelo a la bronca política en España, la Casa Blanca ha ordenado a sus servicios de Inteligencia no compartir información sensible con Madrid y permanece impasible ante la ofensiva geopolítica de Marruecos y Argelia, en las fronteras marítimas.

Canadá quiere marcar distancias con Trump y La Habana ha aprovechado el matiz de Trudeu para acercarse a Ottawa, con quien tuvo que disculparse por los feos ataques sónicos en suelo habanero contra sus diplomáticos y recompensarla con su designación como interlocutor de privilegio con Washington para el tema venezolano; preferencia que enfadó a Bruselas, que pocas veces logra acertar con los designios habaneros.

Realmente, el sueño más caro de los cincuentones es arreglarse con Estados Unidos y saben que Venezuela es una oportunidad de oro para intentar volver al clima Obama, que el miedo de Raúl Castro Ruz tiró irresponsablemente por la borda, a una edad en que la política y la biología no dan segundas oportunidades.

Si La Habana recibe garantías de que una contribución suya a la salida de la crisis venezolana provocaría una distensión real con Washington y algo de cuota petrolera, una vez PDVSA supere el infarto agudo de miocardio que le provocó el comunismo despilfarrador y corrupto de Chávez y Maduro; no dudaría en preparar las honras fúnebres del compañero Nicolás, que sería útil hasta después de muerto políticamente.

De ahí que La Habana se deje querer por el Grupo de Lima, con quien aprovechará la ocasión para intentar persuadirlo de la conveniencia de la salida de la Secretaria General de la OEA de Luis Alamagro, uno de los suyos que se convirtió en piedra incómoda en las botas de castristas y chavistas, desde ese ¿ministerio de colonias yanquis?

Pero nada de esto, resolverá la crisis económica de Cuba y los padecimientos de su noble pueblo, si acaso un alivio para un trasplantado cardíaco que vive pendiente del atraque de un petrolero extranjero y la intensidad de la llama de la refinería Ñico López.

Pese al cerco, que será despiadado, la oposición cubana tendría una oportunidad de oro para poner a los cubanos y su fatiga en el centro de su estrategia política; mientras el tardocastrismo insiste en desplazar al conflicto real a la arena internacional, como factor de justificación permanente a su desastre y causa de legitimación multilateral.

¿Aguantarán tecnócratas verde oliva y comunistas enguayaberaos su bronca solapada hasta la jubilación con honores y aplausos de Raúl Castro Ruz y los veteranos que lleguen vivos a la primavera del año que viene? Lo real en política- advirtió José Martí- es lo que no se ve y los tiempos de la gente no suelen coincidir con el reloj del poder.

Cuba está urgida de una revolución cívica que promueva una efectiva reconciliación nacional, basada en la riqueza material y la justicia, que envuelva a los cubanos en el goce de la diferencia. Y en este empeño, pueden encontrarse los moderados de ambas orillas, casi siempre silenciados por el estrépito habitual de radicales, oportunistas y cobardes.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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