La historia de un grupo de siete cubanos que quedaron atrapados en la frontera entre Bielorrusia y Polonia deja imágenes del infierno que les tocó vivir para alcanzar suelo europeo, un sueño que todavía no han conseguido y que les ha costado mucho dinero e incontables sufrimientos.
"Se nos acercaron unas personas que nos vendieron un viaje fácil pasando por Bielorrusia y luego Polonia hasta llegar a Alemania. Nos la prometieron fácil, pero era una ruta imposible", aseguró uno de los cubanos a BBC Mundo, que las identificó como “una mafia de cubanos que hacen negocio con sus compatriotas desde Rusia”.
No son muchos los países que no exigen un pasaporte visado a los cubanos. Rusia es uno de ellos, motivo por el cual muchos cubanos lo eligen como trampolín desde donde saltar a otros países de la Unión Europea (UE).
Se estima que cada año más de 25 mil cubanos llegan a Rusia, sin visa y con permiso de estancia de tres meses. Según AmericaTeVe, algunos intentan quedarse a vivir allí, pero otros deciden continuar camino hacia Europa a pesar de los peligros que encierra la ruta entre Polonia y Bielorrusia.
El grupo de siete cubanos que intentó esta peligrosa ruta pagó 3,000 dólares cada uno por ser llevados hasta un punto cercano a la frontera polaca. Por el camino fueron víctimas de mafias que trafican migrantes y recibieron golpizas y abusos de policías bielorrusos.
"He pasado una pesadilla que no acaba y no deseo a nadie. Nos han tratado como si la vida humana no existiera", relató uno de los cubanos al medio británico. "¡Corran!", les dijeron una vez que bajaron del coche en las cercanías de la frontera con Polonia. A partir de ahí, todo quedó en manos de la suerte.
Deambulando como nómadas por los montes de Bielorrusia y Polonia con la intención de llegar a Alemania, los cubanos se juntaron con una caravana de migrantes iraquíes, afganos y sirios que eligieron esta vía ante las facilidades dadas por el régimen de Lukashenko, que utilizó al Estado bielorruso como plataforma para el lanzamiento de migrantes hacia la UE, una manera de presionar que le ha valido nuevas sanciones al aliado de Moscú.
“Los bielorrusos nos montaron en un camión y nos llevaron a un punto que hace frontera común con Lituania, Polonia y Bielorrusia. Allí nos soltaron y nos dijeron que buscásemos la vía de continuar, pero nos amenazaron para que no volviéramos a Bielorrusia”, contó Yailan López López a AmericaTeVe, describiendo el proceder de las autoridades y cuerpos de seguridad de ese país.
“Un día tuvimos que atravesar la frontera huyendo de la ‘mano de golpes’ que nos estaba dando la policía bielorrusa. La policía polaca nos ayudó a escapar de la represión, abriendo un hueco en la cerca y recibiéndonos de su lado, para después trasladarnos en camiones hasta otro punto, donde volvieron a abrir un hueco en la cerca para cruzarnos al lado de Bielorrusia”, relató el cubano que afirmó haber recibido golpes y patadas de policías bielorrusos que, además, le rompieron su teléfono móvil.
Las vicisitudes fueron tantas que, al cabo de varias tentativas y rendidos por el frío y el hambre, los cubanos pidieron a los policías bielorrusos que los llevaran de vuelta a Minsk, para de allí volver a Rusia.
Uno de ellos "terminó de hablar y le metieron una patada. A mí un puñetazo. Nos golpearon en el suelo. Patada viene, patada va. Disfrutaban dando golpes y riéndose. Hubo un momento en que me metieron una cadena en la boca, me pusieron una escopeta en la sien y tiraron de mí. Me di por muerto. Pensé en mi madre, mis hijos y lloré", recordó Daniel (nombre ficticio).
Pasada la noche en unas estancias inmundas de la policía bielorrusa, los metieron en un pequeño autobús y les ordenaron regresar a Polonia en vez de a Minsk. Chapurreando inglés, los cubanos se unieron a algunos migrantes que compartieron agua y comida con ellos. Fue entonces cuando les hablaron de Kuznika, el campamento donde se encontraban otros miles de migrantes intentando la misma travesía que ellos.
"Nos daban pan con una especie de jamonada y ya. Antes de recogerla, los policías bielorrusos nos hacían arrodillarnos e implorar por la comida", describió Daniel. "Es muy triste, pero aquí en Bielorrusia es como si la vida del ser humano no valiera nada. No teníamos batería en el teléfono para hablar con los nuestros, y para cargar apenas un 6% o 14% debíamos pagar 20 dólares a los guardias bielorrusos. Aquí todo está corrupto".
Ante la perspectiva de una deportación a Cuba como solución a su situación migratoria, el joven contestó: "Aquí me he enfrentado a una realidad muy dura, pero no quiero volver atrás. En Cuba no tendré vida de ningún tipo".
"Salí de Cuba porque mi mamá se merece una vejez como Dios manda; se ha jodido mucho por mí, mi hermana y mis hijos. Yo solo quiero matarme a trabajar. No salí de Cuba para llegar a España y hacerme fotitos en una discoteca o con un carro", confesó antes de romper a llorar, traumatizado por la pesadilla que ha vivido y que no sabe cuándo ni cómo acabará.
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