El CUC ha caído en desgracia desde que abrieron las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) en Cuba. Sin embargo, cuando usted va a Correos de España o a Western Union a enviar dinero a la familia, entrega divisas y las autoridades cubanas, por arte de magia, las transforman en los malogrados chavitos.
Somos muchos los que nos preguntamos ¿por qué si los productos básicos se venden en dólares, obligan a nuestra gente a recibir remesas en CUC, una moneda que ya no es lo que era, que se ha devaluado y que dentro de poco no servirá ni para limpiar cristales. Es papel mojado. Otro experimento más que no funcionó. Y así llevan décadas, improvisando.
El problema lo tiene, como siempre, nuestra gente en Cuba, que se ve obligada por el Gobierno a cambiar esa moneda desmayada en dólares y, por el camino, perder dinero.
El Gobierno justifica que los productos de primera necesidad se vendan ahora a precios desorbitados, en dólares verdes y americanos. Dicen que el dinero es para financiar la industria local de productos que luego nos venderán en divisas. ¿Qué pasaría si la gente dejara de comprar: ¿se paraliza la producción? Y ahí es cuando ellos aflojan y reconocen que con lo que nos tumban van a seguir comprando en el exterior. Ojalá sea cierto.
Esta gente está haciendo el agosto con nosotros. La dolarización del comercio minorista, en esta vuelta de tuerca más al consumidor cubano, me recuerda cuando a finales de los años 80 surgieron aquellas Casas del Oro y la Plata, muy al principio de la crisis económica brutal, que tuvieron la desfachatez de bautizar como Período Especial. En un abrir y cerrar de ojos los barbudos desvalijaron las reliquias de las familias cubanas.
Cuando la gente había entregado hasta las dormilonas de las recién nacidas, entonces empezó la fiesta. Entramos en los noventa con aquellas colas lentas e interminables, que fueron reemplazadas por el cierre masivo de locales estatales. No había de nada en Cuba. La Habana parecía una ciudad de ultratumba: se convirtió en la catedral de una moneda (el peso cubano) completamente devaluada. Teníamos dinero en el bolsillo, pero o no servía para comprar nada o no había nada que comprar.
En ese contexto, hacia 1994 surgió el CUC, que muy a nuestro pesar, durante años ha convivido con el peso cubano en una tasa de cambio más o menos estable de 1x24.
En noviembre de 2004, Fidel Castro anunció que sacaba el dólar de circulación. Lo hizo unos días después de aquella caída que sufrió en la Plaza de la Revolución. No sólo se le rompió algún hueso, también se le removieron las ideas.
Como las cosas de palacio van despacio, no fue hasta 2013 que Marino Murillo, gurú de la economía comunista, anunció que el CUC quedaba condenado a muerte. Sin embargo, han tenido que pasar siete años para que empecemos a ver cómo languidece la moneda con que se burlan de las remesas que enviamos a nuestras familias.
Tras una convivencia pacífica e incómoda de los chavitos y los pesos, Díaz-Canel, el hombre de la continuidad, ha rectificado a su querido comandante y ha hecho honores a los versos de Federico García Lorca: "Verde, que te quiero verde". Sin rubor ha sacado la mocha y la ha emprendido a machetazo limpio contra los bolsillos de los cubanos.
El Gobierno de Cuba lleva años enmendándose la plana. El dólar ha pasado en nuestro país por todas las etapas imaginables: ilegalización, legalización, penalización y finalmente, resurrección. ¿Alguien va a asumir el coste político de estos errores?
Los comunistas que nos han llevado a la ruina están sin dinero y han gastado la última pólvora que les quedaba rellenando las tiendas, incluso con productos que nadie en su sano juicio exhibiría en un país que ahora mismo vive en una economía de guerra.
Y mientras ellos venden espárragos a 68 dólares, siguen pagando a los trabajadores estatales 879 pesos cubanos al mes (de media). Dios se apiade de la gente que no tiene familia en el extranjero. Ellos serán las primeras víctimas, pero detrás vendrán los demás.
Se están riendo en nuestra cara y lo peor de todo es que en Cuba no tenemos sindicatos que exijan al Gobierno salarios acordes al nivel de vida. La CTC no abre la boca; no le tose ni le reclama a Díaz-Canel. ¿Dónde se ha visto que un sindicalista forme parte de la plana mayor del Gobierno al que debe exigir mejoras para los trabajadores? Pues Ulises Guillarte de Nacimiento, el secretario general de la CTC, es también miembro del Buró Político del gobernante Partido Comunista. ¿A quién creen que responde, al PCC o al pueblo? Son tan torpes que no saben ni siquiera guardar las apariencias.
Esos sueldos miserables han convertido las remesas en una de las principales fuentes de ingreso del país. Mandamos euros y dólares para Cuba y ellos les entregan postalitas a nuestras familias. Es una infamia. Una más. ¿Cuántas nos quedan por aguantar?
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