Líderes religiosos cubanos, como el pastor evangelista Oscar Bertrán, se dedican a realizar exorcismos a menores en La Habana y en otras ciudades de Cuba.
Estas costumbres están lejos de ser un fenómeno reciente, pero se ha ido intensificando con el tiempo, tornándose más evidente debido a la circulación de contenido en plataformas digitales.
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Bertrán argumenta que ciertas conductas rebeldes en los niños y el consumo de determinados contenidos en los dispositivos electrónicos, abren las "puertas a los demonios", llevándolos a necesitar un exorcismo.
Su versión de este fenómeno sugiere una correlación directa entre los comportamientos de los menores y la influencia maligna, algo que no tiene respaldo científico.
Históricamente, desde el Compendium Maleficarum del monje italiano Francesco Maria Guazzo en 1608, se ha debatido la naturaleza de lo que se describía como posesiones demoníacas.
En el transcurso de la historia, los psicólogos y psiquiatras han asociado algunos de estos comportamientos en los individuos, a un trastorno de personalidad disociativo que se ha interpretado erróneamente como "fenómenos sobrenaturales" cuando no son otra cosa que trastornos mentales.
Cuba no es un país ajeno a estas controversias. Los exorcismos no solo se realizan dentro de la iglesia católica, o de la evangelista, también se practican de manera similar en otras religiones, como las de origen africano.
El exorcismo a menores pueden ser potencialmente perjudicial para la salud mental de la persona afectada. Más allá de las creencias religiosas, las cuales deben ser respetadas, es crucial que las prácticas que involucren a los niños sean examinadas críticamente.
Un enfoque basado en la ciencia y la medicina, es lo preferible para abordar problemas de comportamiento y salud mental de los niños y adolescentes.
El exorcismo, desde la perspectiva científica, se considera una respuesta a fenómenos que requieren atención médica y psiquiátrica en lugar de rituales apotropaicos.
La necesidad de discernir entre cuestiones de fe y salud es imperativa, especialmente al considerar el bienestar y la seguridad de los más jóvenes. Mientras tanto, el debate continúa en el entorno cubano, donde la tensión entre tradición, creencia y ciencia moderna se manifiesta en la cotidianidad.
Es esencial fomentar el diálogo y la educación, subrayando la importancia de la salud mental y la protección de nuestros niños y adolescentes frente a prácticas que podrían serles nocivas. La ignorancia y el fanatismo religioso puede resultar en tragedias reales.
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