Rodrigo Gil es para la actuación lo que en el argot deportivo llamaríamos un excelente prospecto. En la voz se le notan las ganas de comerse el mundo. Después de ganarse la gracia del público cubano como Saúl, el encantador novio de Lía (Liliana Sosa) en la popular telenovela El rostro de los días, el actor de 21 años se prepara para empezar estudios en el Instituto Superior de Arte (ISA).
Si algo le entusiasma de la universidad a este joven hijo de Guanabacoa es saber que tendrá como profesor a Fernando Hechavarría, quien es (Robert De Niro aparte) su mayor referente. “Es alguien a quien admiro como persona y actor. Espero poder parecerme a él en algún momento”.
Uno podría pensar que, con un padre psiquiatra, Rodrigo tendría todas las consultas garantizadas. Pero es con su hermana, la dramaturga Laura Liz Gil, con quien más habla de lo que le pasa o le preocupa. “La quiero un montón por su gran sentido de la justicia, de la bondad, de poder poner la felicidad de otras personas antes que la de ella”.
Declarado fanático de Pulp Fiction y modelo de los mejores fotógrafos del momento en Cuba, Rodrigo se reconoce a sí mismo como alguien “trabajador, impaciente y apasionado”, tanto que “soy todo un conquistador”. De cómo enfoca su corta vida como actor nos cuenta ahora en exclusiva para CiberCuba.
Si tu plan era ser psiquiatra como tu padre, ¿qué te hizo enamorarte de la actuación?
-Mi amor por la psiquiatría estuvo marcado por la profunda admiración que siento por mi padre, que es un héroe para mí. Yo quería que me rodeara todo el amor que lo rodeaba a él. Pero fue precisamente el amor lo que me hizo enamorarme de la actuación. La niña que me gustaba comenzó en un grupo de teatro y yo inmediatamente le dije a mi mamá que quería ser actor. Cambié de palo pa’ rumba porque cuando aquello yo estaba preparándome para la escuela de música. Me metí en aquel grupo de teatro y me dieron el papel protagónico en la primera obra que hice. Tuve que interpretar a un muelle que quería llegar al cielo, lograr lo más grande, pero saltándose todos los procesos, y eso era yo en aquella época de mi vida. Años después ella se fue del grupo de teatro, pero yo me quedé. Soy una persona egocéntrica, tremendamente egocéntrica, y me di cuenta de que como actor podía ser el centro de atención de muchas personas si estaba encima de un escenario o enfrente de una cámara.
Después de conocer la actuación por amor, ¿crees en la fuerza de ese sentimiento?
-A lo largo de la historia el amor ha sido la causa de muchas tragedias, pero también de muchas cosas hermosas. ¿Cuántos crímenes no se han cometido por amor? Pero sería imposible poder vivir sin él. El amor hace que el ser humano quiera todo el tiempo reconstruirse y adaptarse al medio que lo rodea. Es de una forma u otra lo que impulsa a salir adelante, tanto el amor a sí mismo como el amor hacia los demás. Es una de las fuerzas más importantes que tenemos.
¿Por qué has afirmado que tu camino no ha sido color de rosa?
-En aquel teatro fui como el rey de la actuación, pero cuando llegué a la Escuela Nacional de Arte (ENA) dejé de ser el mejor y me vi rodeado de gente extremadamente talentosa. Era más complicado resaltar a ese nivel. Pasé mucho trabajo, pero conocí a la profesora Massiel Dueñas, que fue la que me preparó para enfrentarme a eso. Es mi amiga y compañera de trabajo hoy y le estoy eternamente agradecido. Suspendí dos veces las pruebas de la ENA y entré en la tercera oportunidad, pero eso más que un fracaso para mí fue un logro. Estoy completamente convencido de que si hubiera entrado a la primera o la segunda mi desempeño como actor hubiera sido otro.
¿Qué obtiene uno cuando es trabajador y competitivo y le gusta lo que hace?
-El tema de trabajar en lo que uno ama es fundamental porque uno puede nacer con talento, pero el talento es la cosa más fácil de desperdiciar que existe si no está acompañado de un arduo trabajo. Stanislavski, el padre del teatro, decía que un actor, como un soldado, debía tener una disciplina de hierro y tiene que imponerse metas. Lo que yo me impuse fue ser luchador. No nací así, sino que es algo que he ido descubriendo poco a poco. Tengo claro que las cosas hay que buscarlas. Las oportunidades están ahí, pero hay que tomarlas. Nadie va a venir a tu puerta a darte un papel para una película o una obra. Tienes que hacer que la gente te conozca. Pero a todo el mundo no se le puede entrar igual. Uno tiene que diseñar estrategias propias y empezar a invertir en uno mismo.
¿Y cómo has invertido tú en ti?
