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Justo cuando la ciudad de Santiago de Cuba se alista para celebrar su aniversario 505, y el carnaval sería la guinda popular de dicho jolgorio, el país suspende todas las festividades masivas para evitar posibles rebrotes de coronavirus.
Tradicionalmente los carnavales atraen a la urbe de Santiago de Cuba personas de todo el país interesados tanto por sus negocios privados, dígase venta de comida o atracciones de feria, como parranderos seducidos por el mito de ser esta la mayor y más importante fiesta popular en Cuba.
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Desde 1991 no se suspendía un carnaval en la ciudad de Santiago de Cuba, en esa ocasión fue debido a la crisis económica que atravesaba el país en el llamado Período Especial.
Al siguiente año, en 1992 –cuentan los protagonistas de los desfiles de carrozas, paseos, congas y comparsas–, se realizó un desfile en lo que fue llamado un «carnaval especial», que tuvo por escenario la calle Heredia, desde Calvario hasta el Hotel Casa Granda, y cada cual tenía que ir con la ropa que pudiera, no había recursos para hacer nada fastuoso.
Casi 30 años después, y coincidentemente con el que muchos vaticinan como el regreso del Período Especial, Santiago de Cuba vuelve a extrañar su carnaval, aunque para ser justos la principal causa es el nuevo coronavirus que afecta a la población cubana.
Aunque la mayoría de los santiagueros creen necesaria la suspensión del evento, el sinsabor no deja de estar presente en una ciudad donde sus pobladores se preparan, como es tradición, con varios meses de antelación para celebrar el Rumbón Mayor, su fiesta popular más importante de la urbe y que, según algunos entendidos, es incluso la más notoria de las que se realizan en el país.
Las autoridades de la provincia y especialistas en cultura valoran realizar varias iniciativas online para recordar el carnaval, ediciones pasadas, personajes y personalidades, remembranzas, resaltar tradiciones, etc.; sin embargo, aún no se ha informado nada de manera oficial.
La ausencia del Rumbón Mayor no dejará de sentirse en el bolsillo de no pocos que esperaban estas fechas como el pescador aguarda por el río revuelto que le trae buenos dividendos económicos.
Alejandro, en el reparto Sueño, era de los que se beneficiaban con el famoso carnaval: “tengo en mi casa una cisterna enorme que aprovecho todos los años, en el carnaval, para venderle agua a muchos que ponen cafeterías, timbiriches y quioscos en la avenida de Céspedes. Fácilmente en un día hago 200 pesos sin mucho esfuerzo”.
Como él, María, también vecina del reparto Sueño, que apenas veía el primer quiosco o aparato de feria, ya colocaba en la reja de su casa un cartel escrito en un cartón donde anunciaba que vendía: “hielo, pero también agua fría, son días en os que no duermo, pues en la madrugada en medio del calor y del desvelo de trasnochadores, es cuando más se vende el hielo y el agua fría, pero vale la pena, hago el dinero que me permite vivir unos meses, pues yo soy una pensionada”.
Un poco más alejado del reparto Sueño, ya entrando a Santa Bárbara, Joaquín siempre acondicionaba su garaje con ventiladores y un par de catres: “100 pesos al día por dormir en uno de estos catres, 200 si alquilaba los dos, y hasta tres si se conocen las personas llego a meter. No les dejo usar el baño, eso lo hacen en otro lado. Siempre el carnaval trae a la ciudad gente luchadora, vendedores, que buscan dónde dormir, en cualquier sitio, y saca cuentas, 200 pesos por al menos un par de semanas…”
Julio es el mes cultural de Santiago de Cuba: Festival del Caribe, y luego le siguen los tres carnavales, el acuático, el infantil y el de adultos. Pero es, también, la época de las vacas gordas en la economía hogareña de miles de familias que viven tanto del alquiler de espacios, de habitaciones, como de la venta de comida, o cualquier otro servicio, de manera legal o no. La medida definitivamente afectará la economía de muchas familias.
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