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La tragedia americana: Un millón de contagiados de coronavirus en Estados Unidos

La pandemia ha puesto bajo cuestionamiento la capacidad del sistema de salud de Estados Unidos y la eficacia de sus instalaciones para responder a situaciones de emergencia.

Escenas del espanto cotidiano que vive Estados Unidos. © Pixabay
Escenas del espanto cotidiano que vive Estados Unidos. Foto © Pixabay

Este artículo es de hace 3 años

Estados Unidos acaba de traspasar la cifra del millón de contagiados con coronavirus, una devastadora tragedia para la nación emblemática del poder global que abre múltiples interrogantes sobre los retos económicos y sanitarios del futuro.

De acuerdo con los datos de la Universidad Johns Hopkins, los casos positivos del COVID-19 alcanzaron este martes 1.002.498, con 57.266 muertos en territorio estadounidense, lo que significa un tercio de todos los enfermos reportados a nivel mundial. Apenas un día antes, las estadísticas internacionales habían llegado a los tres millones de infectados.

El arribo de la nación americana a la alarmante cifra se produce justamente en la semana en que numerosos estados y gobiernos locales han empezado a dar los primeros pasos para reabrir la economía y retornar a la normalidad en sus territorios, una decisión que ha disparado las alarmas, enfrentado posturas políticas y polarizado aún más a un país ya hondamente dividido desde antes de la aparición del COVID-19.

La situación en Estados Unidos ha experimentado un crecimiento en espiral de la pandemia desde que fuera identificado el primer caso, el pasado 20 de enero.

En dos meses y seis días después se convirtió en epicentro mundial de la pandemia y en apenas otro mes escaló vertiginosamente de 83.836 al millón de casos.

Con una población de 328 millones de habitantes, Estados Unidos reporta un 0.3 por ciento de enfermos y una mortalidad de 5.7 por ciento, la tercera más baja en la lista de los diez países con mayor cantidad de casos después de Alemania (3.8 %) y China (5.5 %), y las autoridades gubernamentales y sanitarias han comenzado a observar una estabilización en la curva de positivos y fallecidos, y una disminución en los ingresos en las salas de emergencia del país.

Pero la tragedia americana es ya una presencia inocultable que costará largo tiempo en disiparse.

Desde los días infaustos del 9/11, Estados Unidos no vivía una conmoción económica y social de tal magnitud. Los muertos en la Ciudad de Nueva York exceden las víctimas causadas por los ataques terroristas de septiembre de 2001. Los fallecidos por la pandemia también superan las fatalidades de la guerra de Vietnam, un capítulo tan luctuoso como estremecedor para la conciencia del pueblo estadounidense.

Los estragos económicos están a la vista, con 26 millones de desempleados reportados, la mayor cifra desde los días de la Gran Depresión de 1929. La debacle ha obligado a aprobar dos billonarios paquetes de ayuda para los contribuyentes, las pequeñas y medianas empresas y las corporaciones más afectadas, pero los expertos vaticinan que la recuperación tomará años para los negocios que logren sobrevivir.

"Una pandemia es un tipo muy específico de prueba de estrés para los sistemas políticos. El equilibrio de poder militar no ha cambiado en absoluto y Estados Unidos sigue siendo la mayor economía del mundo. Todas nuestras economías van a enfrentarse a una prueba terrible y nadie sabe quién saldrá más fuerte al final", consideró el reconocido historiador Timothy Garton Ash, profesor de la Universidad de Oxford, en Londres.

Pero Garton Ash es también partidario de que Estados Unidos debería comenzar a revisarse hacia adentro: “Mientras los imperios son fuertes, pueden absorber problemas y líderes o situaciones disfuncionales por largo tiempo, hasta que pasa algo imprevisto y de repente ya no pueden”.

La pandemia ha puesto bajo cuestionamiento la capacidad del sistema de salud de Estados Unidos y la eficacia de sus instalaciones para responder a situaciones de emergencia, como la hecatombe que estremece a la ciudad de Nueva York.

Tal vez porque el país no estaba preparado para una guerra impensada contra el "enemigo invisible".

Al caos inicial de los respiradores artificiales, la ausencia de equipamiento básico y el déficit de pruebas de diagnóstico, la Casa Blanca respondió poniendo en vigor la Ley de Producción de Defensa, un recurso federal que permite nuclear al sector privado en respuesta a situaciones extremas para la nación.

