Detrás del rostro de la actriz cubana Claudia Álvarez se esconden montones de nostalgias. Ella es capaz de revivir cada instante en que ha sido feliz e, inclusive, recordar con cariño los apagones de los años noventa. “Sé que puede sonar paradójico, pero fue una época linda para mi familia”.
De pequeña, se recostaba en el brazo de su papá (los dos con la espalda pegada al suelo para aliviar los calores sofocantes del verano) mientras su mamá trajinaba en la cocina entre canciones y su hermano mayor, que estudiaba música, tocaba la guitarra.
No olvida las historias que su abuela le contaba mientras la llevaba al círculo. ¡Cómo le gustaba quedarse en su casa para comer pan tostado en el desayuno o aquellos coquitos acaramelados que enfriaba sobre hojas de plátano! ¡Cómo esperaba que su abuelo le cocinara habichuelas y se las diera poquito a poco!
Sin mucho esfuerzo, la actriz cubana de 29 años regresa al barrio donde creció rescatando animales junto a sus amigos. Inventaron un sistema de ayuda en un terreno abandonado y a cada perrito que encontraban le construían una casita con ramas de árboles y sacos. Tenían martillos, alambres y pinzas que iban recogiendo de cada casa. “Dedicábamos horas a esas construcciones. Tal vez más de un arquitecto salió de esa experiencia”, señala convencida.
Claudia mira hoy aquel tiempo tan duro como algo muy difícil para los adultos. Sin embargo, sus padres le dejaron claro que “no importaban las circunstancias, siempre se podía soñar. Los apagones permitían hacer conciertos a la luz de las estrellas, la comida más simple era acompañada de elaboradísimos rituales mágicos y los animalitos rescatados siempre encontraban a mi familia con los brazos abiertos, como lo estaban para mí”.
Su esposo, el actor Yadier Fernández, aseguró hace poco que Claudia es imbatible en el Scrabble. Además de los juegos de mesa, se le da bien bordar, dibujar y casi cualquier otra manualidad. Es bastante multifacética, si se tiene en cuenta que cuando no está haciendo una película, una teleserie o una novela, ayuda todavía a los animales, aparece en algún videoclip o presenta un programa de televisión.
Aunque la última división político-administrativa que hubo en Cuba dejó a San Cristóbal fuera del mapa de Pinar del Río, Claudia se siente una vueltabajera divina. Su relación espiritual con Pinar no cambia. “Es algo que también tengo que agradecer a mis padres, que se ocuparon de legarle a sus hijos raíces y alas”. Su familia, afirma en exclusiva a CiberCuba, es buena creando recuerdos y contando historias.
¿Cuándo supiste que serías actriz? ¿Existió alguna otra opción?
De niña quería ser cantante. Pasaba horas frente al espejo con una toalla en el pelo y un desodorante de micrófono cantando “pero, ¡ay!, ¡ay!, ¡ay!, ¡cómo me duele!” Mi hermano mayor era músico, el segundo, bailarín, y yo soñaba con seguir sus pasos y los de Selena desde muy pequeñita. Ellos estudiaron en escuelas de arte, pero mis padres no quisieron que yo pasara por lo mismo. No fue hasta noveno grado que entré un día a la biblioteca de la escuela a devolver un libro y la instructora de arte estaba preparando a unos niños para el examen de la Escuela Nacional de Teatro. Llegué a mi casa y se lo comenté a mi papá. Creo que él se había quedado más afectado que yo por no haberme dejado estudiar música porque al día siguiente, todavía sin entender mucho, yo estaba en Pinar del Río encima de un escenario cantando, bailando y “comiendo fruta”. Nunca había pasado por mi cabeza ser actriz, pero llegué al taller nacional y me atrapó la gente, la energía, el sistema de trabajo y la exigencia de la escuela. Aprobé y dejé atrás los planes de hacerme doctora como mi mamá. Fui aprendiendo y viviendo el teatro y me terminó embelesando.
¿Qué dirías que es lo más fácil y difícil de la actuación?
Para mí la actuación está estrechamente vinculada con lo lúdico y quizás es por eso que me apasiona tanto, porque a pesar de que lleva intrínseca la disciplina y el esfuerzo es básicamente un juego, y como juego al fin, en ocasiones se complica, sobre todo cuando llego al set con inseguridades por falta de trabajo. He aprendido que disfrutar o sufrir mi trabajo depende enteramente de mí y de mi capacidad de entrega. Eso es quizás lo mejor y también lo peor de esta profesión, no hay medias tintas. Para actuar, como para vivir, es siempre todo o nada.
¿Prefieres un medio por encima de otro?
Para nada. Cada medio tiene su encanto y actuar es un regalo maravilloso que me ha tocado. Siempre que esté actuando voy a ser feliz. El teatro te regala a la gente y la energía poderosa que produce, el círculo se cierra porque logras ser testigo de cómo las personas reciben tu trabajo en vivo y en directo. El cine desarrolla atmósferas muy especiales y personalmente es el medio que más respeto (me muero cada vez que dicen “acción”) porque es también en el que menos me he desenvuelto. Y la televisión te provee de un entrenamiento constante y muy fuerte donde desarrollas tus herramientas actorales a gran velocidad. No he tenido el placer de hacer radio, pero los pocos acercamientos que he tenido me han dejado queriendo más.
