Adel de la Torre Hernández, uno de los rescatistas que participó en la evacuación de sobrevivientes tras la explosión en el Hotel Saratoga, en La Habana, está cumpliendo siete años de prisión por manifestarse el 11J.
El joven, de 26 años y trabajador de la salud, fue detenido el 11 de julio de 2021 en horas de la tarde, cerca de la Virgen del Camino, en el municipio capitalino de San Miguel del Padrón, y conducido al centro de detención "Jóvenes del Cotorro".
Allí permaneció por 10 días, siete de ellos en desaparición forzada, hasta que lo trasladaron a otra prisión, "Jóvenes de Occidente", donde se contagió con COVID. Hacia finales de agosto o inicios de septiembre de 2021 fue excarcelado, fianza mediante, hasta el día del juicio, que se efectuó el 2 de septiembre de este año, de acuerdo con declaraciones de familiares.
Mientras estuvo en custodia, fue golpeado salvajemente por las autoridades y acusado por los delitos de atentado, desacato e instigación a delinquir. Desde entonces, ha estado bajo tratamiento psiquiátrico en la casa y en centros hospitalarios de la capital.
"Se quiso suicidar varias veces porque dice que le dieron muchos golpes para que dijera que sí hizo algo que no cometió", dijo a CiberCuba Anayl Hernández Collado, madre del joven, y alegó que su hijo es paciente de psiquiatría desde la adolescencia.
El pasado 17 de octubre su libertad bajo fianza fue revocada y ahora se encuentra en la cárcel de Valle Grande.
Salud mental, un problema en la familia
El también manifestante del 11J Rolando Remedios, cuya foto siendo asfixiado por la policía dio la vuelta al mundo y se convirtió en símbolo de la represión en Cuba, fue compañero de celda de Adel durante los 10 primeros días de su detención y manifestó su preocupación por la condición de salud del paramédico.
"Él sufre de esquizofrenia paranoide y ha estado ingresado varias veces. Estaba en la calle, pero ya lo encarcelaron sin que haya podido apelar", dijo Remedios a CiberCuba y confesó sentirse molesto por la situación de su amigo.
Fue durante el último año de Técnico Medio en Contabilidad cuando Adel debutó con la enfermedad que, en aquel momento impidió que discutiera su tesis. "No se graduó porque no quiso salir de la casa, estaba en crisis. Fue ahí que detecté que mi hijo heredó la esquizofrenia paranoide", dijo Anayl a este sitio de noticias.
El joven no cuenta con la capacidad para lidiar con esta situación, su salud mental no se lo permite, aseguran Anayl y Rolando. Los términos médicos, según el diagnóstico del psiquiatra Reynol A. Moreno Puebla fechado el 6 de octubre de 2021, son "trastorno de ansiedad" y "trastorno esquizoafectivo". La última vez que estuvo ingresado fue en abril, en el hospital Calixto García, tras un nuevo intento suicida.
"Se me quiso ahorcar. Me di cuenta porque estaba trancado en el cuarto, yo lo llamaba para que viniera a comer y no quería. Cuando empujé la puerta, estaba preparándose para ahorcarse...", dijo la madre con la voz entrecortada.
El abuelo y tío paternos de Adel murieron por ahorcamiento. De hecho, varios parientes en la familia padecen enfermedades psiquiátricas, incluido su hermano y su difunto padre, cuya pérdida en diciembre pasado, a causa de una isquemia cerebral, todavía no supera.
En la prisión de Valle Grande, donde actualmente se encuentra recluido, el paramédico integra “el grupo de los suicidas” porque allí también intentó quitarse la vida, informaron a la madre este lunes autoridades del penal. "Eso me tiene muy preocupada y muy alterada", dice, con razón, la señora.
Después del 11J
Durante los siete primeros días que sucedieron a las históricas protestas antigubernamentales, Adel estuvo desaparecido y sin asistencia letrada. Anayl fue una de las cientos de madres que recorrieron las unidades de policía y los hospitales en busca de noticias, sin que nadie supiera darle información del paradero de su hijo.
Al estilo de las peores dictaduras del continente, la respuesta era invariablemente la misma: "Aquí no está su hijo". Desesperada, la madre radicó un recurso de búsqueda en la estación 24 de la policía de Regla y el 18 de julio recibió una llamada de la Seguridad del Estado notificando dónde se encontraba detenido el joven. La constancia de la denuncia que le fue entregada es ilegible.
Mientras tanto, el joven fue golpeado y sometido a tratos crueles y degradantes. De acuerdo con varios testimonios, el jefe de sector de San Miguel, Luis Ángel Manso Iglesias, "le partió la costilla" y lo coaccionó para que firmara una declaración de culpabilidad con elementos que más tarde saldrían a relucir en el Expediente en Fase Preparatoria (EFP) No. 755.
En el EFP, Adel no es paramédico, sino un "desocupado" con noveno grado de escolaridad. Los estudios que cursó y las certificaciones que lo califican como trabajador en el sistema de urgencias no tienen cabida en el perfil de antisocial creado por la Seguridad del Estado en contubernio con la Fiscalía General de la República y la Policía Nacional Revolucionaria.
