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La aguda pérdida de valores en la sociedad cubana quedó de manifiesto este sábado cuando una persona estuvo, durante horas, tirada en medio de una acera de Centro Habana, sin que nadie actuara para ayudarla.
La cubana Marta María Ramírez denunció en Facebook el preocupante escenario. Pidió ayuda para una persona abandonada en una acera, ante la indiferencia de todo el que pasaba por su lado.
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Este lamentable hecho ocurrió en la Calle Cristina en el municipio Centro Habana, cerca del mercado de Cuatro Caminos, un área muy frecuentada por locales y visitantes.
La identidad de la persona no ha sido determinada. Ramírez, visiblemente conmovida, imploró desde el exterior del país el apoyo de las personas en Cuba para este caso. "No dejemos a nuestros hermanos tirados en la calle sin intentar, al menos, conseguir ayuda", dijo.
Pese a la urgencia, la respuesta general fue la apatía, un testimonio del distanciamiento social y la falta de compromiso comunitario que aqueja a Cuba.
Inicialmente, se consideró que la persona tirada en plena calle podría ser Karildi Marín, desaparecida desde diciembre en La Habana, pero su hermano Yoandri Marín desmintió estas especulaciones.
Lo que no se desmiente es el creciente desinterés por el prójimo que se hace eco en las calles cubanas, exacerbado por una profunda crisis económica y social.
Los habitantes, atrapados entre el miedo a represalias y la resignación, a menudo optan por el silencio y la inactividad.
En este contexto de desamparo, las entidades estatales no se presentan como garantía de auxilio. La asistencia es lenta o inexistente, dejando en manos de los ciudadanos comunes la suerte de aquellos que se encuentran en desgracia.
Sin embargo, también hay todavía destellos de esperanza, como el reciente acto de solidaridad de una mujer hacia un anciano perdido en La Habana del Este. Casos como estos se perciben como excepcionales en un país donde priman la desilusión y la frialdad.
La reacción en redes sociales ante actos de bondad demuestra la sed de una Cuba más unida y humana. Mientras tales actos de compasión sigan siendo motivo de asombro y no la norma, la crisis de valores que enfrenta la isla seguirá siendo una dura realidad que golpea la conciencia colectiva.
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