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El edificio de la embajada de Estados Unidos en La Habana afronta desde 2022 una renovación constructiva a un costo de 28 millones de dólares, la cual ha enfrentado obstáculos por problemas logísticos y tensiones políticas con el régimen cubano.
Luego de años de abandono, las obras de restauración en la sede diplomática, iniciadas en mayo del año pasado, podrían tener un retraso de seis meses, por lo que concluirían en marzo o abril de 2024, de acuerdo con una fuente del Departamento de Estado (DE), citada por la agencia de noticias Reuters.
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El año pasado, cuando la embajada reabrió sus puertas luego de casi cinco años cerrada a causa del llamado "Síndrome de La Habana", el inmueble presentaba un estado calamitoso. Incluso, llegaron a desprenderse pedazos de la fachada desde los pisos superiores, con peligro para los transeúntes.
Debido al azote del huracán Irma en 2017, sufrieron daños las ventanas inferiores, un puesto de guardia y el revestimiento de granito. Asimismo, la valla perimetral se encontraba oxidada y tambaleaba por la fuerza habitual de los vientos en el litoral habanero. También el balcón con vista al mar se consideró una estructura insegura.
Consultado por Reuters, Benjamin Ziff, encargado de negocios de EE.UU. en Cuba, señaló la importancia de tener una embajada segura y una presencia adecuada en Cuba. "Lo importante de la diplomacia es que no se trata sólo de política, sino también de logística. Hay que tener presencia. Necesitas tener gente. Necesitas tener un edificio".
El gobierno de Cuba ha insistido en que es importante el funcionamiento de la embajada estadounidense, para el otorgamiento de visados a los cubanos, con el fin de frenar el éxodo hacia EE.UU. por vías irregulares. Sin embargo, tardó inicialmente en expedir visados para los trabajadores y técnicos estadounidenses que asumirían la renovación de la sede diplomática, de acuerdo con Ziff.
El equipo de trabajo, formado por aproximadamente por 12 personas, incluidos cinco cubanos acompañados de forma permanente por contratistas estadounidenses con autorizaciones especiales de seguridad, ha fluctuado debido a obstáculos burocráticos y como consecuencia se han producido retrasos en la construcción, de acuerdo con la fuente del DE consultada por Reuters.
"Si un contratista rompía una hoja de sierra, por ejemplo, a veces se paralizaban las obras", aseguró Ziff. "Tenían que volver a Estados Unidos para conseguir otra hoja de sierra y solicitar un nuevo visado, lo que podía llevar dos meses".
El avance de las obras también se paralizó debido a problemas con el combustible cubano, por su alto contenido de azufre, que causó daños a la maquinaria importada de EE.UU., y la escasez de materiales de construcción en Cuba, como cemento y barras de refuerzo. El Departamento de Estado debió importar acero inoxidable de alta calidad para las vallas y granito procedente de una cantera del estado de Vermont para la nueva fachada del edificio.
Ziff señaló que algunos de estos problemas se resolvieron, y añadió que el gobierno cubano también agilizó el proceso de obtención de visados para los trabajadores.
Sin embargo, se presentaron nuevos obstáculos, como los retrasos burocráticos para la transportación de materiales de construcción sensibles en contenedores "seguros", que son sellados por el privilegio diplomático, según apuntó el diplomático estadounidense y las fuentes del DE.
"Tratar de introducir materiales (...) sigue siendo un problema", aseguró Ziff a la agencia de noticias, que no obtuvo respuesta del gobierno cubano ante una solicitud de comentarios sobre el tema.
Residentes de La Habana, sin embargo, aplaudieron la reforma de la embajada. "Es una de las embajadas más importantes de nuestro país, y muchos cubanos la visitamos cuando queremos viajar", dijo a Reuters Alexander García, un trabajador de 22 años en una cafetería frente a la embajada. "Quiero que esté en óptimas condiciones cuando me toque ir", añadió.
La embajada de Estados Unidos fue edificada en 1953 en el icónico Malecón de La Habana, diseñada por Harrison & Abramovitz, los arquitectos que diseñaron la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
Luego de que Fidel Castro tomó el poder en 1959, ambos países rompieron relaciones diplomáticas dos años después, y el inmueble quedó prácticamente abandonado.
El edificio funcionó por años como "Sección de Intereses de Estados Unidos" y reabrió como embajada en julio de 2015, cuando se restablecieron las relaciones diplomáticas bajo el mandato del presidente Barack Obama. En 2017 se redujo el personal diplomático, luego de que los funcionarios estadounidenses comenzaran a informar de incidentes de salud anómalos, que fueron denominados "Síndrome de La Habana".
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