Para este lunes Estados Unidos había consolidado su producción de ventiladores para mantener incluso una reserva federal y enviar equipos a países necesitados, a la vez que había realizado ya 5.6 millones de pruebas de coronavirus, con el respaldo de la industria farmacéutica del país.

La respuesta vino también de la Guardia Nacional, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército y las embarcaciones de la Marina para habilitar miles de camas de urgencia ante el abarrotamiento de los hospitales.

Por primera vez en la historia del país, los 50 estados de la nación fueron declarados zonas de desastre por decreto presidencial, lo que les permite acceder a fondos federales de compensación.

Pero las imágenes dantescas de cadáveres apilados en las afueras de un hospital de Brooklyn, los camiones refrigerados para preservar víctimas fatales y las fosas comunes para sepultar a los muertos no reclamados van a permanecer en la memoria nacional como las mayores evidencias de la fragilidad de la red de seguridad pública en el país más poderoso del planeta.

Nueva York ha sido el foco crítico de la propagación del COVID-19 en el país y el escenario de una batalla política entre Andrew Cuomo, gobernador demócrata del estado, y el presidente Donald Trump. Los enfrentamientos fueron cotidianos y agitaron un clima de discrepancias que amainó con los envíos de suministros médicos, la atención prioritaria de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA), la descongestión de las salas de urgencia y los primeros indicios de estabilización de la curva de contagios.

Nueva York, con más de 291.900 casos confirmados y 22.688 muertes, es el termómetro nacional del coronavirus y será uno de los estados que más retarde la pretendida reapertura económica del país, convertida también en campo de pugnas políticas en la enconada sociedad estadounidense de hoy.

Cuomo piensa en hacer una reapertura gradual, comenzando con las actividades de construcción y manufactura en empresas que tienen un riesgo bajo. La primera fase de reanimación económica en el estado será el 15 de mayo, pero solo en zonas que puedan confirmar una disminución de las hospitalizaciones por 14 días.

En el lado opuesto están estados como Georgia, adelantado en la reapertura, a pesar de que el principal epidemiólogo del gobierno federal, el doctor Anthony Fauci, ha advertido que está yendo demasiado rápido.

El debate está también en las calles, con miles de personas pidiendo el fin de las cuarentenas en sus territorios. Los posicionamientos en torno a la estrategia para enfrentar al coronavirus han emergido como parte de las diferencias entre grupos y comunidades, preocupados por el colapso económico y social más allá de los pronósticos de la ciencia.

La crisis del coronavirus ha crispado además los ánimos en las relaciones de Estados Unidos con China y la Organización Mundial de Salud (OMS).

El presidente Trump ha culpado a la OMS por proteger a China en el ocultamiento de información significativa sobre el avance de la epidemia, con la decisión de suspender las contribuciones millonarias de Estados Unidos a la entidad.

Pero la escalada con China pudiera encaminarse a un conflicto mayor si Washington pretende un ajuste de cuentas junto a sus aliados de Occidente. Este lunes en la sesión informativa en la Casa Blanca, Trump sugirió que Estados Unidos podría incluso exigir que China pague miles de millones de dólares por los daños causados por la pandemia.

“No estamos contentos con China, no estamos contentos con toda la situación, porque creemos que podrían haberla detenido desde su origen... Podría haberse detenido con rapidez y no se habría propagado por todo el mundo", dijo Trump,

Interrogado sobre un reciente editorial de un diario alemán que sugirió cobrar a China $165.000 millones de dólares por los daños causados por el coronavirus en la economía, Trump aseveró que "es mucho más dinero del que habla Alemania".

“Es muy sustancial... Este es un daño a Estados Unidos, pero también es un daño al mundo”, insistió el presidente.

Lo que va quedando claro para expertos y politólogos después de este panorama de parálisis económica y conflictos exacerbados es una conclusión cada vez más abrumadora: tras el coronavirus tendremos que adaptarnos a un mundo diferente.

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Wilfredo Cancio Isla

Periodista de CiberCuba. Doctor en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna (España). Redactor y directivo editorial en El Nuevo Herald, Telemundo, AFP, Diario Las Américas, AmericaTeVe, Cafe Fuerte y Radio TV Martí.


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