Un padre nunca debería enterrar a un hijo, muchos lo creen así, y la historia de Osvaldo Morales, un joven cubano del barrio Loma de los Cocos, en Bahía Honda, Artemisa, violentamente asesinado a los 22 años, no solo mostró la cara más oscura del ser humano, sino el dolor que provocó en la familia y amigos despedir para siempre a alguien que recién comenzaba a vivir.
Ángel Esteban Ferras Sardiñas, padrastro de la víctima, accedió a hablar con CiberCuba y revivir el doloroso momento, para relatar el trauma que sufren desde entonces.
El cubano manifestó su confianza en la justicia cubana para que el presunto culpable del asesinato cumpla una condena proporcional con el daño que causó.
- Sobre la muerte de Osvaldo Morales tenemos la versión de amistades cercanas y lo que se publicó en las redes sociales, pero nos gustaría conocer la suya.
Osvaldo era un niño muy callado, muy noble, no se metía con nadie y este individuo, desde finales o principios de año, comenzó a acercarse a él con el pretexto de usar el teléfono móvil para conectarse a internet.
Muchas veces se le dijo que, por favor, lo fuera eliminando, que no nos gustaba esa amistad, ya que el muchacho tiene fama de ladrón, pero él decía que solo quería conectarse y aprender a manejar el móvil.
Ese sábado, nuestro hijo fue a casa de unas amistades y de una doctora, con la que se llevaba como si fueran hermanos. Regresó pronto a casa, pero sobre las nueve de la noche recibió una llamada y le dijo a su madre que saldría un momento.
Mi esposa, desde la cama, le dijo que no había problemas y como vivimos en un barrio bastante tranquilo ella no se preocupó y se quedó acostada.
Al rato, el jefe de sector y otro policía se presentaron en la casa y le preguntaron por Osvaldito, y es cuando ella se percata de que no había regresado.
Los dos policías se fueron y ella salió de la casa hacia donde había grupo de vecinos en la calle, que le dijeron que había aparecido un muerto, aunque ninguno se atrevió a decirle la verdad.
Por supuesto que se asombró con la noticia, pero nunca imaginó que ese muerto sería su hijo.
En ese instante se le acerca un policía y le dice que tiene que ser fuerte y reconocer que el cadáver que encontraron era el de Osvaldito.
En realidad, no tuvo valor para hacerlo y por eso se le pidió a otro miembro de la familia que identificara el cuerpo. Yo no pude estar allí porque estaba trabajando en Quiebra Hacha, donde además vive mi hija.
Cuando se llevaron a mi mujer para la casa, los instructores comenzaron la investigación y todo parece indicar que el objetivo del asesino era robarle el celular.
Luego supimos que insistió varias veces para comprarle el teléfono, supuestamente para regalárselo a su novia, y por eso trató de ganarse la confianza de Osvaldito y hacer lo que hizo.
El muchacho amenazó con quitarse la vida si iba preso y el tío, para tranquilizarlo, le ofrece ayuda, pero en realidad era una estrategia para entretenerlo y que su esposa avisara a la policía.
Gracias al alma noble de su tío fue que se hizo la denuncia, se encontraron las armas homicidas y la detención fue más rápida.
Si el tío hubiese sido cómplice, todavía estuviéramos buscando el cadáver de nuestro hijo; e incluso, la historia pudo ser mucho más trágica, porque el asesino pudo matarlo por negarse a ayudarlo. Menos mal que la esposa escuchó lo que pasaba y decidieron actuar de una manera inteligente.
Me doy cuenta de que este muchacho es una mala persona, que no tiene perdón, porque golpeó, apuñaló y arrastró a Osvaldito a la casa donde pretendía enterrarlo sin ningún tipo de pudor. No tiene alma, es alguien sin sentimientos.
Este tipo de persona no debe nacer, porque solo vienen a este mundo a hacer daño, y espero que todo el peso de la ley caiga sobre él.
Ojalá existiera la pena capital, aunque ni fusilándolo paga el dolor que provocó en nuestra familia, pero sería un ejemplo ante el país, para que ninguna otra persona cometa este tipo de acciones y disminuya la inseguridad que sufre el país.