Su juicio, previsto para el primero de agosto de este año, se pospuso para el 2 de septiembre "por causa de una crisis de depresión", agrega Justicia 11J. Inicialmente, la fiscal Vivian Pérez Pérez le pedía 10 años de privación de libertad como sanción conjunta.
El único testigo de fiscalía que supuestamente lo había identificado, el teniente Ivandris Álvarez Aguilar, nunca se presentó a dar testimonio en el juicio. Sin embargo, el tribunal condenó al paramédico a siete años de privación de libertad porque, según el EFP, el joven "agredió con piedras a los oficiales de la PNR… no llegando a afectar a ninguno" y vociferó "Policías Singaos" y "Díaz-Canel Singao", a la vez que "incitaba" a que personas se unieran a la marcha.
Anayl niega esta versión y asegura que su hijo salió a la calle ese día a buscarla a ella, preocupado, y de camino a casa se quedó parado en la calle mirando la manifestación pasar, momento en que fue detenido violentamente.
Una situación compleja
Casi un año después de su excarcelación, volvieron a encerrarlo el 17 de octubre sin permitirle esperar en casa el proceso de apelación, en lo que constituye otra violación al debido proceso. Tampoco las autoridades repararon en cuántas vidas ayudó a salvar el joven, especialmente en las inmediaciones del Hotel Saratoga, devenida en una de las tragedias más sentidas y mortales sucedidas en Cuba en los últimos tiempos.
No es de extrañar la actitud del gobierno, que tampoco ha tenido en cuenta la compleja situación familiar del rescatista y los múltiples padecimientos que tiene su madre. Anayl es diabética, hipertensa e hipotiroidea. Tiene discapacidad motora y ha sufrido dos infartos cerebrovasculares, uno en 2016 y otro en abril de este año mientras hacia una cola para comprar alimentos.
"Me repitió por la cola del pollo. Yo tengo los papeles aquí que dicen que yo no puedo hacer colas de nada. Empecé a convulsionar y hacer un tipo de epilepsia", recuerda.
Recientemente, fue diagnosticada con un tumor en el colon que no se ha podido tratar. A la falta de medicamentos y de recursos para el procedimiento quirúrgico, se suma el temor a entrar en un salón de operaciones y no salir con vida, por lo que, en una decisión salomónica, ha optado por la muerte lenta y dolorosa del cáncer antes que dejar a su hijo en estas condiciones.
Ambos padecen enfermedades incurables y complejas y no tienen más apoyo que el que se dan el uno al otro. Cuando uno hace una recaída, ahí esta el otro para ayudarle a levantarse. Viven ellos dos solos en un barrio empobrecido de La Habana y con recursos paupérrimos. Ya hacer frente a la difícil situación económica, con graves problemas de salud, es tarea titánica.
Encima de todo, la prisión y el peligro inminente de muerte en ambos casos, lo cambia todo, aunque tal vez la desidia y la indiferencia de las autoridades cubanas, en su cruzada contra las libertades individuales, no alcance tampoco a mostrar un ápice de humanidad.
Preso político y héroe de la explosión del Hotel Saratoga
El 8 de mayo Adel recibió una llamada del Sistema Integrado de Urgencias Médicas (SIUM) para que se sumara a las labores de rescate tras la explosión en el emblemático Hotel Saratoga.
En un mensaje enviado a un amigo por Whatsapp, al que CiberCuba tuvo acceso, le contaba que, una vez allí, les prohibieron a los rescatistas tomar fotografías del siniestro.
"Lo mandaron a cubrir y enseguida salió para ayudar. Es muy dispuesto, cuando está bien, e inteligente. Ese día del Saratoga me llamó y estaba en el frente apoyando a todos los que sacaban de los escombros", recuerda la madre.
Dos días antes, durante el trasvase de gas manufacturado hacia el hotel desde un camión cisterna, algo falló y la instalación voló en pedazos. La escena era dantesca. El siniestro dejó un saldo de 47 muertos, incluidos cuatro menores de edad y una mujer embarazada, además de 52 heridos, según el parte oficial del MINSAP.
"Fue horrible y muy triste por tantas pérdidas", lamenta Anayl quien, al mismo tiempo se enorgullece al pensar que su hijo estuvo involucrado en la evacuación de sobrevivientes y que gracias a su accionar muchas vidas se salvaron. Él mismo las sacó de entre los escombros.
Por eso, ese día y el siguiente, "llegó con la camisa llena de sangre" a casa. En consecuencia, sufrió otra crisis depresiva. "Estaba muy triste por la tragedia", agrega la madre.
De hecho, Cuba entera se sumió en un duelo nacional decretado el 12 de mayo por el mandatario Miguel Díaz-Canel en un tuit donde también transmitió su agradecimiento a "bomberos, rescatistas, personal de Salud, al pueblo de Cuba".
Pero Adel, uno de esos rescatistas, hoy está tras las rejas, y lo estará por los próximos siete años, mientras que los responsables de la voladura del Saratoga gozan de total impunidad. El arresto del joven se produjo en el Tribunal Municipal de Arroyo Naranjo, el día en que fue a recoger el veredicto. Al llegar, lo estaba esperando un carro de policía, y se lo llevaron.
"Se lo llevaron esposado, como un delincuente, un asesino. No me dejaron acercarme al carro de policía, ni darle un beso", dijo angustiada la madre.
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