La democratización del debate político en redes sociales posibilitó un mayor conocimiento de los crímenes totalitarios del triunvirato Castro Ruz/Rodríguez López-Calleja/Díaz-Canel Bermúdez, pero también generó una plaga de demagogos insensatos que, por dinero y protagonismo, asumen la desdicha de Cuba como si fuera una partida de dominó, contribuyendo a trivializar el drama la nación herida de sombras.
Cuba sigue siendo la dictadura más antigua de Occidente; la mayoría de su pueblo carece de confort, sosiego, agua, pan, aspirinas, caminos y escuela, y el coronavirus dejó en cueros a la potencia médica que mendiga jeringuillas y alquila sanitarios al mejor postor; mientras el tardocastrismo, buena parte de sus opositores y tribunos de barbería siguen carente de un proyecto de nación, de reconstrucción nacional, animados por la inmediatez, que siempre exige reacciones emocionales.
La casta verde oliva invoca la resistencia antiimperialista como receta única, mientras mueve a sus agentes de influencia en Estados Unidos para que Joe Biden les dé un chance, y dolariza hasta la sed; mientras acorrala a opositores y activistas para evitar un efecto contagio entre los empobrecidos que odian en silencio a sus gobernantes y estimula el duelo de dominó digital, entre muñequitos de ambas orillas.
¿Qué país pretende el tardocastrismo? ¿Cuál es su modelo? Un mercado de once millones de almas subvencionado por Estados Unidos y la generosa emigración cubana, carente de libertad y sumisa al comunismo de compadres.
¿Qué país pretende la oposición anticastrista? ¿Cuál es su modelo? Un mercado de once millones de almas, con libertades políticas y cívicas, pero sin explicitar cómo llevará a la nación a esa Arcadia feliz; salvo honrosas excepciones empeñados en transmitir a sus compatriotas que el éxito no está a la vuelta de la esquina, que se necesitan aliados internacionales, diálogo fecundo y trabajo, mucho trabajo en condiciones de austeridad, para sanar el enorme déficit comunista, en todos los ámbitos.
Grosso modo, la indigencia del debate político ha dividido el escenario en dos grandes bloques, a favor y en contra, donde cada bando está ensimismado en meterle pollona al adversario y acepta todo lo que sea contrario a su oponente, incluidas medias verdades o mentiras porque lo importante es joder al otro.
La perversión del debate ocupa espacios bullangueros en redes sociales, donde los conservadores de ambos ejércitos, armados con ratones informáticos, no navegan para informar, informarse y contrastar sus puntos de vista con otros diferentes, sino para pontificar su predominio obsesivo de aldeano vanidoso, que asume Facebook, Instagram y otros juguetes como un nuevo Espíritu Santo.
Las redes sociales son instrumentos valiosos de comunicación, pero como en la familia, la empresa, la política y la vida debe llegarse a ellas con criterio formado y sabiendo que el éxito de todos los cubanos, pasa por el reconocimiento del diferente, sin que ello implique compartir enfoques y métodos; pero nunca lapidar.
Cuando un cubano insulta a otro se autodegrada y, lo peor, contribuye a fomentar nuestra condición de indios con levitas incapaces de generar espacios de debate civilizado, donde la militancia ideológica no suplante a la ética y el respeto; mientras la dictadura sigue alimentando falsos mitos de invencibilidad que casi siempre acaban en out por regla, como acaba de ocurrir en la pelota preolímpica; y el resto del mundo ríe y sonríe con la desgracia de Cuba, coloreada de fanatismo y absurdos.
La fiebre de jugadores de dominó imperante en torno a Cuba sigue subiendo, sin apenas dejar resquicio a la lógica, el análisis, la duda, y el contraste; generando ficticios escenarios de caídas inminentes, derrotas y victorias exterminadoras, tan del gusto de nuestra pasión desbordada por el crimen y el castigo, que también contamina al periodismo.
Cuba esta saturada de salvadores de la patria, entusiastas del Armagedón y Melquiades revolucionarios y contrarrevolucionarios; aunque la nación solo demanda que cese la bulla bilateral, retroalimentada por necios que desprecian cuanto ignoran y -si militando fervorosamente en un bando- se libra de la Oficoda o consigue entrar en el 20% del Principio de Pareto, ¿para qué perder el tiempo, para que volvernos locos?, si tu sabes que nosotros no nos comprendemos nunca.
Mientras dure el aguacero de posverdades, habrá que seguir jugando al dominó viejo, sabiendo que una blanca es blanquizal de Jaruco; un dos, el Duque Hernández; un cinco, Sin comer no se puede vivir: el doble seis, la caja de lager, un ocho, Ochoa, jefe del ejército; el doble nueve, la caja de muerto; y lidiando con agachados y con quienes apuestan por trancar el juego, sin dejar de contar el tablero para evitar que algún vivo grite: ¡Me pegué!...
¿Qué opinas?
COMENTARArchivado en:
Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.