Ok, vamos a hablar de pelota

¿Se van porque no pueden ejercer el voto directo y secreto? ¿Porque no pueden fundar un partido político? ¿Porque hay que dedicarle la victoria al Comandante y a la Revolución?

Peloteros cubanos © Twitter/Guillermo Rodríguez Gato
Peloteros cubanos Foto © Twitter/Guillermo Rodríguez Gato

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Este artículo es de hace 3 años

No tiene sentido discutir el porqué. Discutir eso es una vía de escape para evitar la aceptación de la realidad, perderse en divagaciones, poder llegar a la teoría sociopolítica, y ahí engañar y autoengañar.

¿Se van por motivos políticos? ¿Qué son los motivos políticos? ¿Se van porque no pueden ejercer el voto directo y secreto? ¿Porque no pueden fundar un partido político? ¿Porque hay que dedicarle la victoria al Comandante y a la Revolución? Ah. Muela.


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¿Se van por motivos económicos? ¿Porque no hay comida? Comida, poca y mala, pero todavía hay. ¿El carro "moderno"? ¿En serio? ¿La casa, con aire acondicionado? ¿El champagne en el jacuzzi?

Allá la casa con aire acondicionado y el carro "moderno" son lo normal. Todos los pobres tienen. El concepto de pobre es diferente. Se van, simple y llanamente, porque no hay futuro. Porque quedarse es irse a pique con el barco.

En los 80 el Gobierno vivía de asustar a los posibles emigrantes con que la ida era el fin de su carrera. El capitalismo injusto, cruel y despiadado, no permitía el deporte amateur, y del deporte profesional se nos enseñó que era cosa de mercenarios. Y muchos se lo creyeron. El bate de madera era un enemigo ideológico. Representaba todo lo malo que había que odiar. Súmesele a eso aquel arraigado -y cubanísimo- pensamiento de que "a tu familia le van a hacer la vida imposible".

Con el tiempo, las reglas internacionales cambiaron. Se mezclaron los deportes. Se perdió la diferencia entre amateur y profesional. A "Barbatruco" le rechinaban los dientes cada vez que hablaba del asunto. Hubo que cambiar a bate de madera, y la mayoría de los batazos no llegaban ni al short. Se dieron cuenta que también había que cambiar la pelota, para que botara más y hubiera espectáculo.

Se empezaron a acabar los equipos universitarios en los torneos internacionales, y había que jugar pelota real. Algunos elegidos -siempre de probada intransigencia revolucionaria- fueron a jugar profesionalmente a Japón, e hicieron carrera en los Halcones de Softbank o en los Dragones de Chunichi. En Japón el deporte profesional no era mercenario, y el cubano profesional no era traidor si le daba al Gobierno el dinero que ganaba.

Siempre ha sido un asunto de geografía, dinero e hipocresía, nunca de deporte.

Pero estamos en el 2021, llegando al 22, y en el siglo 21, caminando para el 22. El que no haya visto Moneyball la película, vaya y véala.

¿Les sorprende que se quede la mitad del equipo? A los especialistas no.

¿Para qué necesita un equipo profesional a una estrella cubana? ¿Un pelotero que ya quemaron, que ha entrenado en condiciones adversas toda su vida, con poca comida y menos recursos? ¿Una estrella que termina de entrenar y se va en guagua para su casa? ¿Una estrella que juega pelota vintage, al estilo del siglo pasado? ¿Una estrella de 30 años de edad y 45 de maltrato?

¿Van a invertir en entrenar de nuevo, en transportar al futuro a un pelotero que va a rendir 5 años antes de caerse a pedazos? Tiene que ser muy bueno. Tiene que ser una verdadera estrella. Hay que escogerlo muy bien.

¿Pero un Sub23? Ohhhhh... Mamey. Negocio redondo.

Viene con salud. Viene en forma física. Hay que enseñarlo a jugar de nuevo, pero está fresco y aprende, es flexible.

Y no quiere subir al equipo provincial y que un gordo con guayabera decida su destino, y le dé el puesto en los Dragones de Chunichi a otro que gritaba más cuando los llevaban a hacer bulto en un acto de reafirmación revolucionaria. No quiere que después de ganar un campeonato mundial, el mismo gordo decida que no se ganó un carro, que no vale lo que cuesta el equipamiento que tenía puesto el tipo que no salió nunca del banco en el equipo que perdió.

Tampoco quiere llegar con una medalla de oro a una casa en Seboruco, donde los cuartos tienen cortina en lugar de puertas, y vive con la madre, el padrastro, la hermana, el marido alcohólico de la hermana, las 2 hijas del matrimonio anterior de la hermana, el hijo chiquito de la hermana con el alcohólico, y un tío abuelo con principio de Alzheimer.

Además de no querer esas cosas, sabe mucho. Tiene internet. Sabe los salarios de las Grandes Ligas, pero también los de la Triple-A y Doble-A, y cualquiera es más dinero del que iba a ganar jamás. Y si no resuelve en la pelota, él tiene un primo en Dakota, que maneja un camión, que llegó hace 5 años y ya ha tiene 2 camiones, y le va a dar uno para que lo maneje hasta que se pueda comprar el de él. Porque el camionero de Dakota -que es como el pueblo de Seboruco, pero en los EEUU-, vive mejor que el comisionado gordo que decidía su vida por él, y además tiene voluntad propia.

Sabe además que dentro de muy poco la pelota no va a significar nada en Cuba, y Cuba no va a significar nada en la pelota mundial.

Porque es un problema de deporte y pasión, pero también de comodidad y de libertad.

Así mismo -hace años- perdió Cuba un equipo Todos Estrellas de voleibol masculino. Todos tenían contratos en Italia, y por alguna razón los directivos intentaron evitar que fueran a jugar fuera. Volvió uno solo. Los demás no pudieron volver a Cuba en más de 10 años, pero ninguno se arrepiente.

Estos Sub23 fueron filtrados. Son los que el sistema determinó que tenían menos probabilidades de quedarse. Viajaron porque tenían mejores "condiciones ideológicas". Todo no pasa de ser una burla.

Creo que al final no hablé nada de béisbol. Mi hermano tenía una pelota firmada por un equipo Industriales de los 2000, de los tiempos de Yasser "La Espuma" Gómez. Se la llevó cuando se fue, en el 2008. Siempre ha sido un teórico de la pelota, pero en la práctica es corredor de fondo. Hace más de 10 años no lo veo.

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Javier Bobadilla

Javier Alejandro Bobadilla Díaz, La Habana, 1979. Estudió ciencias de la computación, artes marciales japonesas y fotografía, sucesivamente. Relee las obras completas de Borges, periódicamente. Usa todo lo anterior -a falta de talento real- para escribir de política y sociedad


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