Celia Cruz cumpliría este miércoles 95 años de vida, pero su espíritu de guarachera sigue persiguiendo a la mayoría de los cubanos, pese a que fue la salsa que el castrismo nunca escuchó; aunque atacó sin miseria hasta su misma muerte.
Negra, de origen pobre, y promovida por la emisora comunista Mil Diez, el castrismo consideró que debía ser revolucionaria a la fuerza, pero Úrsula Hilaria Celia de la Caridad De La Santísima Trinidad Cruz Alfonso levitó, cual Remedios en Cien años de soledad, y se alejó prudentemente del ruido de metralletas y consignas que empezaba a desafinar Cuba.
Pese al respaldo de la Sonora Matancera, su debut en el exilio -primero en México y luego en Estados Unidos- fue duro, como ocurrió a cubanos ya consagrados, Bebo Valdés, Rolando Laserie e Israel Cachao López, que decidieron abandonar el barco de la revolución castrista cuando la mayoría de las democracias, intelectuales y crítica cultural estaba encandilada con los modos y modas de los barbudos.
Celia Cruz tenía otro handicap, el reinado indiscutible de otra grande de Cuba, La Lupe, con una carrera desmesurada e irrepetible, pero fatal por pasiones y aficiones que la alojaron en la penumbra para tristeza de sus admiradores que quedaron atrapados para siempre por la red escénica y melódica de La Yiyi, aunque ella les tirara los zapatos, al borde del frenesí.
Cuando la Guarachera de Cuba cruzó el río Hudson para encontrarse con Tito Puente, Johnny Pacheco y Jerry Masucci, la Fania All Star y su disquera descubrieron un timbre que acariciaba con Desvelo de amor, pero electrizaba cuerpos, como en aquel concierto en Zaire, donde varios asistentes montaron muertos oscuros y claros, pero todos bailongos.
Pedro Knight fue su novio ideal porque al rigor aprendido por Celia en esa gran escuela de música que es Cuba, el trompetista supo dar un paso atrás y acompañar a su mujer en las visitas a la modista para entallarse vestidos con lentejuelas y cola; un guilo flamenco, y al zapatero que diseñó una horma y la elevación exacta para que los pies de la diosa habanera marcaran el ritmo durante horas, sin apenas agotamiento.
En New Jersey, Celia Cruz descubrió que su patria era la infancia en Santos Suárez, junto a Ollita y Simón y sus hermanos, que siguieron, aún desde la prohibición, los éxitos de su hermana que nunca más pudo volver a Cuba, ni siquiera para enterrar a su madre; aunque en 1994, metiendo la mano por debajo de una cerca perimetral de la Base Naval de Guantánamo, cogió un puñado de tierra cubana.
Cubanísima y decente hasta la médula, durante una actuación en Valencia (España) en la que coincidió con Silvio Rodríguez y Pablo Milanés; aunque nunca llegaron a encontrarse, un locutor de televisión, preguntó: ¿Que opina usted de Silvio y Pablo?
No los conozco personalmente, pero deben ser buenos muchachos porque sus canciones son bellísimas... Me sorprende Doña Celia, porque pregunté a ellos por usted y respondieron que no venían a hablar de gusanas y la carcajada de la Guarechera de Cuba aun resuenan en oídos de matacanallas con cañones de pasado.
Cuando Los Sabandeños grabaron un disco con las voces de Benny Moré, Olga Guillot y Silvio Rodríguez, los intolerantes criticaron injustamente a la bolerista exiliada, que no supo de la participación del trovador cubano en la grabación hasta que no salió a la venta el disco compacto.
Olga Guillot se mucho y pidió a los Sabandeños que escogiesen entre ella y “ese comunista”. Al final hubo un “arreglo”, geográfica y comercialmente asimétrico. Se hicieron dos ediciones: Una para China y Cuba que incluía a Silvio Rodríguez, y otra para el orbe entero, en la que Silvio estaba su Unicornio azul.
Celia Cruz levantó el teléfono, marcó el número de Olguita y la felicitó por lo bien que había cantado Vete de mi con el destacado grupo canario, que ha rendido tributo a la música cubana desde su fundación hasta el presente.
Celia Cruz era de verdad, como dijo una noche remota en Varadero, Elio Revé; empeñado entonces en formar un trabuco cubano para salir a competir de tu a tu con los salseros y escribió a Armando Hart para que apoyara la idea y la contratación de Celia Cruz como voz prima de su idea; pero el entonces ministro de Cultura consideró que aquel changüí no era conveniente para el proceso.
A su muerte, Granma desafinó con una nota infame, como ya había hecho antes con José Lezama Lima y Virgilio Piñera:
"A los 78 años de edad falleció, víctima de un tumor cerebral en la ciudad norteamericana de Nueva Jersey, Celia Cruz, importante intérprete cubana, que popularizó la música de nuestro país en Estados Unidos.
"Durante las últimas cuatro décadas se mantuvo sistemáticamente activa en las campañas contra la Revolución Cubana generadas desde Estados Unidos, por lo que fue utilizada como ícono por el enclave contrarrevolucionario del Sur de la Florida".
La mayoría de los cubanos ignoraron olímpicamente la felonía del órgano oficial del partido comunista y se pasaron de mano en mano y con los ojos llenos de lágrimas agradecidas, los vídeos de las honras fúnebres y entierro de una mujer que los hizo gozar porque su voz y sus guarachas hacen más llevadera la gris afonía del totalitarismo.
¿Qué opinas?
VER COMENTARIOS (2)Archivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.