Cubanos interesados en la política democrática tienen una rica fuente en las elecciones de este martes en Madrid, sacando -de triunfadores y derrotados- las debidas experiencias, que ayuden a dibujar sus contribuciones personales a la democratización de Cuba, urgida de una renovación estructural que reemplace el orden caduco por una república plural y eficaz.
Las experiencias democráticas no son trasladables automáticamente a la oposición a una dictadura sexagenaria y totalitaria, pero al menos pueden ser útiles para que cubanos con responsabilidades y afición políticas empiecen a comprender que el adversario es el tardocastrismo y no otra víctima que comparte recelo, desdicha, penuria y miedo.
Para adhesiones incondicionales, está el régimen totalitario, los cubanos deberían actuar políticamente convencidos de que lo mejor está por llegar, pero que solo será posible derrotar a la barbarie e ilusionar a la mayoría con una oferta democrática que ponga la suerte de Cuba en el centro del debate y renuncie a mirar de reojo al prójimo.
Los escenarios políticos contemporáneos son dinámicos, si en 2019 el PSOE fue la lista más votada, dos años después ha pasado a ser la tercera fuerza política y ha perdido 13 diputados y 278 mil votos.
Las mayorías absolutas no siempre garantizan un buen gobierno ni aseguran repetir victorias; el PP -gobernando en coalición con Ciudadanos y apoyos puntuales de VOX- consiguió 900.361 votos más, con respecto a los comicios anteriores, y subir de 35 a 65 diputados.
Un alta participación ciudadana legitima a la democracia y no a opciones ideológicas que -en dudosas ecuaciones- calculan indebidamente que un alto porcentaje de votación o abstención beneficia o perjudica determinadas siglas; este martes votó en Madrid el 76,25% de su censo electoral, casi 12 puntos más que en 2019.
Los actores políticos emergentes no siempre representan opciones éticas y tampoco tienen garantizado el éxito porque sean nuevos, Ciudadanos pasó de 26 a 0 diputados en dos años, tras su intento fallido de pactar con Pedro Sánchez el derribo de Isabel Díaz Ayuso, un acto de traición y marrullería política carísimos para el partido naranja, que no aprendió del suicidio en Cataluña, donde de 19 diputados pasaron a cero.
El desembarco de líderes mediáticos, presentado como sacrificio por la democracia, libertad y otras grandilocuencias carecen de influencia positiva en el electorado; Pablo Iglesias, que venía a salvar a Madrid del fascismo, acabó su corta e intensa carrera política este martes, entre lágrimas de sus seguidores y mirando de reojo a Mónica García e Íñigo Errejón, laminados de Podemos en una purga leninista, y que acaban de situarse como segunda fuerza política en la región y consolidando su suelo electoral para las próximas elecciones generales.
Construir un discurso político que azuza el miedo al comunismo, al diferente y al emigrante, aprovechando crisis económica y sanitaria, generadoras de temores y angustia en una parte del electorado, limita las opciones de crecimiento de un partido emergente, condenado a un nicho electoral vegetativo, privándose de ganar peso e influencia; cualquier duda al respecto, preguntar en VOX, que sigue sin encontrar la receta.
El elemento novedoso en la política es la ciudadanía que ha evolucionado de un posicionamiento ideológico tradicional y/o sentimental a un ejercicio del voto apegado a la eficacia y la pluralidad, que lo convierte en un actor cualificado y exigente, alejado de etiquetas y condicionamientos.
El segmento decisivo en escenarios democráticos de sociedades prósperas huye de los extremos y privilegia discursos realistas y flexibles, como el de Díaz Ayuso en defensa de la economía, las empresas, el comercio y las familias de Madrid.
Una de las claves en la contienda cubana será mostrar a los cubanos que otras opciones políticas pueden hacerlo mejor que los actuales burócratas continuista eso sí, dejando claro que gobernarán a favor de todos y en contra de nadie...
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