La población china intenta recuperar las urnas funerarias de sus seres queridos fallecidos por coronavirus, en cumplimiento de la tradicional Fiesta de los muertos (Qingming). que se celebra anualmente los 4 y 5 de abril.
Pero los chinos soportan largas colas de espera frente a los crematorios de la ciudad de Wuhan, epicentro de la epidemia, y otras regiones, para recoger las cenizas de los familiares desaparecidos.
"Las personas deben ser enterradas para que puedan llorar sus muertes. Las autoridades decidieron que durante el pico de la epidemia, era imposible entregar las urnas a las familias porque todo estaba en medio de una epidemia. La gente no podía venir a buscar las urnas, por lo que estaban apiladas y solo comenzaron a distribuirlas allí hace unos días", explica Marie Holzman, presidenta de la asociación Solidarité Chine al medio France Inter.
El COVID-19 ha matado a dos mil 535 personas en Wuhan, una ciudad de 11 millones de habitantes, pero la saturación que sufrieron los hospitales, los intentos de las autoridades por encubrir el brote en sus fases iniciales o los cambiantes criterios para registrar los casos oficiales alimentan las especulaciones en redes sociales y los medios de comunicación independientes.
Fotografías con cientos y cientos de urnas almacenadas sugieren que los muertos fueron muchos más que los declarados oficialmente.
En febrero murió el doctor Li Wenliang, que había avisado en diciembre de la inminencia del brote de coronavirus en un chat médico, y fue amonestado por la seguridad del estado y criticado en un editorial del "Diario del pueblo", el órgano oficial del Partido Comunista chino, por "propagar rumores falsos".
Un periodista denunciante, bajo el seudónimo "Ojo frío en las finanzas", mostró imágenes de personas haciendo fila en el lugar donde se distribuyen las urnas en la ciudad de Wuhan.
El periodista explicó que hay ocho grandes crematorios en la región y tomó fotos, en secreto, de uno de ellos, donde calculó que se estaban entregando a razón de 500 urnas por día, en cada incinerador de cadáveres, que arrojan cifras muy superiores a las reconocidas oficialmente por el gobierno chino.
Según el registro oficial de la ciudad, en el último trimestre del año pasado, fueron incinerados 56 mil siete fallecidos, en una cifra que supera, en mil 583 a las del cuarto trimestre de 2018. Esas cifras sólo incluirían el inicio del brote, ya que los primeros casos de "una extraña enfermedad respiratoria", se registraron en diciembre.
Caixin, una publicación independiente, asegura por su parte que la semana pasada llegaron dos cargamentos de alrededor de dos mil 500 urnas a una sola funeraria, tanto el miércoles como el jueves.
Según este medio, no ha sido incluida en el recuento oficial mucha gente que murió con síntomas de COVID-19 pero sin que le hicieran la prueba.
También habría que tener en cuenta a los que murieron por otras enfermedades debido a que no pudieron ser atendidos adecuadamente debido a la saturación en los hospitales con enfermos de coronavirus, recordaron los medios independientes chinos.
La agencia de noticias Bloomberg ha llamado a las funerarias de Wuhan, pero ninguna quiso revelar qué número de urnas habían recibido o habían entregado ya a familiares.
Ya se sabía que China había mentido sobre las fechas del inicio de la epidemia, y ahora parece cada vez más evidente que también mintió sobre el número de víctimas, coinciden periodistas, médicos, ONGs e instituciones internacionales.
En un comunicado divulgado la semana pasada, los países del G7 acusaron al régimen chino de llevar a cabo una campaña intencional de desinformación y de haberse convertido, con esta actitud, en una amenaza para la salud mundial.
Por su parte, la ONG Reporteros sin Fronteras cree que el régimen chino es responsable de la situación actual y explica que en ese país la censura pudo haber amplificado la crisis.
El aparato de propaganda china intenta contrastar las decenas de miles de muertes en Europa por la epidemia, y los cientos de miles en el mundo con la tres mil 200 víctimas solo en China. El mensaje subliminal es que una dictadura protegería mejor a sus conciudadanos que las democracias, apuntan los observadores independientes dentro y fuera del país
Pero en Occidente también hay polémica sobre la contabilidad que sostienen las estadísticas oficiales, como en los casos de países europeos.
Francia solo contabiliza a quienes fallecen en hospitales; España tiene dificultades para unificar datos llegados de las comunidades autónomas y no registra muertes en residencias de mayores sin test, y el Reino Unido no empezó a contemplar la COVID-19 como causa de muerte hasta el 5 de marzo.
Hasta en la estricta Alemania las cifras oficiales están en duda. El pasado martes, Der Spiegel recordaba que, según el centro el Instituto Robert Koch (RKI), encargado de contabilizar los datos de conoravirus, el número de contagiados había aumentado en casi cinco mil personas entre lunes y martes, mientras que el domingo fueron cuatro mil y el sábado, dos mil fallecidos.
Teóricamente, la oficina de sanidad local registra los casos y los transmite a la oficina regional en el mismo día, que a su vez lo reenvía al RKI, que lo incorpora a las estadísticas nacionales al día siguiente. Pero eso no siempre funciona, a veces, los datos municipales tardan más en llegar al RKI, sobre todo en fin de semana.
La fiabilidad de los datos sobre la epidemia es clave para adaptar la respuesta al virus, y estadísticas engañosas pueden conducir a respuestas no adecuadas, subrayan los expertos sanitarios.
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