El General de Ejército Raúl Castro Ruz debió sentirse incómodo con las torpezas de sus pupilos frente al coronavirus y los convocó de urgencia el viernes 20 para leerles la cartilla, luego los mandó a la Mesa Redonda y se colocó en su posición favorita de segundo escalón de fuego, preservando a los militares del desgaste lógico que provocará la epidemia en los cuadros del tardocastrismo.
Al menor de los Castro Ruz le producen alergia los experimentos con gaseosa y las improvisaciones y -sabiendo que el establishment norteamericano no permitirá el naufragio del castrismo en esta hora- convocó a los cincuentones para anunciarles que se había acabado el recreo y que no habrá dulces para todos.
Nada raro en el poder cubano, donde parece que nadie escucha, como ya ocurrió cuando el propio Raúl Castro tuvo que exigir que se dejara de bordear el precipicio, en clara alusión a la experimentación sonora de la economía y sus lineamientos.
Miguel Díaz-Canel Bermúdez apareció en televisión con blanca guayabera; Manuel Marrero Cruz con negra guayabera; como si guardara luto, y del gobierno hubo dos ausencias notables: Los ministros de Interior y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, que dejaron a presidente, primer ministro y resto de compañeros solos frente a Randy Alonso, una corte de burócratas de los milagros y millones de cubanos asustados frente a la pantalla.
El vicealmirante César Gandarilla Bermejo y el General de Cuerpo de Ejército Leopoldo "Polito" Cintra Frías debieron arropar al presidente en su duro trance, pero la guara del "cuate" vive en el low profile y, en ambos casos, ya tienen movilizadas a sus huestes porque militares e Iglesia Católica son los únicos actores cubanos con estructura territorial del Cabo de San Antonio a la Punta de Maisí, incluida la Isla de la Juventud, y los partes diarios de la Contrainteligencia son imprescindibles en la hora del coronavirus.
En lo que dura una Mesa Redonda, el gobierno renunció al juego de la ruleta rusa con el COVID-19, aparentando que esa desgracia no iba con Cuba, haciendo propaganda de su impotencia médica y, a río revuelto, intentando recaudar divisas convirtiéndose en una especie de hospital flotante con Interferón Alfa 2 capaz de salvar a la aterrada humanidad.
Díaz-Canel estuvo todo el tiempo a la defensiva y confirmó su estado de fragilidad emocional cuando reveló la cifra de 21 contagiados de manera inconexa, que luego obligó al ministro Portal Miranda a reconducir la información, pero ya era tarde, porque los cubanos advirtieron el rejuego entre coronavirus y otras pruebas de dolencias respiratorias.
La orden del General de Ejército llegó hasta la prensa anticubana que paga el Buró Político del Partido Comunista que -tras varios días de terrorismo mediático y con lady Escobar desatada- este domingo Cubadebate publicó una nota glosando un artículo de la revista "Nature" y con un titular sugerente: El nuevo coronavirus no es un producto de laboratorio. Rectificar es de sabios.
Un vistazo a la secuencia informativa del gobierno cubano entre viernes y sábado revela que la nota de nuevos casos, despachada por el MINSAP desde las 8 de la mañana del sábado, según su web, no fue divulgada por los medios oficiales hasta bien tarde en la noche, hora de La Habana.
El trabalenguas estaba asegurado desde que Díaz-Canel se mostró dolido con aquellos que criticamos la evacuación de viajeros y parte de la tripulación del crucero MS Braemar y solemnizó diciendo que ya la historia se encargaría de poner a cada uno en su lugar; temeridad que imitó su ministro de Economía, al asegurar, en un infortunado tuit, tener la receta para paliar la crisis que provocará la epidemia de coronavirus.
Marrero Cruz, que es el Caballo de Troya de la tecnocracia verde oliva en la nomenklatura, evitó improvisar y, con gesto contenido, leyó y dio paso a los ministros y ministras que se explicaron con desigual fortuna en el peor momento escénico que les ha tocado vivir, hasta el momento.
Pero ni leyendo, acertó el flamante premier, pues anunció la entrada en vigor de una cuarentena para todos los viajeros que llegaran a la isla, a partir del martes 24, y este sábado un tenso representante oficial cubano en Madrid, realizó una ronda de llamadas para avisar a sus socios españoles que el aislamiento se adelantaba a ya mismo.
De sus palabras, queda la cabezonería de mantener las escuelas abiertas, que debe ser el último fleco pendiente de la estrategia oficialista que -discretamente- presionó a las jerarquías religiosas en Cuba para que no cerraran sus instalaciones educativas, petición a la que han accedido.
Pero el coronavirus es tozudo y explosivo y va provocando cambios diarios, en la inicial y errónea estrategia gubernamental, que fue corregida severamente en la Mesa Redonda y en las actuaciones posteriores, aunque las cifras siguen dándose a cuenta gotas, espaciando los días de test con la información de nuevos contagios.
Una de las incógnitas que más inquieta a los cubanos es cuántos enfermos asintomáticos habrían entrado a la isla en el último mes, provenientes de focos infecciosos de COVID-19, en medio de la irresponsabilidad oficial, evidenciada por una jacarandosa burócrata del Ministerio de Turismo que invitaba a daiquirís y mojitos a medio mundo, horas antes del anuncio oficial de suspensión de la Feria Internacional, que iba a llenar Varadero de turoperadores y ejecutivos de cadenas hoteleras, con los rusos como invitados de lujo.
La notable ausencia pública de militares en la gestión de la crisis confirma el enojo raulista y su estrategia habitual de preservarse junto a su guara y subordinados por si fuera inevitable intervenir; mientras mantiene hilo directo con Marrero Cruz, José "Amadito" Ricardo Guerra y Homero Acosta Álvarez, su trinidad en la vigilancia revolucionaria de la generación de la compota de palo.
Quizá Raúl Modesto Castro Ruz jamás pensó que su jubilación, prevista oficialmente para abril de 2021, se complicaría tanto por culpa de un virus llegado de China y un descendiente de escocesa y alemán que manda en la Casa Blanca por una disputa del establishment.
El COVID-19 y Donald Trump son temporales, pero la enfermedad infantil del comunismo que padecen los graduados de la "Ñico López" y del Colegio Nacional de Defensa es que no pudieron ser adultos hasta la enfermedad de Fidel.
El único General de Ejército de Cuba los animó a tomar riendas, pero tantos años temiendo al caballo, que evitó y persiguió a cualquier grupo autónomo, acabó metiendo a la caballería mambisa en la guardarraya, donde si llueve hay fango y, si se seca, el polvo nubla todo.
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