Cardenal de Boston puso malo el dao en Cuba

Los caminos de la represión tardocastrista parecen inescrutables, como los del Señor.

Cardenal de Boston en reciente misa a la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba © Il Sismógrafo
Cardenal de Boston en reciente misa a la Caridad del Cobre en Santiago de Cuba Foto © Il Sismógrafo

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Este artículo es de hace 3 años

El cardenal de Boston, Sean O'Malley, puso malo el dao en Cuba, obligando al gobierno a visibilizar a José Daniel Ferrer, a permitir una visita del obispo de Matanzas a Félix Navarro, en huelga de hambre en la cárcel, y comentando su impresión que el católico presidente Joe Biden está a la espera de cambios democratizadores reales y tangibles, que los cubanos cobren las remesas familiares en dólares, sin injerencia militar, y después hablar de los aretes que la faltan a la luna bilateral.

El presidente Díaz-Canel, sorprendido, aunque avisado, por la inoportuna visita de O'Malley, huésped del obispo de Santiago de Cuba, Dionisio García, sensible a Ferrer y a UNPACU, ordenó la grabación de un vídeo del reo en la cárcel de Mar Verde, donde aparece el opositor sereno, con una mascarilla sanitaria de calidad, preocupado por su familia, especialmente por sus hijos y demás pequeños de la familia; imagen muy alejada de aquel estruendo de cabezazos contra una mesa, estando detenido por la Seguridad del Estado.


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Nelva, la esposa de Ferrer, llevaba un mes y pico pidiendo una fe de vida, pero el gobierno no atendía sus justos reclamos; Félix Navarro había iniciado una huelga de hambre en protesta por su injusto encarcelamiento, pero la casta verde oliva y enguayaberada andaba descubriendo la pobreza de La Güinera, Isla de la Juventud, Los Sitios y El Fanguito, donde la revolución comunicacional que viene ya ha dejado sabrosas joyitas.

Navarro y Ferrer son miembros del Consejo para la Transición, al que la Seguridad del Estado no ha dejado de advertir que no permitirá su acción política; ¿entonces porqué los visibilizan?, como también hacen con Guillermo Coco Fariñas, cuidándole la salud y reteniéndolo legalmente para hablar sobre Afganistán.

Los caminos de la represión tardocastrista parecen inescrutables, como los del Señor.

Díaz-Canel comentó, en su enemigo twitter, que ratificó las buenas relaciones de Cuba con la Santa Sede y comentó sobre esfuerzos locales, sin aludir a lo dicho por O'Malley; que no ocupa cargo alguno en el Vaticano, aunque fue papable en 2013 y podría volver a hacerlo.

Las fotos del encuentro muestran que Díaz-Canel puso todo su empeño, rodeándose de Bruno Rodríguez, Carlos Fernández de Cossío y Caridad Diego, pidiendo a O'Malley que interceda ante Biden; otro esfuerzo baldío porque el primer cambio será una estación CIA en La Habana para desquiciar a la devaluada Contrainteligencia y palpar a la sabrosa sociedad civil cubana.

El Encargado de Negocios de Estados Unidos Timothy Zúñiga-Brown -que ha soportado asedio grosero y sin poder tener a su familia en La Habana post ataques sónicos- ya ha recibido la nueva flota de carros cómicos que hacen las delicias de vecinos y curiosos.

Biden guarda en su memoria el agravio tardocastrista a Obama y ha escuchado a cubanos inteligentes como Enrique García, alertando que La Habana es experta en simular negociar para ganar tiempo y leído a Carlos Alberto Montaner que -cuando nadie escuchaba- avisó que Fidel Castro entendía la negociación como recibir todo a cambio de nada y dando palos a los interlocutores.

Los cariacontecidos Caridad Diego y Carlos Fernández de Cossío sufrieron ante el desenfado del cardenal norteamericano, que acudió a las cita con hábito capuchino, casi un émulo del humilde San Juan Bautista, aquel que decía no llegar ni a la chancleta de Jesús, pero desbrozaba el camino.

El bobo político tiende a creer que el resto de los ciudadanos, incluido un obispo, son fáciles de engañar y los niveles de improvisación del gobierno cubano son tan suicidas, que asustan incluso a diferentes generaciones de dirigentes ya jubilados y esparcen ante el cuerpo diplomático acreditado en La Habana el peligro de un colapso total a corto plazo.

El fin de los hiperliderazgos generan orfandad en los herederos, incluso en sistemas democráticos, como ocurrió al PSOE de Felipe González, cuando abandonó la primera línea de la política de manera sorpresiva y apostando por Joaquín Almunia, que perdió frente a José Borrell, tras el experimento de elecciones primarias para elegir al Secretario General.

El primer secretario del partido comunista y presidente cubano, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, llegó a sus actuales cargos mediante un proceso tutelado por Raúl Castro y José Ramón Machado Ventura, guiados por su necesidad de una jubilación sin sobresaltos y tras eliminar -durante años- cualquier atisbo de peligro, designaron a un delfín leal a ellos y no a Cuba.

Solo hay que ver las rebeliones recientes de los primero secretarios del partido en las provincias de Santiago de Cuba, Cienfuegos, Ciego de Ávila, Guantánamo y Artemisa, cuando Díaz-Canel y Marrero intentaron que cargaran con los muertos del coronavirus y las culpas del 11J, una novedad en el cementerio político cubano, donde -hasta entonces- el discrepante pedía la palabra porque consideraba poco enérgico a quien le antecedía en la algarabía de barricada.

El tiempo está a favor de los cubanos, de Ferrer, Navarro, Fariñas y Biden, pero en contra de Díaz-Canel, que sigue desperdiciando oportunidades para convertirse en Miguel Gorbachov, sobre todo ahora, que López-Calleja está malito y Raúl Castro ha tenido que salir de la jubilación para felicitar a los Boinas Rojas e intentar seguir amedrentando a los empobrecidos con demostraciones de fuerzas, a la que no asistió ningún civil, ni siquiera pioneros corales, usados para aparentar que los represores son pueblo uniformado ¡pa su escopeta!

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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