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Una de las consecuencias más graves de la COVID19 en la economía cubana ha sido poner fin a la experiencia del comercio electrónico. ¿O tal vez no sea así? Una nota en los medios oficiales comunistas avisa escuetamente que “ante el escenario actual que presentan las tiendas virtuales en el país, se hace necesario tomar un grupo de medidas temporales para adecuar su funcionamiento”.
¿Medidas temporales? Justo llegan en el peor momento, si se tiene en cuenta que es justo ahora cuando la población, como consecuencia del necesario confinamiento para asegurar la salud frente al coronavirus, tiene más interés y necesidad de realizar esas compras online.
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Está ocurriendo en todos los países y viene a confirmar que esta forma de distribución comercial ha llegado para quedarse e irá a más en los próximos años. En Cuba, por extraño que pueda parecer, las autoridades no tienen en cuenta estas circunstancias y ponen fin de forma abrupta al comercio online.
Y luego dicen que “para adecuar su funcionamiento”. La pregunta una vez más es ¿pero acaso ha funcionado? ¿han tenido tiempo las autoridades para evaluar la práctica del comercio online? Lo que sí parece es que ha generado no pocas críticas y malestar entre los consumidores, preocupados por la tardanza en los suministros, los precios elevados, la calidad de productos y servicios o el escaso número de referencias para realizar las compras. Nada nuevo en Cuba.
De modo que, a diferencia de lo que haría un comerciante responsable con sus clientes, que es darles servicio como sea, el régimen acuerda el cierre temporal y escalonado de las tiendas.
Y aquí viene lo mejor. La planificación central y el racionamiento entran en el modelo online, y se anuncia que, tras el cierre, que ha sorprendido a más de uno realizando sus pedidos, solo se prestarán servicios de “venta de módulos con un valor de 10, 15, 20 y 30 CUC”, según han informado fuentes de CIMEX que es el conglomerado estatal que controla este ámbito del comercio. ¿Módulos? ¿Esto qué es?
Los directivos del organismo monopolio del estado culpan al incremento de la demanda, “muy superior a la que puede atender las condiciones logísticas para prestar el servicio” de una serie de deficiencias relacionadas en lo fundamental del servicio. No hay una asunción de responsabilidades por parte de los gestores, o una petición de disculpa a los clientes. No.
En el régimen comunista, el ciudadano siempre es responsable de todo lo que ocurre. Los dirigentes son entregados y serviciales, y lo peor de todo es que se creen este argumento, después de algo tan impresentable desde el punto de vista de la gestión económica, como lanzar un servicio sin los estudios pertinentes para su ejecución.
Todo ello arroja una sensación de imprudencia e ineficacia, que está lejos de adecuarse a las exigencias de una economía próspera que aspire a mejorar el bienestar de los ciudadanos. No cabe duda que este aumento de la demanda de alimentos y artículos de higiene, que los comunistas no fueron capaces de prever, tiene que ver con un aumento importante de la compra de artículos en la red de CIMEX con las remesas procedentes del exterior, al no existir otras alternativas para su canalización en este momento.
De modo que, algo que se puede considerar positivo para la actividad comercial, como es el aumento de las ventas y la actividad, en Cuba se convierte en un problema imprevisto, y en vez de dar respuesta al problema, se cierra el servicio. En cualquier país del mundo, los responsables de ese desaguisado serían despedidos de manera fulminante. En Cuba, a lo mejor acaban dándoles algún galardón.
De modo que los cubanos solo tienen derecho a sentirse defraudados por CIMEX, manifestar sus quejas e insatisfacción allí donde puedan, y resignarse a no recibir los pedidos realizados al comercio online, en régimen de monopolio que existe en el país. Después, los directivos de CIMEX les culparán de tener una demanda muy grande o dirán que la responsabilidad de su ineficacia se debe al embargo o bloqueo, y ya está.
Cuando la realidad es que estamos ante un ejemplo de improvisación, de falta de criterio mercantil, de inadecuada definición de los servicios, en definitiva, de un caso práctico para llevar a escuelas de negocios, de cómo no se debe organizar un servicio destinado al público.
Todos los problemas que se citan por los dirigentes, como “los vinculados al desempeño de los sistemas informáticos, inadecuado completamiento y preparación del personal, insuficiente transporte para la distribución, déficit de áreas para conformar pedidos, fallas en los procesos de pagos y devolución, entre otros, por lo que se hace imprescindible acometer el reordenamiento y ajuste de esta actividad, que permita llegar con este servicio a la mayor cantidad de personas” no son más que una descripción patética de la situación actual de la economía comunista cubana.
Lo peor de todo, es que los directivos de CIMEX creen que con este cierre gradual de las tiendas pueden resolver un problema de base estructural que, con toda seguridad, volverá en cuanto abran de nuevo esta vía comercial. La solución planteada, la venta por módulos, uno diario y por cliente, es otra forma de introducir la “libreta de racionamiento”, las “colas virtuales” y el control estatal allí donde no debería existir.
Los precios que se pagan son superiores a los del mercado, y ello debería suponer que las anormalidades relacionadas con los subsidios en las “bodegas” deberían desaparecer. Otras, como extender el plazo de entrega de la mercancía hasta 10 días, lo dicen claramente. Los perecederos salen de esta modalidad de distribución.
La conclusión es que no es bueno que monopolios estatales se dediquen al comercio. Esta es una actividad para la iniciativa privada competitiva.
Los dirigentes dicen que no habrá un cierre definitivo. Ya veremos, dijo Tejedor y nunca vio. También anunciar que se hace este paréntesis, justo en el momento en que es más necesaria la venta online, para “reajustar todo el proceso logístico para la nueva modalidad de venta, y con carácter inmediato se deberán concluir las entregas pactadas y las devoluciones pendientes”, da una idea de lo precipitado de la decisión en la que han debido incidir aspectos que, obviamente, nunca conoceremos realmente.
La improvisación combinada con la ineficacia, no son la mejor receta para dar un servicio de gran demanda a la población. Lo que han conseguido con este parón en el comercio online es desprestigiar su ejecución, que los cubanos desconfíen del mismo, y que se cuestione la ejecutoria de quienes están al frente. Uno de los “grandes proyectos” de Díaz Canel que se viene abajo.
Por último, y no por ello menos importante, no quiero pensar que este parón en el comercio online tenga que ver con la idea de igualar a todos los cubanos en materia de consumo. Algunos dirigentes pueden estar preocupados por observar a través de sus sistemas de información social, que los cubanos que tienen acceso al comercio online poseen una capacidad adquisitiva superior a la media, con origen principal en remesas de las familias.
¿Desigualdades sociales en Cuba? Tal vez en CIMEX hayan recibido una orden de arriba y que el parón en la venta online tenga alguna motivación política en ese pulso de fuerza entre el conglomerado militar y la burocracia comunista.
¿A que esta vez es fácil saber quién ha ganado? Sigan la pista de las divisas que se obtienen con las remesas y sabrán que ha ocurrido. ¿Lo veremos en unos días, semanas o meses, tal vez?
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