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Sentencia Bécquer confirma indefensión de mujeres cubanas

El partido comunista puede ordenar el perdón al trovador, pero consigue esconder su debilidad ante la creciente falta de apoyos entre artistas y creadores.

Mujeres cubanas en una avenida habanera © CiberCuba
Mujeres cubanas en una avenida habanera Foto © CiberCuba

Este artículo es de hace 1 año

El tardocastrismo ha vuelto a confirmar su debilidad e incoherencia, manejando los hilos de la justicia subordinada, para que un tribunal de primera instancia lleve suave al trovador Fernando Bécquer, a cambio de su continuista y leal sumisión; no será el último ni el primero, en esa larga lista ignominiosa, encabezada por Miguel Barnet, que de cimarrón degeneró a guataca impulsivo.

El ocultamiento de la sentencia, apoyado suicidamente por parte de las víctimas y la comisión del entusiasmo feminista socialistoide, ha provocado hasta tres interpretaciones de la condena: a) Trabajo correccional sin internamiento, b) Reclusión domiciliaria y c) Conmutación de pena de cárcel por una medida sustitutoria de la privación de libertad.

El partido comunista aun tiene margen para suavizar la sentencia porque es recurrible y, llegado el caso, Roberto Morales Ojeda pedirá a su secretaria que llame a Rubén Remigio Ferro, para dictarle el fallo definitivo por teléfono, aunque no podrá librar al acosador de mujeres, incluidas menores de edad, de la condena de los cubanos sensatos y nobles, que son mayoría.

La Magdalena no debe estar para tafetanes porque la locuaz y batalladora Mariela Castro Espín permanece callada ante la penúltima tropelía de la dictadura más antigua de Occidente; en una clara muestra de incomodidad o simulación ante los puesto a dedo por su papá; perpetradores de la inmundicia.

La secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), que es miembro del Buró Político, se limitó a tuitear que "acompañarán" a las víctimas, si deciden apelar. Sería útil que las agredidas contaran cuál ha sido el respaldo recibido desde la organización femenina en su tránsito hasta el tribunal que juzgó los hechos, cuyos miembros tampoco se conocen.

La casta verde oliva y enguayaberada anda tan débil que no se atreve a tocar a uno de sus escasos fieles y mucho menos a soliviantar a creadores y artistas; teniendo en cuenta el escaso eco nacional e internacional de la fallida misiva inventada por Barnet, como servicio póstumo a los machos dominantes.

Silvio Rodríguez, que morirá fidelista, no firmó la carta, Pedro Luis Ferrer se bajó de la UNEAC y Eduardo del Llano, entre otros, tampoco rubricó el texto, respaldado solo por la irrelevancia y la estulticia de la llamada intelectualidad cubana que -con la urgencia de servir a sus amos- incluyó a un fallecido entre los firmantes y a ancianos que quizá nunca sepan que sus nombres aparecen en el borrón.

Bécquer no será el primero ni el último perdonado por la generosidad de la revolución que -tras muchos años de crimen y castigo- disculpó a las ratas que no abandonaron la chalupa y las compró con 100 CUC mensuales, cargos inservibles, viajes al extranjero y permisos de dos años para vivir afuera, renovables automáticamente; previo pago y regalitos para los turoperadores de la UNEAC; siempre que el gusañero no abjure de su fe inquebrantable en la oscura pasión.

Las víctimas de Bécquer no deben conformarse con los fallos de los tribunales tardocastristas y difundir el escándalo a los cuatro vientos; eligiendo los foros internacionales más sensatos y adecuados para exponer el escándalo, manteniendo prudente equidistancia de gusañeros y rosados gramscianos que -a babor y estribor- en su hijeputancia manipuladora, propalan el enemigo rumor que la defensa de los derechos de la mujer es patrimonio de la izquierda y se esfuerzan para no aludir los crímenes machistas del castrismo y su epílogo.

Los derechos ciudadanos son patrimonio de la democracia, la incorporación de las mujeres al trabajo fue un triunfo del capitalismo, que necesita dos salarios por familia para sufragar vivienda y consumo; y no de heroínas marxistas, como repiten mentecatos a sueldo de la maldad; desconociendo que las instituciones democráticas, la revolución tecnológica del capital y el comercio libre han hecho más por la igualdad de género que el comunismo depredador.

Desgraciadamente, el crimen del trovador no es una excepción en la sociedad cubana, con larga tradición machista y homófoba; crímenes agudizados por el castrismo, un poder blanco y excluyente; cuando Raúl Castro ordenó trasladar a la ECOTRA (Empresa Consolidada de Otras Tareas Revolucionarias) a los fidelistas; para limpiar el aparato de nostálgicos del comandante en jefe, comprobó que -salvo excepciones- los tronados estaban casados con mujeres de la edad de sus propias nietas; como correspondía a la liturgia de Ladas azul ministro con tres antenas y casonas en zonas congeladas.

Los papirricos contemporáneos son un mosaico formado por una porción de dirigentes, algunos emigrados, parte de los nuevos ricos y extranjeros en busca de carne fresca barata; creídos de que les asiste el derecho de pernada porque en la actual hambruna y oscuridad cubana, un trozo de pan y una vela son símbolos de opulencia.

¡Pobres diablos aquellos y actuales mayimbes; lástima de nuevos ricos y extranjeros!; privados de la ternura del juego de la seducción e ignorantes que una mujer y un hombre solo se entregan de verdad y dan lo mejor de sí, cuando son libres, y se sienten respetados y queridos por un semejante; el resto son guiños de supervivencia.

Cuba tiene enormes deudas sociales y la vía más eficaz para saldarlas es la democracia plena, la libertad de mercado y el reconocimiento del papel de vanguardia femenino en una sociedad arruinada y dependiente; el caso Bécquer solo valdrá la pena, si abre un debate nacional, incluidos la oposición democrática y los emigrados, para proteger definitivamente a nuestras mujeres -incluidas adolescentes y niñas- ante el siniestro holocausto, casi silenciado, que las agrede cotidianamente; desde hace muchos años.

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Artículo de opinión: Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de CiberCuba.

Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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