Si yo emigrara, me sentiría igual. Tengo casi la misma edad que Claudia Valdés, y quizás eso haga que su nostalgia se sienta como mía. Me habla de una Cuba que “parece retroceder en el tiempo, como una viejita que malamente se sostiene con andador”, y la voz se le va apagando. Casi en un susurro, con dolor, la actriz recuerda que la isla le sabe a huevo frito, café mezclado, ron, flan, frijoles de la abuela y pizza de masa gruesa “con queso derretido que te quema los dedos y te mancha la ropa”.
El país en el que fue una niña feliz y que dejó hace trece años, se le desdibuja en el mapa de su alma. “Es como una calcomanía vieja y desteñida”. Todavía no acaba de entender si su casa está en La Habana o en Miami, pero cada vez son menos las cosas que la atan al lugar donde nació. Lo más importante que le queda en Cuba son sus abuelas porque casi todos sus amigos “se fueron, no están”.
Para esta cubanoamericana, “Cuba es como ese familiar que apenas ves, pero que siempre mencionas como parte de tu familia. Tiene ese olor particular que apenas te bajas del avión te recorre la piel y se te mete por los poros durante muchos días”. Huele a humo de carros viejos y aceite quemado, y suena a reguetón, a Roberto Carlos y a gente que pide cosas de un balcón a otro.
Rotundamente negada a darle la espalda a los problemas de su isla y sin abandonar una prolífera carrera como actriz, hace unos tres meses Claudia hizo el descubrimiento de su vida. “Encontré una pasión que me ayuda a saciar un poco todas las ganas de saber que yo siempre he tenido, algo que es paralelo a la actuación y en lo que deposito la misma cantidad de energía y de amor que cuando actúo y que no hago con más nada porque nada me place o me llena más que eso. Se trata de mi podcast Como yo lo veo, que ha sido una salvación”.
La artista de 32 años, recientemente comprometida con el también actor Alexis Valdés, aunque llevan una década como una de las parejas más admiradas por la comunidad cubana en Estados Unidos, está enfocada en hacer que su podcast siga creciendo. Según resalta en exclusiva a CiberCuba, “Como yo lo veo se trasmite en todas las plataformas digitales y asombrosamente con 17 capítulos está llegando a los 90 000 escuchas en más de 115 países, lo cual es bastante para un podcast tan joven”.
“Me tiene muy satisfecha porque me ha dado la posibilidad de conocer a gente muy especial. Lo que hago es buscarle a cada capítulo una temática diferente. Lleva un trabajo investigativo fuerte, me toma una semana entera prepararlo, pero lo hago con mucha pasión, no siento que estoy trabajando, ni me molesta sentarme a grabar o editar. Me ha ayudado mucho a evolucionar”, comenta emocionada.
¿Tú percibes hoy una Cuba diferente a la del día que te fuiste?
-Cuando me fui no tenía noción de muchas cosas porque nunca había viajado. Creo que cuando una persona viaja fuera de su país tiene la oportunidad de contrastar cosas, de probar comidas nuevas, olores, ropas, de todo. Eso abre un horizonte gigante en tu cabeza y empiezas a comparar con el lugar del que tú vienes. Cada vez que voy a Cuba siento que la veo un poquito más destruida y a la gente más triste. Es una realidad que no se puede negar, que no se puede tapar con un dedo. Siento que Cuba como gobierno, como nación, está involucionando ferozmente. Y me preocupa mucho la alegría y la felicidad de los cubanos. Al final de allí yo soy, de allí yo vengo. Creo que si ha habido algún cambio en Cuba, es que ahora gracias a las redes sociales nos enteramos de lo que está pasando y vemos la verdad gracias a esos jóvenes que se juegan el pellejo por lograr un cambio y que haya libertad de expresión, que es lo que no existe.
¿Hasta qué punto ha sido Como yo lo veo una forma de expresarte como artista?
-Ha sido recibido de una manera que yo nunca imaginé. He podido entrevistar a gente tan inteligente y espectacular como Alexis Valdés y su hija América (con quien tuve una conversación muy linda), Yomil (cuya entrevista me impresionó mucho), las actrices españolas Beatriz Luengo y Marta Hazas, la cubana Mónica Alonso. Hablar con Luis Manuel Otero Alcántara sobre lo que está pasando en Cuba. Investigar sobre la depresión, la disforia de género y el cáncer y dar un poco de herramientas para que la gente puede enfrentarse a eso. Ha sido lo mejor que me pasó el año pasado y definitivamente de lo más importante que me ha pasado en la vida. Me lleno la boca de decirte que soy muy feliz cuando lo hago y que espero cada semana para empezar un episodio con ideas nuevas. Como yo lo veo me ha hecho mejor artista y mejor persona.
¿Cuál es para ti el escenario propicio para que se desarrolle verdaderamente el arte?
-Todo artista hace su obra para la gente y pienso que también para sí mismo. Entonces, el escenario propicio es aquel en el que tú tengas la libertad para expresarte como tú quieras, en dependencia de la rama del arte en la que estés. Si eres pintor, pues que te dejen pintar lo que tú quieras como tú quieras cuando tú quieras y exponerlo donde tú quieras. Si eres cantante o actor, lo mismo. Pero que no te pongan limitaciones.
Hace unos siete años afirmaste que no creías en eso de hablar de boda y ahora estás comprometida. ¿Cuáles han sido las claves del éxito de tu relación con Alexis?