¿Crees que siempre tiene que haber un desnudo para que haya sensualidad?
Creo que hemos conectado equivocadamente la desnudez exclusivamente con la sexualidad, es algo propio de la sociedad actual. Personalmente creo que la sensualidad está conectada a ideas, está mucho más en nuestra mente que en nuestro cuerpo. Puedes sentirte sexual y no estar desnudo y no sentirte sexual cuando estás desnudo. El cuerpo es el pretexto.
¿Cuánto tiene que hacer un actor cubano, además de actuar, para vivir?
Ser actor es una carrera de pobres. Aunque existe el sueño de la industria millonaria en la que todos cabemos y somos exitosos, la realidad es que los que dedican su vida a actuar lo hacen por pasión. No puedo hablarte desde la experiencia de otras personas, pero he tenido la fortuna de que las otras cosas que he tenido que hacer han sido vinculadas con el arte y con lo que me apasiona.
¿Qué dirías que te queda pendiente como actriz?
Hay mucho pendiente, pero todo se resume en crecer profesionalmente de manera espontánea y que cada trabajo que llegue reciba lo mejor de mí. Tengo claro que la evolución que pueda tener en mi carrera como actriz dependerá enteramente de la evolución que alcance como ser humano, y queda mucho por vivir y aprender.
Cuando tu pareja también es actor, ¿el trabajo es más llevadero o más complicado?
Más llevadero. Creo que la pareja que decides tener es quien te acompaña en tu viaje y por eso tiene que estar en sintonía con las cosas que te mueven y te apasionan. No obstante, he conocido muchísimas parejas de actores y no actores que son felices y encuentran el equilibrio perfecto entre su vida privada y profesional. No se trata de las carreras de cada uno. Mi experiencia personal me ha enseñado que siempre que tengas la capacidad de dejar tu ego a un lado, tener a un colega de trabajo como compañero de vida es otra herramienta, una muy valiosa para tu desarrollo actoral. Siempre se agradece contar con un lenguaje común, eso lo hace todo más fácil.
¿Qué te ha aportado tu faceta como profesora?
He aprendido de mis alumnos y de mis colegas de trabajo enormemente. Ha significado un entrenamiento constante para mí como actriz: le das vueltas a muchos conceptos y teorías que aprendiste de muy joven en diferentes períodos de tu vida y terminas siendo más creativa, más segura y entendiendo que los errores son una parte vital del aprendizaje.
¿Qué te apasiona o te sensibiliza además de actuar?
Ya te conté que me hubiera gustado mucho haber sido cantante, así que a cada rato canto un poquito y me desahogo. Además, los animales y las manualidades.
¿Por qué te entusiasma la idea de tener un refugio de animales propio?
Me encantan los animales. Cuando veo la cara de un cachorrito, me derrito. Todos nos preguntamos en algún momento cuál es nuestro propósito en la vida y cuando soy capaz de cuidar y proteger a un animal me siento muy bien. Los animales merecen respeto y muchas veces no lo reciben. Me encantaría poder crear un espacio donde se pudieran equilibrar un poco las cosas en ese sentido.
¿Cuánto crees que falta por hacer para eliminar la violencia y la discriminación contra las mujeres?
Mucho. He conversado de este tema con amigos y familiares, personas a las que admiro por su inteligencia y sensibilidad y no ven el problema donde yo lo veo. Eso me hace entender lo largo que es el camino por recorrer, porque está claro que si no ves el error, no lo puedes enmendar. La buena noticia es que cada vez hay más gente que cree en la habilidad humana de cambiar para bien, gente dispuesta a enseñarle a sus hijos que nacer mujer no implica estar obligada a ser esposa, madre, objeto sexual o “cosita rica” que pasa por la calle. Hay gente muy linda en este país que entiende lo diverso y lucha por la igualdad y el respeto hacia las personas más allá de su sexo, su raza, su religión, su orientación sexual. En esa gente yo confío porque el cambio que me gustaría depende de que todos queramos y de que todos seamos capaces de desaprender lo que una vez “estuvo bien” y ya hoy no lo está. Ese cambio no daña a nadie, pero hay que quererlo.
¿Hay algún proyecto cercano?
Está saliendo actualmente la teleserie Rompiendo el silencio por Cubavisión los martes a las once de la noche. Rodé también un capítulo de la teleserie Promesas y un telefilme dirigido por Joel Infante que se llama El viaje. En teatro quedaron pendientes unas funciones de Player de Carlos Sarmiento y de Hembra de Yunior García.
¿Cuál es tu ley de vida?
Ayudar, evolucionar, aprender, querer mucho y no dejar que nadie me joda en el intento (Ríe). Me gusta que la gente sea feliz y si soy parte de esa felicidad o de una pequeña sensación de bienestar, me doy por servida.
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