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A Alex Bregman le adivinaron un espacio en el centro de la espalda y justo allí le colocaron la pelota. José Altuve corrió una suerte similar, y hasta el cubano Aledmys Díaz degustó ya la dolorosa medicina del bolazo. Son los Astros en la pretemporada 2020.
De poco han servido las amenazas del comisionado Rob Manfred cuando adelantó severas represalias contra quienes se tomaran la justicia por su mano a la hora de castigar el robo de señales del equipo de Houston. Para nada es casual –no puede serlo– que, a estas alturas, los campeones de 2017 acumulen siete deadballs en igual número de juegos de Spring Training.
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Desde los cuarteles de los siderales intentan restar importancia a lo que pasa, alegando que no han sido envíos intencionales. No obstante, lo cierto es que ahora mismo Houston tiene una media de un pelotazo por partido, muy superior al 0.41 que registraron en toda la campaña previa.
De momento, mientras reciben abucheos de un estadio en otro, a los Astros solo les queda orar por que la situación se tranquilice. Pero la gente, ya se sabe, no olvida tan fácil, así que dudo mucho que puedan darse el lujo de acudir sin presiones añadidas en cada vez al bate. ¿Que Altuve solo recibió tres deadballs en 124 juegos en 2019? Sí, verdad. Lo complicado será que ahora logre repetir tan baja cifra.
Él, y los demás.
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