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El Mariel aéreo que acaba de proporcionar el sátrapa nicaragüense Daniel Ortega Saavedra a la dictadura más antigua de Occidente, confirma que el tardocastrismo carece de un plan de gobierno para Cuba, excepto la represión y los destierros; como es habitual en el eje totalitario La Habana-Managua-Caracas.
La excusa oficial es facilitar, por "razones humanitarias" el contacto entre emigrados en Nicaragua y sus familiares en la isla; mentira que se cae por su propio peso, pues son menos de dos mil cubanos los residentes en la nación centroamericana, aunque antes de la pandemia de coronavirus, cubanos usaban los vuelos a Managua para seguir por tierra hasta México e intentar cruzar a Estados Unidos.
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La revelación orteguista de que Cuba sufre un desastre humanitario es la confirmación demoledora de que ni los aliados más próximos a La Habana, consiguen ocultar la decadencia de la dictadura más antigua de Occidente y Ortega -en vez de promover viajes de turistas nicaragüenses a la isla- se pone a desinflamar el reverbero tardocastrista, con un Mariel aéreo, que implicará una nueva ola de fuga de capital humano.
Apostar por la emigración como alivio a las tensiones internas agravará el desastre productivo y demográfico de Cuba, por la imposición de un modelo jinetero que pretende prolongarse con las remesas de emigrados y la venta de servicios médicos y medicamentos; que no generará libertad ni prosperidad, pero si profundizará la dependencia crónica de los ciudadanos del poder y sus mecanismos distributivos de pobreza.
La maniobra del dictador nicaragüense está destinada al fracaso porque López Obrador ha descubierto una mina de oro, haciendo de alguacil migratorio de Estados Unidos, desde la época de Donald Trump; y la destrozada economía nicaragüense no puede asimilar una avalancha migratoria cubana.
Pero toda maniobra geopolítica entraña riesgos y si los servicios de Contrainteligencia norteamericanos detectan que la vía Managua se convierte en un puente aéreo que desestabilice a países vecinos en la ruta; a México y a la caliente frontera sur de Estados Unidos; ya pueden ir Managua y La Habana preparándose para la respuesta de la Casa Blanca.
El castrismo fusiló en 2003 a tres jóvenes negros que intentaron huir a Estados Unidos, retorciendo una vez más sus propias leyes; el motivo real del crimen fue la advertencia norteamericana de considerar como acto de guerra inamistoso, una avalancha migratoria desde Cuba; sentencia que acobardó a Fidel Castro, optando por un escarmiento cruel e innecesario.
Entonces, el chavismo era la nueva URSS y la pobreza y desigualdad no había alcanzado los escalofriantes datos actuales, pero los cubanos seguían queriendo huir del paraíso proletario, incluso secuestrando lanchas.
El tardocastrismo sigue noqueado desde el 11J y, en su desesperación, se agarra a clavos ardiendo, como el de segur despoblando a Cuba de jóvenes, convirtiéndolo en un país de ancianos dependientes, sin tener siquiera mínimos vitales garantizados y soñando con la pronta conversión de emigrantes en emisores de remesas y recargas.
Vano empeño, el capitalismo post coronavirus ha modificado las reglas de juego empeorando condiciones laborales y salariales, especialmente en naciones empobrecidas como muchos países latinoamericanos y el sueño americano, que garantiza incontables ayudas para pobres, es cada vez más exigente con el uso de las subvenciones y becas; y mucho emigrados cubanos está hartos de que la tiranía que los expulsó chulee su dinero, ganado con trabajo y esfuerzo; manteniendo a su familia como rehenes de hambre y enfermedad.
Si un cubano es capaz de prosperar en playas ajenas de diferentes lenguas, en Cuba sería capaz e multiplicar por diez sus razonables éxitos en ultramar; pero el tardocastrismo no pude permitirse tamaño desafío porque su poder se basa en el terror policíaco y la conversión de cubanos en súbditos mendicantes de la OFICODA y otras gracias el poder cobarde y sectario.
La crisis de Cuba debe tener una solución cubana, incluida la solidaria emigración; seguir retardando la democratización y la riqueza colectiva, con parches como el facilitado por Ortega, solo prolongará la agonía de la casta verde oliva y enguayaberada y provocará otro 11J, con trágicas consecuencias.
La falacia castrista de que su espíritu liberticida y enemigo de la libertad de empresa obedece a un conflicto con Estados Unidos, las desbarató el deshielo Obama, que apendejó a Raúl Castro, mal aconsejado por la Inteligencia, que apostó, primero por una segura victoria de Hillary Clinton; y luego porque Joe Biden les iba a perdonar la vida incondicionalmente. Crasos errores.
Cuando un gobierno no sirve a los ciudadanos debe renunciar; y desde los tiempos de Fidel Castro, el régimen ha sido profunda y consecuentemente anticubano porque teme y desconfía de quienes llama pueblo, condenados a obedecer o emigrar, mientras un grupo de incapaces destruye a Cuba, con la ayuda de sátrapas como Daniel Ortega, que ordenó matanzas de nicaragüenses en 2018 y mantiene encarcelados a ex compañeros sandinistas que arriesgaron sus vidas para sacarlo de la cárcel somocista.
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