La tranquilidad ciudadana con la que vivíamos hace 20 años se acabó.
- ¿Luego del incidente, cómo avanza el proceso de investigación acerca del presunto culpable?
Las autoridades, la policía, el instructor penal han ido trabajando. Sabemos que es un proceso bastante difícil, y tengo entendido que llamaron a algunas personas a declarar por parte del muchacho nuestro.
Están interesados en saber quiénes eran sus amistades, con quién se reunía, dónde estaba ese sábado y hasta el momento es lo que sabemos.
Decidimos salir del barrio y ahora estamos en Quiebra Hacha, para ver cómo rebasamos este dolor, aunque sabemos que eso no va a pasar y solo con el tiempo aprenderemos a convivir con el sufrimiento y la ausencia de Osvaldito. Esto nunca se va a olvidar.
- ¿Cree que haya un juicio justo?
Supongo que, en este momento, con la presión que se ejerce desde las redes sociales, se haga un juicio justo, porque he observado que no solo los vecinos de la Loma de los Cocos, sino en el mundo entero hay cubanos que piden justicia para este asesino y que caiga sobre él todo el peso de la ley.
Confío en las leyes cubanas y pido que se haga un juicio ejemplarizante, para que otros padres, otras familias no sufran ni pasen por esta situación.
Considero que es el momento idóneo para que la dirección del país valore y analice que necesitamos detener estas agresiones y la delincuencia, que cada día cogen más fuerza.
- Algunas fuentes consultadas mostraron preocupación por las posibles influencias de la familia del sospechoso. ¿Considera que puedan hacer uso de estas para evitar una condena severa?
Sobre ese tema no sé hasta qué punto pueda ser cierto, porque no los conozco personalmente, pero opino que sería absurdo que las autoridades permitan esa injusticia.
Por mucho dinero que puedan pagar, por muchas amistades o influencias que tengan, espero que nuestras leyes y autoridades eviten caer en ese tipo de corrupción.
Veo que en esa familia hay personas nobles, como el tío que denunció al muchacho. Gracias a él se pudo atrapar a un asesino, una persona que pone en peligro a la sociedad.
Cuando se haga el juicio, si no pueden aplicarle la pena capital, al menos una cadena perpetua sin derecho a visitas familiares ni nada, para que sufra lo mismo que nosotros.
- ¿Cómo ha sido para la familia asimilar y enfrentar todo esto?
No solo la familia, sino los vecinos y amistades cercanas, nos hemos enfrentado a un proceso bastante fuerte y doloroso. Esto causó muchos daños psicológicos y sentimentales; nos tiene destruidos.
En el barrio también hay miedo y las personas, después de las nueve de la noche, ya cierran las puertas y ventanas.
Personalmente, no quisiera regresar a ese lugar y nunca antes en mi vida había sentido tanto pánico como ahora.
Solamente pido justicia y la pena máxima, para que no ocurra como en 2008, cuando dos personas atacaron violentamente a un familiar. Los culpables fueron condenados a 20 y 26 años de privación de libertad y ya están en la calle, sin embargo, mi pariente sigue muerto.
Nuestras leyes son muy blandas y eso es una de las cosas que más sufre la familia, porque, aunque la condena sea de 30 años, si se porta bien en la cárcel queda en libertad condicional cuando cumplen una parte.
La familia está destruida porque Osvaldo no era un muchacho problemático, no se metía con nadie y uno nunca está preparado para recibir noticias como estas.
Que le haya sucedido esto a un alma tan buena provoca un dolor irreparable y por eso llevamos todos estos días sin dormir, tomando medicamentos e infusiones de tilo y la madre, la más afectada, se pasa los días llorando, porque su dolor es demasiado grande.
Sin embargo, hay una pregunta que no dejo de hacerme todos los días: ¿Por qué este individuo fue tan cruel?
Si lo mató con los golpes que le dio en la cabeza ¿por qué tanto ensañamiento? Lo apuñaló varias veces en distintas partes del cuerpo, de una manera muy perversa.
Osvaldito no merecía morir así y su asesino debe sufrir tanto como nosotros.
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