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Una familia cubana con un bebé enfermo sobrevive en una casa en La Habana que está declarada inhabitable, debido a su avanzado estado de deterioro.
María Dolores Toledo Brioso, enfermera de profesión, denunció ante CubaNet la situación por la que están atravesando ella, su hijo y su nieto, un bebé de pocos meses que ya debutó como asmático.
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"La situación actual de mi vivienda es crítica. Los arquitectos que han venido aquí a hacer dictamen dicen que la casa es inhabitable, grave, con peligro para la vida. Pero bueno, es mi vivienda y no tengo otro lugar donde estar", recalcó.
Toledo relató que el año pasado la casa sufrió un derrumbe que agravó la situación del inmueble, el cual fue declarado inhabitable por los arquitectos de su comunidad, en el municipio de Boyeros.
"Mi hija me llama porque se cayó un pedazo de techo. Ella tenía 31 semanas de embarazo. Un vecino me llevó al González Coro. La doctora que estaba de guardia le tomó la presión y le dijo a la enfermera que le pusieran el cinturón para monitorearlo. Los análisis hechos tras el derrumbe mostraron que los latidos del bebé habían disminuido y que tenía un hematoma retroplacental. Estaba asfixiándose el bebé. Todo esto producto del derrumbe", detalló.
A la mamá del pequeño hubo que hacerle una cesárea urgente para salvar al bebé, que nació bajo de peso y tuvieron que hacerle maduración pulmonar, y mantenerlo en una sala de nutrición hasta que alcanzó las cinco libras.
Su abuela subraya que aunque el derrumbe ocurrió cuando su nieto no había nacido, le ha provocado daños a su salud.
"A los ocho meses de nacido, el bebé debutó con asma, hizo una bronquitis, pero es lo que dice la doctora: 'el medio no lo favorece'", expresó.
Con más de 30 años trabajando en el sector de la salud, María Dolores lamenta estar pasando por esta situación, a pesar de haber arriesgado su vida cuando trabajó durante los momentos más duros de la pandemia de COVID-19.
Las autoridades le entregaron a esta enfermera dos diplomas por su trabajo en la zona roja del hospital Salvador Allende (Covadonga), y en la sala de respiratorio en el Freyre de Andrade (Emergencias).
Ninguno de esos diplomas le ha servido de nada a la hora de resolver su crisis de vivienda.
Lleva 10 años penando por un lugar digno en el que vivir, y ha llevado su caso a Vivienda, al Gobierno y al Consejo de Administración Provincial, y le escribió al Consejo de Estado y al Partido, sin ningún resultado.
"¿Qué hay que esperar, que haya una pérdida humana para buscar una solución? Porque lo material se repone, con más dificultad, se pasa trabajo, pero se repone. Pero las perdidas humanas no se reponen", cuestionó.
Son miles los cubanos que después de trabajar toda su vida, no tienen ni siquiera una casa con las mínimas condiciones de habitabilidad.
La semana pasada, una mujer pidió ayuda para su abuelo, un antiguo combatiente, cuya casa está en riesgo de derrumbe por culpa de Comunales.
La nieta del anciano denunció que la empresa destruyó el muro, la columna y causó daños en la estructura de la casa, la cual debe apuntalarse porque hay riesgo de que el techo se caiga.
Indaris Valdés Cruz afirmó que ha ido a infinidades de lugares y nadie le resuelve nada. La delegada no le da respuesta, y en Vivienda solo la pelotean. El arquitecto de esa entidad le dijo que el arreglo debía correr a cargo de ellas porque el daño estaba en su propiedad.
"Mi abuelo hizo mucho por esta revolución, es miembro de la Asociación de Combatientes, participó en Playa Girón, para esas personas que han hecho por la revolución no hay una mejor vida, no le pueden asegurar una vivienda mejor", lamentó la joven.
Asimismo, en el reparto Flores del municipio habanero de Playa, sus residentes llevan cuatro años esperando una respuesta de las autoridades sobre los peligrosos desprendimientos del techo de su edificio.
Álvarez Suárez, uno de los afectados, escribió al diario Juventud Rebelde para denunciar que tanto la Dirección de la Vivienda, como el gobierno y el Partido del territorio han hecho oídos sordos a un reclamo urgente, pues durante años se han registrado desprendimientos sistemáticos de partes del alero de la azotea.
Cuatro inspectores testificaron el peligro inminente de una desgracia humana, por el tamaño y la altura desde donde caen los pedazos.
Los vecinos siguen denunciando el caso en las asambleas de rendición de cuenta, donde muestran los trozos caídos, pero "el silencio continúa y los desprendimientos también", subrayó Suárez.
"No quisiéramos que el arreglo se produjera después de una calamidad, con visitas de caras compungidas de pésame", concluyó.
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