“Cuba primero, Cuba después, Cuba siempre”

Fidel y Raúl Castro jamás le dieron entrevistas extensas y de peso a los periodistas cubanos. Los periodistas en general fueron y todavía son sus enemigos. Los Castro desprecian a la prensa; Mariela Castro lo probó ampliamente con aquel reportero español que intentó abordarla en unos de sus viajes fuera de la isla; y la prensa oficial les teme.

Oswaldo Paya y Eduardo Cardet, dirigentes del MCL © Martí Noticias/zoevaldes.net
Oswaldo Paya y Eduardo Cardet, dirigentes del MCL Foto © Martí Noticias/zoevaldes.net

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Este artículo es de hace 4 años

Nadie ignora que el debate y la transparencia son los dos puntales fundamentales de un buen político. No hay político que no haya puesto su mayor esfuerzo en prepararse para el enfrentamiento con sus rivales y, sabido es, que sin la transparencia de su gestión, un político estaría acabado, ni siquiera podría asumir un debate en toda regla.

Fidel Castro jamás debatió con nadie, su desenvolvimiento como líder de la revolución consistió en subirse a una tribuna, aferrarse a los micrófonos, y en imponer sus leyes papel en mano. Exigir al público que las aplaudiera y las aceptara sí o sí. Cero debate. Desde el año 1959 hasta la fecha de su muerte desplegó un monólogo impulsivo y airado que consiguió cada vez más atemorizar y distanciar.


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Cuba ha sido un país de caudillos, sólo salvo por breves períodos ha conseguido liberarse de ellos. Pero Cuba sólo ha conocido caudillos y tiranos. Con los caudillos de antes de 1959 al menos se podía conversar, debatir, enfrentar. Con los dos tiranos Fidel y Raúl Castro eso no se produjo, sencillamente no existió. Desarmaron al pueblo física y moralmente.

Fidel y Raúl Castro jamás le dieron entrevistas extensas y de peso a los periodistas cubanos. Los periodistas en general fueron y todavía son sus enemigos. Los Castro desprecian a la prensa (Mariela Castro lo probó ampliamente con aquel reportero español que intentó abordarla en unos de sus viajes fuera de la isla); y la prensa oficial les teme. La prensa independiente nunca se ha atrevido, y no creo que de atreverse habría conseguido ni el más mínimo acercamiento productivo.

Los próximos políticos cubanos, los que tomarán las riendas del país, una vez desaparecidos los Castro y su recua de esbirros, debieran irse preparando para el debate y para la transparencia. No por gusto ni por deseo, sino por exigencia, por principios, por sentido común inmersos en la batalla por la libertad y por coherencia democrática.

Dentro de la oposición en Cuba sólo he visto debatir a Eduardo Cardet Concepción, líder del MCL, antes de ser conducido injustamente a la cárcel, y a Antonio Rodiles, líder de Estado de Sats. El resto no posee coherencia discursiva, ni pensamiento libre, y mucho menos pueden resistir una crítica.

Con Oswaldo Payá, líder fundador del MCL, asesinado por el castrismo, se podía debatir, se le podía criticar. Personalmente lo hice aquí, en París, cuando pasó por esta ciudad a su regreso de recoger el Premio Sajarov. Lo critiqué después, a su llegada a Cuba, y siempre recibía respuestas a mis críticas aunque no estuviese de acuerdo con ellas.

La política no admite insensateces, promesas mal montadas, y mucho menos engañifas burdas, perreticas de parvulario, ni mucho menos ñoñerías absurdas. Un buen político debe mantener su discurso coherente medido por una realidad que pueda ser verificada por sus acreedores, pero también por sus críticos, sobre todo por estos.

Hemos visto a Donald Trump, por ejemplo, desde el inicio de su mandato, no sólo soportar los aluviones de críticas y ataques inmerecidos, además defenderse con su estilo. Jamás ha desistido debatir. La prueba más cercana es la de la incómoda entrevista que le hizo José Díaz-Balart recientemente y de la que salió como en casi todas, airoso.

A Donald Trump no lo asiste ningún milagro, como a otros tampoco, como no le asistía hechizo alguno a Winston Churchill, a Ronald Reagan, o a Margaret Thatcher. No, por el contrario; son y eran personas curtidas en el trabajo, en la guerra, en los conflictos, y más tarde en el ejercicio de sus acciones como políticos. Plenos de experiencias, coraje, decisiones, y esfuerzo.

Ninguno de los que hoy en día en el exilio cubano de Miami se autonombra bajo el caparazón de nuevos líderes, supuestos sucesores de grandes hombres y mujeres de probado sacrificio y experimentadas trayectorias, le llega al tobillo a un Jorge Mas Canosa ni a un periodista como Agustín Tamargo, al que le roban la frase: “Cuba primero, Cuba después, Cuba siempre” sin citarlo, sin el más mínimo escrúpulo, y probablemente sin haber leído ni oído en la radio jamás ni una sola de sus tribunas.

Definitivamente ninguno de estos personajetes puede construir una política coherente. Son incultos de incultura natural y además política, son todavía más ignorantes. No saben entretejer un pensamiento definido como ideario, Ignoran bastante de economía y de arte. Pero, por encima de todo, son arrogantes, engreídos, y llevan una obsesión encima: la de enriquecerse con el dolor de Cuba. Repiten las mismas ansias que la de los tiranos que pretenden combatir.

No me hago ilusiones, porque es muy probable que si no resistimos firmemente frente a esta banda de iluminados, oportunistas, chivatones enmascarados, y herederos traidores, volveremos a caer bajo el mando de otra pandilla similar a la anterior. Y, así vamos. Lo que trajo el barco, del que todavía no han mostrado el manifiesto. Tan sencillo como que una cola es una cola es una cola es una cola...

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Zoé Valdés

Escritora y Artista. La Habana, 2 de mayo de 1959


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