-En conocimientos, en estudiar, en practicar ejercicio físico, en trabajar. Decidí descubrir cuáles eran mis posibilidades. Más que pulir mis discapacidades, lo que hice fue potenciar mis cualidades. Después me he ido concentrando en eliminar las dificultades. A veces, por más que uno trabaje, no logra algo, pero lo que no puede hacer es rendirse. Todo ese trabajo no está perdido, es un entrenamiento que pone en forma tu mente y tu cuerpo, es un rigor necesario. Quien inventó la bombilla eléctrica hizo primero 999 malas para que la número 1000 quedara bien. Si uno se mantiene buscando con pasión y con entrega encuentra lo que quiere. En tercer año de la ENA, por ejemplo, entendí que soy un actor que necesita ensayar mucho porque soy muy intuitivo, pero cuando ensayo descubro nuevas oportunidades. A veces logras el resultado que quieres a la primera y ¡bam!, lo mataste, pero otras veces no pasa así. No te puedes casar con una sola cosa. Hay que investigar y explorar mucho para saber con qué podemos lidiar.
¿Cuánto aprendes de estar observando constantemente todo lo que te rodea?
-Es un ejercicio que yo me impuse. Es necesario porque soy un tipo muy distraído. A veces estás metido en un problema grandísimo y la solución está ahí delante, solo tienes que mirarla. Se aprende un montón de lo que te rodea, del comportamiento humano. Hace poco yo empecé a inventarle historias a la gente en las fiestas. Cuando estoy en una reunión de amigos intento explicarme sus formas de actuar y eso es algo que ayuda a que esclarezcas cosas en ti, en tu manera de obrar.
¿Cuán fácil o difícil es estudiar y trabajar a la vez?
-Es algo que uno asume y que cuando lo haces, a pesar de ser un poco cansón, te sientes muy feliz. No solo porque empiezas a ver cuánto puedes ganar, sino que empiezas a entender cómo funciona el mundo. El trabajo es lo que hace al ser humano evolucionar como especie y mientras más trabaje uno, más aprende. La actuación es eso, el cúmulo de muchas experiencias, es vivir en escena lo que has vivido y, lo que no has vivido, recrearlo según te parece que sea. Creo que, como el ser madre o padre o el perder la virginidad, el trabajo es algo que te marca.
¿Le pides consejo a tu padre sobre tensiones o conflictos propios de un actor?
-Yo realmente no le pido muchos consejos a mi papá. Soy bastante reservado con mi familia en lo que se refiere al trabajo. Al punto de que mi madre me reprocha que no me comunique más con ellos. Pero tengo a mi hermana. Ella es quien más me apoya y con quien he hablado las veces que me he sentido frustrado por situaciones de trabajo. También tengo un amigo que es como si fuera mi hermano, y a pesar de que pasamos mucho tiempo sin vernos, siempre me puedo desahogar con él. Es muy importante poder contar con alguien. A veces lo único que necesitas es que te escuchen. Mi familia siempre ha estado ahí para mí, pero digamos que prefiero que vean el resultado en lugar del proceso.
¿Te ha hecho daño el ser demasiado perfeccionista?
-Obvio que me ha hecho daño. A veces me deprimo y siento que no tiene sentido nada y luego ocurre algo que hace que siga adelante. Es un ciclo vicioso que creo que a veces yo mismo busco. Mi profesor Carlos Díaz dice que un actor tiene que tener traumas y si no tiene traumas tiene que inventárselos. Y yo tuve una infancia bastante feliz, libre de traumas gracias a Dios. Mis mayores traumas fueron amorosos, por las veces que me rechazó alguien que me gustaba en mi adolescencia. Esa etapa sí la sufrí mucho, aunque me gustaba hacer reír a los demás.
¿Qué parecido tienen Saúl y tú?
-Saúl y yo somos personas totalmente diferentes y a la vez iguales. Una, porque yo en la secundaria fui cero popular con las mujeres y no era el tipo más inteligente del aula, como lo es Saúl, ni vengo de una familia disfuncional como él. De hecho, fue un papel que me permitió encarnar muchas cosas que hubiera querido vivir en la secundaria y no pudieron ser. Los dos sí coincidimos en defender la comunicación y la amistad. Yo a veces me distraigo un poco, aunque en el trabajo soy bastante serio. Pero él es más centrado. Además, con Saúl enfrenté una situación complejísima como lo fue la violación de Lía, algo que yo no he vivido de cerca.
¿Qué tipo de personaje quisieras hacer en el cine ahora que conoces el teatro y la televisión?
-Sé que es un cliché, pero me gustaría hacer un personaje negativo, que me obligara a salir de mí. Si pudiera ser de época, mejor.
¿Cuáles son los pros y los contras que tienen los actores de tu generación para desarrollarse?
-El pro es que hay mayor acceso a internet y eso nos abre muchas puertas, nos permite conocer un poco más lo que está pasando en el mundo, enterarnos de castings y estar en contacto con las redes sociales. Además, hay plataformas como Instagram que nos apoyan un montón a la hora de mostrar nuestro trabajo y de que la gente que nos sigue se relacione con nosotros. En contra, que todavía no tenemos un nivel grande de producciones y las oportunidades tenemos que buscárnoslas nosotros mismos. Necesitamos agencias de representación que nos ayuden a encontrar trabajo.
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en: