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Alexander Lukashenko, presidente de Bielorrusia, anunció este martes el despliegue de unidades de combate en la frontera con Polonia y Lituania, a medida que se agudiza la crisis política en el país tras las elecciones.
Según el líder autoritario bielorruso, el envío de las Fuerzas Armadas a ese punto se debe a las declaraciones críticas de otros países sobre la crisis postelectoral que, a su juicio, es un intento de la oposición por tomar el poder a toda costa.
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Lukashenko reclamó su victoria electoral para un sexto mandato con el 80,23% de los votos, luego de mantenerse más de un cuarto de siglo en el poder. Su principal rival, Svetlana Tijanóvskaya, quien ha unificado a la oposición y movilizado a una buena parte de la sociedad bielorrusa, ha obtenido apenas un 9,9%, según conteos oficiales.
Por su parte, la oposición acusa de fraude y manipulación los resultados, después de una noche de intensas protestas en Minsk y otras ciudades del país, duramente reprimidas por las fuerzas de seguridad de Lukashenko. Tijanóvskaya se encuentra actualmente en Lituania, bajo amenazas de ser encarcelada si vuelve a territorio bielorruso.
Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, expresó su apoyo al presidente de Polonia, Andrej Duda, ante una posible agresión. La Alianza Atlántica subrayó que Minsk debe mostrar respeto por los derechos fundamentales, incluyendo las libertades de expresión y manifestación.
Durante los últimos, Lukashenko ha dicho que existen injerencias extranjeras ocultas tras la mayor ola de manifestaciones de la historia reciente en Bielorrusia, tras las elecciones del 9 de agosto. “Piden nada más y nada menos que les entregue el poder (…). Esto es un intento de tomar el poder, con todas las consecuencias que conlleva”, advirtió, según El independiente.
Las manifestaciones han provocado al menos dos muertes desde el inicio de las mismas y miles de personas han sido detenidas, si bien la mayoría fueron liberadas el lunes, según dijo la Fiscalía.
“Las autoridades tienen que entender que están perdiendo el control. Sólo la renuncia de Lukashenko y el castigo a los responsables del fraude electoral y de los abusos contra los manifestantes podrá calmar a la calle”, expresó a la agencia AP Yuri Zakharov, líder de un sindicato de mineros. “El pueblo le dijo ‘no’ a Lukashenko y no vamos a ceder. Las huelgas continuarán hasta que él se vaya”, añadió.
“Representantes de países occidentales, entre ellos algunos jefes de Estado que ni siquiera saben dónde está Bielorrusia ni lo que está pasando, han hecho declaraciones”, afirmó, por su parte, Lukashenko. “Gracias a Dios, hemos reaccionado y desplegado unidades de combate en las fronteras occidentales y las hemos puesto en alerta”, agregó.
El líder bielorruso ha establecido alianzas con el presidente Vladimir Putin en Rusia, quien se ha comunicado con el presidente de Francia, Emmanuel Macron, y la canciller de Alemania, Angela Merkel, para rechazar cualquier injerencia o presión sobre Minsk.
Las manifestaciones han continuado de manera pacífica no sólo en Bielorrusia, sino también afuera de las embajadas de ese país en Moscú, Varsovia, Vilna y distintas capitales europeas. Fábricas, centros de producción importantes y canales de televisión pública en Bielorrusia se han unido al rechazo del líder totalitario.
“Las protestas no tienen precedentes en su escala, ya que la gente en decenas de ciudades, pueblos e incluso aldeas se ha levantado y pide que Tikhanovskaya, quien tuvo que huir al exilio, sea reconocida como la ganadora de las elecciones presidenciales del domingo”, refirió la corresponsal de la BBC en Minsk, Tatsiana Melnichuk.
El domingo, más de 250 000 personas participaron en la llamada "Marcha por la libertad", considerada la mayor de la historia del país.
Lukashenko es el gobernante que más tiempo ha permanecido en el poder en Europa, durante 26 años ininterrumpidos. Y es además el único que ha gobernado Bielorrusia desde que se formó como nación independiente. Fue el único miembro del Partido Comunista de la antigua república soviética, que votó en contra de la disolución de la URSS.
Sus detractores sostienen que su gobierno se ha caracterizado por mantener muchas estructuras y monumentos del pasado soviético, incluyendo formas de mando en el que la oposición ha sido tradicionalmente reprimida.
Gran parte de la industria manufacturera ha estado bajo el control de empresas estatales y los medios de prensa son controlados por el gobierno, mientras que la policía y el ejército a menudo son señalados por emplear métodos abusivos. El descontento popular en el país se vio agravado por la crisis del coronavirus, pues la administración no impuso una cuarentena estricta y la vida siguió como de costumbre, lo que fue duramente criticado por la oposición.
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