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Gusañeros excepcionales podrían ser reconocidos con cargos en el aparato estatal cubano, por designación directa del presidente Díaz-Canel, que sigue empeñado en dividir los cubanos entre buenos y malos, según sus posturas frente a la dictadura más antigua de Occidente.
La medida no obedece a necesidad legislativa alguna, sino a las urgencias políticas y económicas de un gobierno en sus horas más bajas, por el empuje del descontento popular, su alergia a la democracia y la libertad y su pasión continuista en reiterar los errores de Fidel y Raúl Castro, evitando reconocer que el mundo y la Cuba actuales son muy diferentes.
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Obviamente, aunque la información inicial es parca para evitar revuelo inconveniente, apenas un par de párrafos en la web de la Asamblea Nacional, pero reproducidos por Granma en su portada con título antiperiodístico; una clara señal política para intentar generar confianza en emigrados dispuestos a suicidarse en arriesgadas inversiones en Cuba, con largo historial de expropiaciones forzosas sin indemnización y abundantes atropellos contra legítimos propietarios y socios extranjeros.
Un gobierno negado a reconocer derechos políticos a los emigrados, pese a su aporte decisivo a la economía, y castigándolos con tasas consulares, aduanales y administrativas de atraco, no debía pretender estafar a empresarios cubanos, como ha hecho con numerosos socios extranjeros; pero muy mal tiene el ojo la la chiva, cuando el estado desata el filibusterismo inversor.
Cuba demanda una transformación radical política y económica y no maniobras dilatorias como la acabada de perpetrar por el tardocastrismo, impotente ante la rebeldía creciente de los cubanos y sus fracasos en todos los ámbitos.
El tardocastrismo debía abandonar todo simulacro y reclutar a un pelotón de gusañeros, con Arturo López-Levy, José Pertierra y Carlos Lazo a la cabeza y -facilitándoles fondos propios protegidos en Londres, Suiza, Luxemburgo y Panamá- convertirlos en inversionistas de vanguardia y generar la penúltima ficción, ordenando a la prensa estatal la recreación del éxito fulminante de neocapitalistas en la ardua tarea de salvar la revolución y el socialismo.
Por si fuera poco, la novedad legislativa lesiona la política oficial de cuadros, propicia la creación de una nueva subguara en la estructura estatal, abre una brecha con los sacrificados dirigentes intermedios y establece dos categorías de gusañeros, los del montón antiembargo y los amigos de Díaz-Canel; unidos en su apoyo militante a la destrucción de Cuba.
Mientras llega el alud inversionista de incautos emigrados, habrá que contemplar las caras de los cuadros intermedios del estado, el gobierno y el partido comunista, cuando vean a excepcionales gusañeros ocupando cargos; pese a que le llevan años de ventajas frente a la OFICODA, que ya no tiene ni un buchito de café para abnegados combatientes, obligados al trueque mutuo y la simulación permanente.
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