Tardocastrismo ¡en guayabero, mamá!

El retraso en el cierre de los colegios para dar tiempo a los sargentos políticos a que forrajearan votantes, confirma la pasión afeitadora de los samurais tardocastristas.

Alina Balseiro Gutiérrez, presidente del Colegio Electoral Nacional © Partido Comunista de Cuba
Alina Balseiro Gutiérrez, presidente del Colegio Electoral Nacional Foto © Partido Comunista de Cuba

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Este artículo es de hace 2 años

Los tardocastristas son buenos muchachos, solo les falla la realidad y su pasión mentirosa, que provocó la salvajada institucional y jurídica de aplazar una hora el cierre de las urnas, para dar tiempo a los sargentos políticos a que forrajearan votantes y a la maquillista oficial Alina Balseiro Gutiérrez, en domingo de infarto, a casarse con el yuma Pinocho, discriminando al cubanísimo Juan Pirindingo.

La compañera Alina se esforzó, dirán los jodedores habaneros; pero la funcionaria habrá salido directo de 19 y 42 a casa del babalawo para saber si conservará su botella, tras los cambios que se avecinan en la cúpula del Consejo de Estado y el aparato de la Asamblea Nacional.


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Hasta las dos de la tarde, habían acudido a votar 4.491.863 cubanos (53,79% del censo electoral) y otros 3.859.448 electores no habían ejercido el sufragio, para una abstención del 46%; hasta esa hora, encendiendo las alarmas en Birán, S. A.

A la espera de los resultados finales, que deberán conocerse este martes, la información preliminar ofrecida por el CEN indica que votaron 5.728.220 cubanos, casi un millón menos de quienes participaron en las asambleas para la nominación de candidatos: 6.609.000.

La cifra de votantes representó el 68,58% del Padrón electoral; el peor índice de participación en la historia del ordenamiento constitucional comunista, que data de 1976; mientras que la abstención fue del 31,42%; la más alta en igual período; es decir, 2.623.091 electores no ejercieron su derecho al voto, definido por el presidente Díaz-Canel, como "un deber".

Del total de votantes, 299.013 (5,22%) votaron en blanco y otros 290.013 (5,07%) anularon las papeletas; sumando 589.433 electores que, sumados a la abstención, totalizan 3.212.524 cubanos opuestos y/o descontentos con el avance que duele.

La abstención es un índice insoslayable porque registró un aumento del 5,54% con respecto a la votación del Código de las Familias, 31,42% frente al 25,88%, de hace apenas dos meses; aunque fueron citas electorales con claves diferentes.

Un observador sensato apreciará que el resultado no es malo para la dictadura mas vieja de Occidente; atendiendo al desboque de la represión violenta, encarcelamientos masivos, avalancha migratoria contra Estados Unidos, el hambre y las enfermedades.

Pero acostumbrada a dar lechadas y meter pollonas (no se ruboricen los lectores españoles, que es solo un símil beisbolero), la casta verde oliva y enguayaberada, desquiciada desde el 11J y -sabiéndose despreciada por muchos cubanos y cuestionada por Estados Unidos, Europa y hasta ese ministro boliviano que mezcló la chicha con chispa de tren- no ceja en el empeño de darle tafia a las amargas verdades con la rapidez fulminante de Sato Ichi.

¿Quién se va a creer el cuento de un colegio electoral, acostumbrado a jugar como cácher en la canalita, pidiendo una hora de Pío tai porque las urnas estaban como las bodegas? Cuando en el comunismo de compadres la iniciativa siempre cae de arriba.

¿Cómo es posible que un motivado elector, sin conocer aun resultados oficiales, adivine la abstención y se ponga a escribir a al Colegio Electoral Central, alertándolo que la motorina está ponchá?

Todos esos Julio Verne que salvaron a la revolución de otra derrota ante el enemigo, deben ser ascendidos con urgencia al Buró Político y el Consejo de Estado porque tan preclara visión no abunda en tierra lacerada por neuritis óptica e hipoglucemia.

Obviamente, cometer tal salvajada institucional y jurídica solo cabe en la cabeza de un ahogado pataleando, como acaba de certificar la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI), con una caída del consumo del 8,9%, en el presente año, déficit que arrastra a la economía a términos de decrecimiento, como advierte el economista exiliado Elías Amor Bravo, presidente de la Unión Liberal Cubana y uno de los mejores descarajicadores de la jícara sin patria, pero con amo.

¿Qué necesidad tiene la dictadura más vieja de Occidente de embarajar el tiro; la abolición de simulacros electorales ahorraría dinero y luz a Cuba; fatigas a los miembros de las mesas y a los pioneros y sus familias tener que madrugar para llegar puntuales y uniformados al colegio. ¿Cuántas madres, abuelas y hermanas cubanas habrán tenido que cazarle la pelea a la luz para poder planchar los uniformes y pañoletas de sus hijos?

Las caras del consternado jinetero Bruno Rodríguez y la propia Balseiro, ya candidata a maquillista en el ICRT, ¡que tiemble Elda López!, fueron las mejores pruebas que vivieron la jornada como una derrota; pese a que los resultados son homologables a países democráticos, donde la abstención existe y nadie se traumatiza; pero como en Cuba no se admiten adversarios ni apáticos, pues cada no voto pesa.

El tardocastrismo concibe cada trámite institucional como acto de reafirmación revolucionaria; como pretendió el presidente Miguel Díaz-Canel, con el Código de las Familias, cayendo -como Timba- en su propia trampa; pero no hay tarde que el Ñato caprichoso no enoje a cubanos sensatos, pues el domingo cantinfleó a gusto; leyendo la designación de Delegados del Poder Popular otra vez en clave plebiscitaria.

Ya sabemos que la Contrainteligencia está malita, como la guagua de Angoa; y que el guagüero está malito por el platanito dolarizado, pero un mínimo de sensatez no vendría mal en el Palacio de la Revolución que se fue a bolina.

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Carlos Cabrera Pérez

Periodista de CiberCuba. Ha trabajado en Granma Internacional, Prensa Latina, Corresponsalías agencias IPS y EFE en La Habana. Director Tierras del Duero y Sierra Madrileña en España.


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