Sullivan Darién Cardoso Álvarez es un galeno cubano que hasta el 18 de julio formó parte de la brigada médica en Venezuela. Tras las protestas del 11J, compartió videos del estadillo social en Cuba y de la represión, lo que molestó a sus superiores en el Estado de Zulia donde laboraba como médico intensivista en zona roja.
El 11J supo resonar en los corazones de muchos cubanos que no quedaron indiferentes y se unieron desde diversas geografías para apoyar el grito de libertad de un pueblo que finalmente parecía que había despertado.
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El doctor Cardoso, como tantos otros que viven y trabajan bajo el control del gobierno cubano, sufrió su cuota de represión.
¿Por cuánto tiempo estuviste en Venezuela como parte de las brigadas médicas cubanas?
Me incorporé a la misión médica en Venezuela el 7 de diciembre de 2018. Es decir, estaba próximo a cumplir 3 años. Estuve en dos Estados venezolanos, Apure y Zulia, específicamente en el CDI [Centro de Diagnóstico Integral] de Santa Bárbara. Soy médico diplomado en terapia intensiva, y trabajaba en un CDI en la sala de terapia intensiva.
¿Qué pasó después del 11 de Julio y por qué tuviste problemas?
Los cubanos no estábamos acostumbrados a tener tanto internet y una vez que llegué a Venezuela la internet era más accesible. Eso me abrió varias ventanas.
Específicamente, en el caso del 11 de julio comencé a ver las protestas y todo lo que estaba ocurriendo, incluso a amigos míos que estaban siendo encarcelados.
Yo hice la denuncia en mi perfil, compartí todos los videos que llegaban a mi alcance y me hice eco de todo lo que está pasando porque hay que tener sangre en las venas. Yo no puedo ver a mis hermanos luchando, dándole el pecho a las balas, a los golpes y a la represión y ni siquiera decir algo...
Por supuesto, eso trae repercusiones. Yo sabía que en algún momento iban a llegar a por mí.
¿Cuáles fueron las repercusiones?
Por esos días, a partir del 11 de julio hasta el día 18 prácticamente yo no dormí, a toda hora con el teléfono con la esperanza de que ahora sí, ahora sí vamos a ser libres.
La brigada de los que estaban en misión siempre crean un grupo de WhatsApp donde se manda la información y yo compartí también vídeos [en ese grupo] animándolos a los que formaban parte a que hicieran lo mismo, que era lo mínimo que podíamos hacer. De ese grupo me sacaron y estaba a la expectativa entonces de que vinieran los jefes del Estado, lo cual pasó el día 18. Vinieron en una guagua, una buseta, el jefe de la comisión disciplinaria acompañado por otro más.
¿Cómo fue la reunión?
Era una especie de juicio, una especie de declaración jurada, algo así, como si yo fuera un criminal y hubiera hecho algo. Simplemente por compartir la realidad. Un juicio donde el juez era el jefe de la comisión disciplinaria. También estaba presente el jefe del partido.
En la reunión Nelson Lezcano, jefe de la comisión disciplinaria, te advierte que “tú estás en una misión, una misión que tú sabes que es política”. ¿Qué hiciste después?
Yo tenía la intención de represar a Cuba, porque es mi país, porque quería luchar junto con la gente que se está arriesgando allá…
Ellos nunca me dijeron qué iban a hacer conmigo. Supuestamente ellos debían decirme qué medidas iban a tomar. Es decir, si me iban a dar fin de misión. Hay una cosa que se llama revocación que es que te quitan el dinero que has obtenido durante la misión.
¿Cuál era tu salario mensual en Venezuela?
Esa es una buena pregunta. El contrato dice 450 dólares al mes que serían 200 congelados que no se pueden usar [hasta que regrese a Cuba al término del contrato] y los 250 que se pueden usar. Pero a partir del primero de enero con todos los cambios, no sé…
La orientación era recogerlo todo. “Te vas con nosotros en la guagua para Caracas”, [dijeron]. Así que aproveché que tenía que recoger todas mis cosas… y en el último momento vino un amigo mío venezolano a buscarme.
¿Y dónde estás ahora?
En Colombia. Llegué a Colombia para tener algo que se parezca un poco a la libertad; en Venezuela no es posible.
En una directa que tú hiciste decías que habías ido a pedir asilo
Aquí no conozco a nadie. Lo primero que me pasa por la cabeza la embajada americana… Ahí lo único que conseguí fue un número de teléfono. Me cansé de llamar… Incluso, hay una opción de marcar tal número y [decían] “contactaremos con usted”. Eso nunca pasó. Estuve ocho días esperando.
Luego fui al ACNUR y ahí fue peor que en la embajada. Me atendió una persona de seguridad, ni siquiera me atendió un funcionario y me dijo: “Aquí la orientación que nos han dado es que le demos este número de teléfono a todo el que venga a preguntar", número de teléfono que era exactamente el mismo que me habían dado en la embajada.
Tengo entendido que antes del 11 de julio ya habías tenido otro problema con los jefes en tu brigada
La primera reunión que me hacen fue a finales de febrero o principios de marzo, por el caso de la vacuna. En ese momento comenzaron a vacunar a los médicos cubanos en Venezuela con la Sputnik V, que entonces estaba en plena fase 3 [de ensayo clínico] y eso no lo explicaban a las personas cuando las vacunaban.
Esa es la principal causa de yo negarme. Tenían que pedirme mi consentimiento y eso era lo que más me molestaba de todo, que era como obligado a todos, como un carnero: “Venga para acá vamos a ficharlo”. No puede ser así.
Por eso estuve un mes retenido en Maracaibo, que es la capital del Estado Zulia, en una Villa militar, aislado del resto de los compañeros.
Debe ser difícil dejarlo todo
Más difícil es no hacerlo. ¿Cómo llegar a ver a nuestros hermanos, a nuestros padres, a los hijos, a las madres en las calles recibiendo golpes de la policía, desaparecidos y no hacer nada? Eso es lo que yo no logro entender. Ni siquiera expresarse, ni siquiera compartir. Si no puedo estar a su lado, al menos, hacer eso. Creo que lo que hice es lo que debería hacer quien sienta un mínimo de amor por Cuba, por la libertad que tanto merecemos los cubanos
Es difícil, sí, pero después que lo haces te sientes bien contigo mismo.
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