La equidistancia política, entendida como el deseo de no sentirse interpelado, no ver las diferencias porque no se quiere, nunca favorece la concordia y la resolución de los problemas; en el mejor de los casos lo que hace es aplazarlos, pero nunca contribuye a resolver los conflictos de forma justa ni democrática, ya que esta actitud niega de raíz que siempre hay una parte que tiene más razón o es más justa o más pragmática que la otra en litigio.
Para Aristóteles la virtud significa el punto “equidistante” entre dos extremos como lugar de encuentro y de diálogo, no significa tibieza ni debilidad, ni tampoco un compromiso con una “verdad” o “extremo”, sino con la búsqueda de un camino.
La reacción fulminante contra la homofobia, de la Comisión Europea, contra lo que considera una vulneración de los derechos ciudadanos, marca la diferencia. No pronunciarse, no tener opinión, abandonarse al “ni” una cosa “ni” otra, no sentirse interpelado, no ver las diferencias porque no se quiere, no hacer nada, es lo que se llama indiferencia.
La política es la ciencia social que estudia, los sistemas de gobierno y los comportamientos humanos en la sociedad. Su objetivo es establecer, a partir de la observación de hechos de la realidad política explicaciones acerca de su funcionamiento. Sólo con un certero diagnóstico de la situación, podremos caminar hacia el punto de encuentro, que aplique la terapia adecuada para la resolución de los conflictos. Sin una autentica definición del problema, las buenas intenciones de la Comunidad Internacional y de los organismos competentes para mediar en los conflictos son y serán infructuosas.
El pueblo cubano sabe de la crudeza, y de la equidistancia o indiferencia política. La indiferencia va unida al desapego en nuestra relación con el otro. Necesitamos de la Comunidad Internacional y de sus instituciones un posicionamiento claro sobre los regímenes totalitarios. Aquellos que los sustentan con su indiferencia son también cómplices del sufrimiento injusto de los pueblos. Hay que cuidarse de los que establecen una ortodoxia en el plano político, que en esa bipolaridad que surge allí, es donde los valores democráticos comienzan a derrumbarse.
No olvidemos aquello que dijera Cioran: “El diablo palidece junto a quien dispone de una verdad”.
Elena Larrinaga de Luis es portavoz y coordinadora de Relaciones Internacionales del Consejo para la Transición.
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