El gobernante cubano Miguel Díaz-Canel visitó el municipio de San Luis, en Santiago de Cuba, y regaló una de sus estratégicas reflexiones a los vecinos de la localidad acerca de la importancia de “sembrar más” para suplir las carencias de alimentos que enfrentan en la actualidad.
Otro desplazamiento del líder de la “continuidad” y su extensa comitiva a un municipio del país para soltar ocurrencias, otro “baño de masas” organizado por la maquinaria propagandística del Partido Comunista de Cuba a su primer secretario, otra sarta de consignas vacías para alimentar las aniquiladas esperanzas de un pueblo dominado por el mismo poder totalitario desde hace más de 60 años.
“Estamos convencidos de que aquí hay tierra para producir la comida que nos hace falta aquí, en el municipio. Y las manos están, la fuerza está. Y el valor”, dijo Díaz-Canel a un grupo de vecinos de San Luis que aplaudieron el convencimiento del gobernante de que los cubanos sabrán sobrevivir a la crisis y escasez de alimentos que han provocado sus políticas.
Una vez más, el Palacio de la llamada “revolución” vuelve a repetir su argumentario predilecto en estos tiempos: la responsabilidad de que los cubanos tengan satisfechas sus necesidades básicas corresponde a los gobiernos locales, no a los dirigentes que controlan la centralizada y planificada economía comunista desde sus despachos y salones climatizados de la capital. A eso le llaman "corregir distorsiones y reimpulsar la economía".
Para ello, la dirigencia del régimen cubano llama a “sembrar más”, porque hay tierra de sobra y lo que no hay es gente con ganas de trabajarla para subsistir. ¿De quién es la tierra que propone Díaz-Canel que siembren y cultiven los cubanos? ¿Cómo deben trabajarla los cubanos: asalariados o con trabajo voluntario?
¿Deben los cubanos comprar la maquinaria necesaria para ello, y el combustible; o se les pide que lo hagan con sus manos, encorvados en el surco? ¿Y las semillas, los fertilizantes y pesticidas, los pagarán los vecinos? ¿Quién vigilará las cosechas, dónde se almacenarán, cómo se distribuirán? Las preguntas más elementales quedan sin respuesta por parte de Díaz-Canel.
Su misión, encomendada por la cúpula que detenta el poder real del régimen totalitario, es ir allí donde le mandan y decir lo que le mandan, aunque sea para aparentar que el gobierno está al tanto de los problemas de los cubanos, ofreciendo soluciones y fiel al “ideario de la revolución”, mientras la nueva oligarquía cubana gana tiempo para seguir adelante con sus planes de vender la riqueza nacional y consolidarse aún más como grupo dominante.
“Lo otro que tenemos que controlar es que los que venden la comida no suban los precios indiscriminadamente. En la misma medida que tengamos más alimentos, tienen que bajar los precios. Pero también en medio de esta situación hay gente que pone precios mucho más altos que los que debían tener. Sí; y eso abusa del pueblo. Pero eso lo tenemos que enfrentar entre todos para salir adelante”, añadió el gobernante.
No solo tienen los cubanos que lanzarse al campo a trabajar para poder comer, tengan o no voluntad, experiencia y recursos para dedicarse a la agricultura, sino que además tienen que ejercer la vigilancia sobre aquellos que sí trabajan en el campo y los mercados campesinos, para que sus precios no sean “abusivos”.
Un kilo de leche en polvo importada por una Mipyme sí puede costar más de 2,000 pesos, pero la vianda u hortaliza que salga del trabajo y el sudor de quienes las producen no puede tener “precios abusivos”.
Los datos muestran la realidad: La producción de alimentos en Cuba se hunde cada vez más
A pesar de 60 años de experimento fallido con la economía socialista, el gobernante designado por el general Raúl Castro mantiene al comunismo como piedra de toque de un régimen que ha destruido al país, provocado la mayor crisis socioeconómica, energética y migratoria de su historia, y que ha desarticulado la sociedad civil cubana a base de imposición, represión y violencia.
El resultado de esa economía estatal y socialista, a día de hoy, es que “tres alimentos de alto consumo procesados por la industria estatal nacional -aceites vegetales, arroz elaborado y semielaborado, y carne de cerdo- tuvieron en 2023 registros inferiores a la quinta parte de los niveles alcanzados en 2018”, según señaló en redes sociales el economista Pedro Monreal.
“El volumen industrial de alimentos de alto consumo popular como la harina procesada nacionalmente, el pan y las galletas de sal, se han desplomado desde 2018 y no se observan indicios de pronta recuperación”, señaló el experto.
Además “cuatro importantes alimentos lácteos procesados por la industria estatal no superaron en 2023 la mitad del volumen de producción de 2018, indicando un rápido hundimiento de la industria láctea cubana en apenas cinco años”.
Sin embargo, la Constitución del régimen cubano proclama el socialismo como ideología rectora y única que pueden profesar los ciudadanos, llevando ese principio discriminatorio a todos los extremos: desde la economía estatalizada hasta el llamado a ejercer la violencia contra los que se oponen a semejantes dictados de un poder totalitario y despótico.
Un poder que ha arruinado al país y que pretende ahora que la culpa sea de los “gobiernos locales”, y de ellos provenga “la solución”. Un poder que saca a pasear a Díaz-Canel por pueblos y municipios, rodeado de un enjambre de escoltas y simpatizantes movilizados que le vitorean mientras este les ordena “combatir” y “sembrar” si quieren comer y vivir.
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