El gobierno ha tenido que proteger a Lis Cuesta Peraza, ante el fiasco de San Remo, pero la maniobra de última hora revela las carencias y miopía políticas de una señora que pretende una escenografía de banquetes, desfiles de moda y música para maquillar a la dictadura más antigua de América Latina.
La más reciente conferencia de prensa sobre el polémico festival fue asumida por el músico Luis Robaina, director artístico del San Remo cubano; un cambio notable, cuando era la señora Cuesta quien llevaba la batuta, en su condición de coordinadora de eventos del devaluado Ministerio de Cultura, un abandono que denota su incoherencia.
Disfrutar las mieles del poder implica estar a las verdes y a las maduras; y la huida de Cuesta solo confirma el fiasco gubernamental.
La primera dama, aun siendo su marido un dictador, tiene representatividad y Lis Cuesta Peraza sirve mal a Cuba y se desprestigia, cuando improvisa, soslayando injusticias y aparentando normalidad, militando en el gobierno más anormal posible.
Intentar organizar San Remo, tras el descalabro mundial del presidente Díaz-Canel ante la canción "Patria y Vida", con Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara encarcelados, junto a más de mil presos políticos, incluido menores de edad, son ocurrencias de cabo interino.
Ponerse a trastear fogones, cuando peor lo están pasando los cubanos y valiéndose del demagogo Frei Betto, constituye un acto de cinismo irresponsable y muestra la falta de sensibilidad personal y política del presidente y su esposa.
Cuba tiene zonas feas como madres con hijos, incluidos menores de edad, encarcelados por el 11J, desterrados, empobrecimiento, familias monoparentales femeninas hacinadas en infraviviendas, discriminación de la mujer, ancianos desamparados, racismo y desigualdad; ámbitos ideales para que la primera dama indague y promueva soluciones justas y definitivas, sin abandonar sus obligaciones representativas.
Lis Cuesta Pereza debía evitar caer en tentaciones fatuas y deshumanizadas; su marido se quemó en tiempo récord y, quien imita, fracasa, especialmente cuando la mayoría de los gobernados, incluidos veteranos revolucionarios, no se sienten representado por ella ni por él.
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