El cubano Carlos Bandomo Toledo se dedica a un oficio casi desaparecido en el siglo XXI, pero que en Cuba sigue siendo necesario: es limpiador de calderos.
Bandomo tiene 57 años y para mantener a su familia en Cienfuegos trabaja como custodio. Sin embargo, esos ingresos no son suficientes, así que después de las guardias o en los días de descanso, recorre la ciudad en bicicleta ofreciendo un servicio de limpieza de calderos.
En nota publicada por periódico 5 de Septiembre señalan que Bandono lleva 18 años limpiando calderos en su tiempo libre.
"La gente no compra calderos, son caros, los cubanos preferimos conservar los de toda la vida. (...) Pero te voy a decir algo, un caldero limpio, sin la capa de grasa que lo cubre, es más económico para cocinar, se calienta más rápido y ahorra gas y corriente. (...) Para mantenerlos y conservar el brillo, deben limpiarlos con jabón de baño y un estropajo", dice a la prensa local.
Bandomo es un hombre humilde como tantos cubanos que luchan cada día por subsistir en un entorno de precariedad y escasez. En sus años desempeñando este oficio se ha vuelto un personaje conocido en la ciudad sureña.
"Hay que quedar bien con la gente que les guste como quedan sus ollas y no quedarse con un caldero de nadie, aunque el dueño lo olvide. Tuve uno de Antonio Muñoz, el pelotero, guardado por más de tres meses, hasta que fui por el barrio y se lo devolví", dijo.
Los recursos para hacer su trabajo también son precarios. Tuvo que inventar sus propias herramientas con limas, lijas y cuchillas para hacer magia y sacar brillo de unas cazuelas viejas, algunas con varias décadas de uso.
Bandomo limpia un promedio de diez cazuelas cada jornada, y cobra 80 pesos cubanos por cada una de ellas, lo que serían 800 CUP aproximadamente. Esto equivale a ocho dólares en la actualidad. No le alcanza para mucho en Cuba, pero aún así es un ingreso mensual superior al de miles de familias en la isla.
"Yo comencé por limpiar los calderos de mi casa, después los de los vecinos, y así me hice de una clientela, lo mismo estoy en Pueblo Griffo, Junco Sur, Punta Gorda o aquí en Pastorita. No creas, es un trabajo duro, tras un día faja’o con los calderos. En la noche me duelen las manos y hasta pierdo la fuerza", narró.
Los calderos de aluminio clásicos cubanos son muy duraderos pero con el tiempo acumulan una capa de grasa que es muy difícil de eliminar. En el siglo XXI en muchos lugares del mundo ya no existe este oficio de limpiador de ollas, pero en Cuba sigue siendo necesario.
La semana pasada una cubana denunció que en las zonas rurales del país las personas han tenido que recurrir al uso de la leña otra vez para elaborar los alimentos, como en los viejos tiempos.
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