-Alexis y yo llevamos 10 años juntos. Realmente a mí el hecho del matrimonio, eso de firmar un papel, no es lo que me atrae, sino el gesto tan bonito que tuvo Alexis el pasado 14 de febrero. Fue el acto lo que me pareció hermoso. Que tampoco tiene que ver con que me regalara un anillo, sino con que lo hiciera delante de todo el público porque fue como decirle al mundo: “Mira, te quiero mucho”. Eso fue súper lindo y no me lo esperaba. El secreto nuestro ha sido el respeto, la libertad y también el respeto a la libertad. Y paciencia, ¿no? No querer imponer mi regla por encima de la suya y tratar siempre de ceder un poquito.
¿Qué ha cambiado en ti desde la llegada de Lucía?
-Lucía ha sido la llave para abrir la puerta a todos mis miedos, para enfrentarlos y que se vayan de mí, para hacer cosas que nunca pensé que haría, para ser más fuerte y a la misma vez más débil. Ha significado noches sin dormir, pensando, preocupándome, como cualquier mamá haría, pero esta vez vivido por mí. No es lo mismo escuchar comentarios que dicen que ser mamá cambia la vida que tener la posibilidad de tener a tu bebé en tus manos. Mi hija me ha enseñado a ser yo, ha sacado la verdadera Claudia, esa que tenía en mí y que yo no conocía. Me ha enseñado a ser más auténtica, a querer hacer más para que ella se sienta orgullosa de mí, a no pensar tanto en el futuro, sino vivir cada día por ella, con ella, para ella, y también por mí. No quiero ser la mamá de Lucía solamente, quiero ser Claudia Valdés para que en un futuro cuando crezca sepa que no dejé de hacer nada por ella, sino que lo hice a pesar de tenerla, que no fue un impedimento para mí.
¿Qué tipo de padres han querido ser Alexis y tú para ella?
-No nos hemos planteado ser de una u otra forma. Simplemente nos dejamos llevar por ella, descubriéndola, viendo cómo se comporta y adaptándola a ella a nosotros también, no solamente nosotros a ella. Alexis es un papá maravilloso, ya lo había visto con sus hijos mayores. Esta es mi primera bebé, pero creo que eso no hay que estudiarlo mucho, sino que es un chip que se te activa en cuanto nace un hijo. Me dejo llevar y aprendo cada día de este oficio de ser mamá. Por otro lado, solo pienso en ser la mamá más cool, justa y comprensiva, en darle el espacio que desee tener.
¿Qué tipo de ser humano quisieran ustedes que ella fuera?
-Yo quiero que ella sea Lucía. Que sea buena persona es lo único que pediría. No se me ocurre más nada. No quiero que tenga una profesión exacta ni que sea la tipa más inteligente del mundo ni la más perfeccionista. Solamente que sea feliz y que sea buena.
¿Qué posibilidades te ha dado la actuación?
-Creo que actualmente estoy viva gracias a la actuación. Recuerdo que con siete años hice mi primera película, que fue la primera coproducción cubano-española que se hizo en Cuba y que a los diez ya yo sabía que quería ser actriz, que era lo único que me interesaba. Yo suelo ser bastante dramática en todos los sentidos de mi vida y entonces le dije a mi mamá que si no entraba en la Escuela Nacional de Arte me iba a suicidar (Ríe). Imagínate cuán dramática soy. No sé qué hubiera sido de mí si no hubiera podido estudiar esta profesión. La actuación me ha dado la posibilidad de vivir en muchas pieles, de soñar, de ser otras personas y de tener experiencias que yo como ser humano con una vida digamos normal, no tendría. Una drogadicta, una enferma de tuberculosis o una suicida son cosas que yo no conocería si no fuera por la actuación.
En Cuba pudiste actuar bastante y has podido hacerlo también en Estados Unidos. ¿Cuán distinto es actuar en uno y otro país?
-En Cuba viví hasta los 19 años y en esa etapa hice bastantes cosas, pero la mayor parte de mi trabajo la he hecho aquí. Llevo ocho años en el teatro, que es una de mis pasiones más grandes. He podido hacer más de ocho obras diferentes con muchos personajes, incursionar en la comedia. En Cuba pude hacer más cine, pero aquí ya he hecho tres películas (una de ellas en Cuba: Club de Jazz, de Esteban Insausti, en la que soy la coprotagonista de uno de los cuentos junto a Raúl Capote y cuyo rodaje amé) y acabo de terminar una que se llama Trust the process en la que hago el personaje más fuerte que he hecho en toda mi vida. Es un filme en el que soy la única actriz y todo gira alrededor mío. Aquí la diferencia es el idioma y que cuando vas a actuar en novelas te piden tener un acento neutro, que no es más que un acento mexicano y que yo me sigo negando a querer hablar porque me hace sentir rara, pero son las normas. Creo que Estados Unidos me ha dado la oportunidad de desarrollarme mucho. De mi carrera en los dos países guardo recuerdos muy lindos y gratificantes. No creo que ponga uno por delante del otro solo en lo que a la felicidad que me ha dado el trabajo se refiere.
¿Por qué crees que los jóvenes cubanos emigran cada vez más?
-Porque tienen la necesidad de conocer la realidad. En Cuba no se vive en la realidad, en Cuba se vive en una burbuja donde no pasa el tiempo, donde no pasan las horas, no pasa la vida, o pasa y ni siquiera te enteras. Los jóvenes, sobre todo los de mi generación, están muy necesitados de saber, quieren conquistar más cosas y a través de las redes pueden ver el mundo tan gigante que hay afuera y al que no pueden acceder. Creo que emigran porque la situación es cada vez más difícil, cada vez tienen menos posibilidades, cada vez los van metiendo más contra la pared en muchísimos sentidos.
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