Enio Ángel Vega Catá, un ciudadano cubano que perteneció por 14 años a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), vive en la actualidad como un mendigo, sin hogar, y abandonado por los servicios sociales y las autoridades cubanas.
“En estos momentos soy un desamparado. No tengo dónde vivir, ni nada de nada. Fui oficial de las Fuerzas Armadas por 14 años. Llegué al grado de Capitán. Estudié en los ‘camilitos’, en la Escuela de Cadetes de La Cabaña. Me gradué allí de Técnico Medio en Mando Táctico”, explicó Vega Catá al medio independiente CubaNet.
El exmilitar, que entrenó en táctica general a oficiales y soldados que fueron enviados por el régimen a la guerra de Angola, sobrevive ahora en las calles de Baracoa y se busca algo de dinero como “colero”.
Con lo que consigue, se puede permitir una sola comida al día, por la tarde. “Para alimentarme lucho un dinerito en las colas que yo hago. Con eso me mantengo. Me como una sola comida al día para sostenerme, la de la tarde”, explicó al citado medio.
“Yo soy carpintero, albañil, plomero y electricista, y no estoy trabajando. He ido a varias empresas y me dicen que no hay plazas, que están reduciendo plantilla”, confesó este cubano que se siente abandonado por las autoridades de un país al servicio de cuyo ejército estuvo trabajando por más de una década.
La vivienda de Vega Catá fue destruida por el huracán Matthew en 2016. Aunque le prometieron ayudas para reconstruirla, lo cierto es que esta se encontraba en terrenos pertenecientes a una cooperativa que recuperó los terrenos, dejando al exmilitar sin vivienda.
La falta de recursos del hombre, sumado al alcoholismo que padece, terminaron por convertirlo en un “sin techo” que malvive en parques y portales, donde se “refugia” de noche, sobre todo.
“En las FAR empecé mi temporada principal de alcoholismo. Llegué a jefe de compañía. Uno metido en el monte ese, intrincado, ¿qué hacía? Fumar y darse unos ‘palos’ para aliviar las penas”, reconoció.
Sus escasas pertenencias (ropa interior, una camiseta, un abrigo, su pozuelo y su libreta de racionamiento) caben en una bolsa que lleva siempre consigo. Hoy se busca la vida como ‘colero’, a pesar de dominar varios oficios.
“Mi especialidad es Táctica General y he trabajado en el Estado Mayor de Baracoa”, reveló al Observatorio Cubano de Derechos Humanos en una entrevista divulgada en redes sociales a finales de agosto.
Ahora, según CubaNet, su mayor preocupación es que el régimen tome represalias con su hijo, al parecer, un “cuadro” en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), por las declaraciones hechas a ONG’s y medios independientes.
A mediados de agosto, un hombre en “situación de calle” en la ciudad de Holguín pidió ayuda para comer porque no podía trabajar por tener un pie enfermo.
Una foto mostró al hombre, sentado en el piso, sosteniendo un cartel donde solicita ayuda: “Estando preso mi familia vendió mi casa para irse del país y, para suerte, tengo un pie enfermo y no puedo trabajar. Ayúdame con lo que tengas y puedas. Esto lo hago para comer. Que Dios te bendiga. Vivo en la calle. Gracias”.
En febrero se conocía la noticia de que la provincia de Matanzas no contaba con un centro para albergar y socorrer a personas desamparadas que pernoctan en las calles, muchas de ellas, ancianos de edad avanzada, sin familia o abandonados por esta.
Publicado en el periódico oficialista Girón, el reporte reconoció que las organizaciones e instituciones gubernamentales no están preparadas para asumir el cuidado de estas personas y culpó a las familias por la situación de desamparo que sufren, viviendo en las calles y en condiciones de extrema pobreza.
En agosto de 2019, un reportaje publicado por el sitio Cubadebate indicó que a diario se recogían alrededor de 30 personas en las calles y algunas entraban todos los días del mes al Centro de Protección Social de La Habana, concebido para recibir a aquellas personas en situación de vulnerabilidad social porque no trabajan o tienen problemas de vivienda, relaciones familiares deficientes y/o un estado de salud mental deteriorado.
Las propias autoridades cubanas reconocieron entonces que no existía un mecanismo permanente para la admisión, diagnóstico, atención y reinserción social de personas con conducta deambulante en La Habana. Si así sucede en la capital, es de imaginar que la situación sea aún más crítica y precaria en la “ciudad primada de Cuba”.
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