Armandito el tintorero

Armando Luis Torres Torres falleció hace 16 años en La Habana, donde jugó la pelota que quiso y como quiso; quizá sin saber que su ejecutoria rompería mitos y moldes.

Armandito, el tintorero © Cubasi
Armandito, el tintorero Foto © Cubasi

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Este artículo es de hace 4 años

Casi calvo, bajito, miope con espejuelos de culo de botella, gay discreto, mulato pobre criado en La Beneficiencia con los apellidos Valdés Valdés, que luego cambió por Torres Torres, más apropiados a su carácter de árbol generoso y educado que -tras apagarse las luces del estadio- se ponía a barrer el área entre home y tercera base, donde cada noche de pelota electrizaba al Latinoamericano.

Armandito el tintorero es una referencia en la fanaticada del béisbol en Cuba, donde su amor desmesurado por equipos de La Habana construyó una peña respetada por los adversarios y admirada por los aficionados que no conseguían relacionar aquel vozarrón ocurrente con su figura diminuta y ese trasiego constante de nueve innings con sus piernas cortas y delgadas.


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Su gesta pelotera lo llevó a ganar un automóvil Fiat Polski, regalo de Fidel Castro Ruz, impresionado por su movilidad para cubrir los principales eventos de los Juegos Panamericanos de 1991, y sus seguidores le erigieron una estatua que ocupa simbólicamente su silla en el estadio de La Habana, donde se jugó pelota buena y se escuchó a Armandito joseando a favor de los azules de la capital de Cuba, donde murió hace 16 años para tristeza de amigos, compañeros de peña y amantes del béisbol.

La vida de Armandito, el tintorero, fueron 65 años de lucha contra la adversidad de nacer y vivir con tantas desventajas en una sociedad machista, desmesurada y hedonista, a la que se opuso con mesura y militancia tranquila en el legado de Adolfo Luque, su ídolo y quizá el pitcher más elegante que haya subido a la Lomita en Cuba y solo alzando la voz para que Industriales no fallara.

Armandito quizá no imagino que su trayectoria de ídolo de masas espontáneo iba a sentar cátedra, dejar huella y, sobre todo, encajar en el andamiaje verde oliva que solo concebía un líder natural y una sola voz. Pero Armandito se le escapó al Diablo y a tantas cosas, que ahora solo vale evocarlo en voces amigas.

Mi papá gallego no me llevaba al Latino, pero el futbolista Armandito me hizo un hueco en sus dominios.

Su amigo Alex Díaz, quizá el hombre que más sufre por Industriales a orillas de Walt Disney (Orlando), lo evoca de esta manera:

Cuando empecé la Secundaria me dejaron ir sólo al Latinoamericano los fines de semana pero al poco tiempo, como el Quijote, topé con la Iglesia: El Comisionado Nacional, Napoleón Quevedo, prohibió la entrada de menores de 16 no acompañados. ¿Qué hacer? Mi padre gallego, que jugaba en una Liga de Veteranos de Fútbol en La Polar y me llevaba allá los domingos me resolvió el problema. En el descanso del partido, mi padre conversaba con un compañero de equipo; un mulato con poco pelo, de baja estatura y de esmirriada figura que usaba unas gafas "Fonde de Botella".

Lejos estaba yo de pensar que era Armandito, el tintorero, popular sujeto que, desde una butaca ubicada en el graderío entre el Home plate y la Tercera Base que yo escuchaba gritar con su potente voz desde mi asiento en el Left Field a estadio lleno. Mi padre me dijo que cuando fuera al estadio lo viera a él, que me entraría y me ubicaría cerca de él, con la promesa de que estuviera tranquilo y no mataperreara en el Latino

¿Y dónde lo encuentro allá? Al portero que esté en la entrada 3 le dices que vienes a ver a Armando Luis Torres Torres que te hará pasar, entonces me buscas en la grada encima de tercera. Desde entonces y por 26 largos años, hasta que partí de Cuba, me senté en el área que manicheaba en el Latino.

