La periodista cubana Mariana Camejo describió a través de sus redes la experiencia que vivió en la cola para comprar pollo congelado en una tienda en MLC. Desorden, abuso y presunta corrupción asoman entre los comportamientos que la periodista de Bohemia relató.
Tras las habituales horas de espera, el testimonio de Camejo recogió todo tipo de situaciones degradantes que tuvo que presenciar y soportar para comprar el pollo, objetivo que finalmente no consiguió. “Sobre lo sucedido en la tienda en MLC de Boyeros y Camagüey el 14 de enero” tituló Camejo el post donde contó su odisea.
Camejo llegó a la cola “pasadas las 9:00 am de la mañana” acompañada de su madre, diabética e hipertensa, “como tantos otr@s en la cola”. Según sus palabras, ella había comprado en esa tienda en tres ocasiones anteriores, pero lo vivido el jueves 14 de enero fue “inaudito”.
La primera anomalía en la cola de esta tienda MLC es el lugar donde hay que hacerla. “La cola (…) no se hace cerca de la tienda. Tienes que caminar hasta el final de la cuadra (bien larga), doblar a la derecha y en una plazoleta grande, que es la entrada de un centro de trabajo, se hace la cola (nadie entiende por qué pero sí que hay opiniones)” dijo la periodista.
Todo parece indicar que este sistema de la tienda MLC de Boyeros y Camagüey está concebido para poder llevar adelante las prácticas corruptas que describió Camejo en su post, sin que las personas que hacen la cola puedan verlas ni denunciarlas. “Cuando llegué, la cola empezaba al inicio de la plazoleta, llegaba al final, doblaba y volvía a quedar paralela a los primeros en la fila”, dijo la periodista, incidiendo en la gran cantidad de personas que allí aguardaban.
“Un militar estaba escaneando a todos los presentes. Mi mamá y yo ‘tuvimos la suerte’ de ser escaneadas. En ese momento el primer grupo de 30 personas había pasado para la tienda. Me enteré de que había pollo y debido a eso era la cantidad de personas. En la entrada de la tienda estaban unos 4 o 5 militares con chalecos naranjas, además de varios policías si la memoria no me falla”, afirmó Camejo.
Sin embargo, ante los ojos de los agentes y fuerzas del orden que controlaba la cola, Camejo pudo apreciar una serie de irregularidades de las que estos no se hicieron responsables. Personas que entraban con sus coches hasta el parqueo de la tienda y, sin hacer cola, entraban en la tienda y salían cargados con cajas de comida.
Asimismo, Camejo pudo observar a extranjeros que también entraban sin hacer cola y cómo los responsables de mantener el orden de la cola, no solo no ponían fin a aquella situación, sino que evadían responder a las preguntas que les hacían varios indignados que llevaban horas esperando para entrar en la tienda.
Según el cálculo de la periodista, en unas cinco horas y media de espera, solo 72 personas de la cola habían conseguido entrar a la tienda. “En ese tiempo conversé con mujeres que habían amanecido, literalmente, en la cola; porque habían llegado mientras aún era oscuro”. Los responsables de la tienda dijeron que la demora se debía a “problemas de conexión”, algo que desmintió luego a la periodista una empleada de la tienda que le explicó que la desconexión sólo había durado una media hora.
“Ante el abandono (porque ni siquiera estaba un policía allí, en aquel lugar apartado, junto a las personas que estaban esperando) y la demora inexplicable de venir a buscar grupos para entrar a la tienda, varias personas se movieron hasta la entrada. Regresaron diciendo que había personas que entraban en carro al parqueo y de ahí a la tienda, y salían con cajas de pollo y varios quesos Gouda (que mucha gente también quería comprar)”, refirió la periodista.
Según los testimonios de clientes referidos por Camejo, algunos vieron cómo se daba dinero a quienes cuidaban la puerta, para entrar. “Pasadas las 2pm, cuando ya una muchacha regresó de la entrada muy alterada por todo lo que había visto, la cola en pleno empezó a caminar, molesta, y se plantó frente a la entrada del parqueo, que fue cerrada por militares y policías”.
La protesta persistió entre los clientes que aguardaban, que decidieron no volver al sitio donde se hacía inicialmente la cola y desde el que no podían ver la entrada de la tienda. “Un hombre le decía a un militar que él mismo había visto gente entrar por allí e irse sin hacer cola y cargados de cosas. Las respuestas siempre fueron ‘yo no tengo nada que ver con eso’ (bueno, ¿y entonces quién sí tiene que ver?)”, se preguntó Camejo en su post.
Después de un rato, los policías y militares consiguieron volver a poner la cola en su sitio original, no sin reticencias por parte de la gente. “La gente se organizó de nuevo y todo volvió a lo mismo. Los policías volvieron a irse y las personas en la cola quedaron abandonadas de nuevo”, afirmó Camejo.
Horas de espera, sin comida y sin baño siquiera, con las personas obligadas a hacer sus necesidades en “un matorral” hicieron mella en la moral de su madre. “Mi mamá ya me decía que era mejor irnos pero yo no acepté. Me levanté y me fui sola de nuevo, para la entrada de la tienda. Habían llegado más policías y un camión lleno de militares estaba llegando también”, contó la periodista.
“Cuando llegué, varias personas se quejaban con un oficial. Yo saqué mi carnet de prensa y hablé con él. Le dije lo siguiente: Yo soy periodista de Bohemia, estoy aquí desde las 9 y algo de la mañana. Todavía hay gente que amaneció en la cola y no ha entrado. Incluso cuando yo llegué estaban escaneando. Solo han pasado a dos grupos y hay personas aquí diciendo que han visto cómo se da dinero para entrar”, compartió Camejo.
“Mi pregunta ahora es: si van a cerrar la tienda a las 5 ¿Cuál es el plan para que toda esa gente que está allá, pueda entrar?”, preguntó la periodista a las autoridades allí presentes. “Respuesta: ‘yo no sé nada de eso, acabo de llegar. Voy a entrar a hablar con el administrador’”, le contestó el oficial. La gestión dio por resultado un reparto de 200 nuevos turnos y una hora más de apertura de la tienda, hasta las seis.
Camejo y su madre cogieron los turnos 157 y 158. Ya eran casi las tres de la tarde. “Luego de coger el turno tuve que ocuparme de caminar tres cuadras para comprar pizzas de 85 cup para que mi mamá y yo pudiéramos comer, sobre todo ella que ya se sentía medio temblorosa”, escribió.
“Cuando entré al mercado [casi ocho horas después], detrás de mí entró un extranjero que no vi en todo el día en la cola y a pesar de que quedaba gente esperando en la plazoleta. Aun así, no hubo problemas con que entrara”, denunció.
“Entonces supe por una trabajadora de la tienda (que estaba acomodando mercancía en los estantes) que cuando abrieron por la mañana había pollo y al mediodía entró más pollo, pero esas mujeres que entraron en el tercer grupo a las 2:40 pm y que habían amanecido allí, no alcanzaron. Las personas que estuvimos todo el día esperando, no pudimos alcanzar ni un paquete”, aseguró la periodista de Bohemia.
“Llegué a mi casa cuando ya había oscurecido, pasadas las 6:00 pm”, dijo Camejo perpleja e indignada por la situación que vivió el pasado jueves, día en el que empleó una jornada entera a la infructuosa tarea de comprar un paquete de pollo congelado, a precio de mercado y en una tienda MLC en la que solo pueden comprar quienes tienen acceso a divisas.
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