Vecinos del pueblo de Santiago de las Vegas, en las afueras de La Habana, interpretanron el sábado 5 de febrero de 2011, el entierro de Pachencho, el muerto vivo de Cuba, una tradición que se celebra hace 27 años, en un pueblo que ha convertido en tradición celebrar el falso velorio y entierro de un paisano en medio de una singular fiesta irreverente con la muerte y aderezada con mucho ron y música caribeña. Santiago de las Vegas, en las afueras de La Habana, es la localidad donde cada año se celebra la muerte de Pachencho, personaje interpretado por un vecino del pueblo y al que acompañan en la farsa su supuesta viuda y un falso sacerdote que no para de tomar ron. El simulacro se realiza cada 5 de febrero y comienza con un velorio en el Liceo del pueblo, donde surgió en 1984 esta tradición no exenta de polémica. Remolcado por un tractor, el carro con el féretro fue paseado por las calles de Santiago de las Vegas, camino al cementerio local, mientras el “difunto” asomaba la cabeza fuera del ataúd y saludaba a los paisanos que encontraba a su paso. En tanto, un grupo musical con trompeta y tambores amenizó el recorrido tocando populares rumbas y congas cubanas, y sólo entonó una marcha fúnebre a la entrada del camposanto. “!Ay, se fue mi marido, me quedé sola!”, gritó la falsa viuda de Pachencho, al pie de la fosa abierta, mientras unos 70 vecinos bailaban y mandaban al “muerto” a cerrar los ojos para hacer más creíble el entierro. Minutos después, Pachencho fue “resucitado” con un sorbo de ron, salió del sarcófago y comenzó a bailar en el mismo hueco, en tanto el cura y la viuda se sumaban al brindis. El inicio de esta tradición no está del todo claro según a quién se consulte, pero parece que surgió como una idea para animar los aniversarios del Liceo y buscar más diversión. “Yo pensé que la idea era loca, pero ha dado tremendo resultado”, dijo a Efe el presidente del Liceo (centro social), Álvaro Hernández, quien dice haber participado del “invento”. Según su relato, durante una charla informal en el Liceo se les ocurrió una fiesta que mezclara el aniversario de ese centro, los carnavales del pueblo y la anécdota de una popular pieza teatral cubana llamada “El velorio de Pachencho”. La obra, estrenada en 1901, cuenta las peripecias del simulacro de la muerte de Pachencho y concluye con una rumba cuando el “muerto vivo” sale del ataúd. Según vecinos de Santiago de las Vegas, la iniciativa levantó cierta polémica por disparatada y todavía hay quienes la califican como una “fiesta de borrachos”. Hubo quien cuestionó que un acto con esas características estuviera ligado a los aniversarios del Liceo, heredero del histórico Centro de Instrucción y Recreo fundado en 1882, y durante años una importante institución educativa, cultural y patriótica. Sin embargo, la celebración ha ido creciendo en popularidad y su mezcla de música y carnaval de la muerte arrastra al pueblo a las calles, al punto de que cada año se cambia el recorrido del ataúd para “complacer” a quienes desean verlo pasar frente a su puerta. “Una vez nos cruzamos con un entierro verdadero en una esquina del pueblo y tuvimos que esperar a que terminara, por respeto y por la conga”, dijo Hernández. Por esa razón, los preparativos ahora incluyen “negociaciones” previas con el cementerio y la funeraria para averiguar si hay fallecidos en el día y los horarios de su entierro. Durante 25 años el personaje de Pachencho fue encarnado por el limpiabotas del pueblo, conocido por todos como Blanco. Tras su muerte muchos pensaron que la tradición desaparecería, pero en 2010 el Liceo consiguió un nuevo “intérprete”, si bien terminó asustado y escondido para escapar del entierro. Su familia le prohibió volver a participar en la tradición. Hernández asegura entre bromas que, contrario a lo que podría pensarse, hay “un montón” de “viejos desbaratados” que quieren el papel, pero no cualquiera puede asumir a Pachencho. “Hay que tener una ética de acuerdo con la actividad”, explicó, tras indicar que Blanco creó un precedente tan “divertido” que es difícil de superar. Este año el personaje fue asumido por primera vez por Divaldo Aguiar, de 46 años, al que todos celebraron por su histrionismo. Aguiar aseguró a Efe que no tiene supersticiones y está dispuesto a continuar la tradición, porque se trata de “un juego, no más”. Fuente: CubaDebate, tomado de EFE
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