Armando era el tipo más ocurrente que jamás conocí. Nunca lo vi jugar pelota pero era muy bueno en el fútbol; aunque su verdadera pasión era los Mariachis. Cantaba impecablemente y se sabía el repertorio de José Alfredo Jiménez y los corridos de Armando Aguilar.

Recuerdo que cuando iban a batear Muñoz, Cheíto, Casanova o cualquier slugger de equipos contrarios a Industriales, les voceaba: Oye, batea suave que hay niños en la cerca.

Muñoz se reía muchísimo. Cuando pitcheaba Vinent en sus buenos tiempos le gritaba: Braudilio Vinent de queeeee. Y Vinent empezaba a pitchear más duro y a ponchar gentes. Había un cargabates de Las Villas que joseaba mucho, se metía con los pitchers azules y robaba señas, el Misi o Misifus. Armando le gritaba al árbitro de Home: ¡Ampaya, dile al Cargabates que se quite la careta de feo esa que está asustado a los niños!

Armandito me contó que, con tres días de nacido lo dejaron abandonado en la Casa de Beneficencia, que era llevada por sacerdotes y monjas españoles, de ahí su afición al fútbol. Recordaba que comenzó a sentarse en el mismo asiento del Latino y a gritar, en 1968. Él solo iba cuando jugaba el Habana, que había sido su equipo en la Liga Profesional. Cuando el comisionado provincial le preguntó que porque no iba a apoyar a Industriales, le respondió: Yo nunca he sido almendarista. Con el tiempo cruzó el río y se convirtió en el fanático número uno de Industriales.

Armandito fue el primer coach de grada que ha tenido la pelota en Cuba.

Arturo Mario Fernández Díaz, tiene el corazón pelotero partido en dos: Industriales y Yanquis de Nueva York; como corresponde a un fanático nacido a orillas del hundoso, en Sagua la Grande, y recuerda al ídolo de masas así:

Tengo un amigo que estuvo casado con Vania Borges, que fue una de las cantantes del grupo Bamboleo.
Armandito le hacía a Vania todo lo que de tintorería llevaba su vestuario, al igual que a otra mucha gente de la farándula, cosa que no es muy conocida.

Una noche, este amigo mío vino a verme a mí casa, en el Mónaco (La Habana), y en el carro, un Fiat Polski, estaba Armandito.

Me lo presentó y como soy del béisbol le pregunté quién creía ganaría la serie que recién comenzaba.
Sin pensarlo dos veces me dijo: ¡Industriales!, por el pitcheo de relevo que tiene y lo fundamentó con lo siguiente, en la pelota cubana se batea mucho y a un abridor le hacen 4 o 5 carreras promedio, entonces el equipo que gana es el que logre preservar la ventaja del sexto ininng en lo adelante. Como en efecto, así fue.

Esa temporada fue la primera que ganó Anglada como director de Industriales y tenía un buen pitcheo joven de relevo, que luego se fue perdiendo porque casi todos se fueron...

En medio de la conversación Armandito se metió en un solar que estaba al lado de la entrada de mi edificio para orinar, lo que podía haber hecho en mi casa si me lo hubiera pedido. Dice mi amigo que era así, respetuoso al extremo.

Me pareció un hombre con una mente algo desorganizada, enfocado en el béisbol, como si fuera un autista.

En la serie selectiva 78-79, fui al Latino a ver Habana-Matanzas. Mediavilla, el catcher habanista, se embasó por hit en primera base. Cuando viene el próximo bateador, Armandito se levantó a gritarle al corredor de primera "Mediavilla por tú madre, no te muevas de primera" y lo hizo con tal énfasis que Mediavilla lo oyó y se quedo safe en primera base.

Entonces el inicialista de Matanzas le devolvió la bola que tenía escondida al pitcher. Nadie se había percatado de la acción, salvo Armandito. Cuando la primera base soltó la bola miró a la grada donde estaba Armandito con cara de ya tú sabes.

El público comenzó a aplaudir a Armandito y Mediavilla le hizo un gesto de agradecimiento desde donde estaba. O sea, que el hombre no iba a ver el partido como un espectador pasivo. Anota esta, para mí Armandito fue el primer coach de grada que ha tenido el béisbol en Cuba.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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